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miércoles, 2 de mayo de 2007

TRABAJO SOBRE LA SEXUALIDAD EN LA TERCERA EDAD


GRADECIMIENTOS

A Domingo Delgado, gran profesional de la Orientación y Mediación Familiar, por el apoyo prestado en los peores momentos.
Al Instituto Superior de Ciencias de la Familia de Murcia (ITM).
A Gloria, mi mujer, por el apoyo recibido desde que tomé la decisión de trabajar y estudiar sobre los temas de familia.
Al profesor Cosme Puerto, por rompernos los esquemas y mitos estereotipados sobre la sexualidad.
A mis hijos, Juan José y Alberto, dos de los mejores docentes que he tenido.





INTRODUCCIÓN

El tema de la sexualidad en los mayores, en la tercera edad, en el envejescente, en el adulto mayor, creo que sigue siendo el tema pendiente de tratar por la complejidad del mismo y por la falta de rigor en las educaciones recibidas desde el principio de los tiempos.


i el ser humano, como creo que debe quedar claro de una vez por todas, es sexuado, ¿por qué los mayores pierden su sexualidad y se transforman en asexuados? Esta pregunta tan fácil de hacer entraña mil y una dificultades el contestarla por el simple hecho de que no depende exclusivamente de ellos, los mayores, sino de los estereotipos y mitos que tanto la sociedad en general como los adultos jóvenes en relación con nuestros envejescentes, hemos elevado al no va más de los prejuicios. Me refiero al simple hecho de tachar de “viejo verde” o “vieja dama indigna” a aquellos que, por el simple hecho de haberse jubilado o no poseer nuestra “maravillosa juventud”, siguen experimentando sensaciones y emociones y continúan viviendo su vida sexual plena, sintiendo que quieren jugar a la conquista con el otro en vez de renunciar a su deseo, porque en caso de manifestarlo se le considera totalmente anormal.

Así, hay una primera traba al desarrollo de la sexualidad en la tercera edad: los prejuicios y mitos sociales. Pero no podemos dejar de lado otra actitud que desencadena la represión de su sexualidad que está en relación con la educación de la época en la que ellos fueron creciendo y, por lo tanto, fueron educados: la llamada “moral victoriana”, tan rígida, represiva y castradora, que imperó hasta bien comenzado el siglo XX.

Aunque podamos pensar que nuestros padres no pertenecen a esa época cultural, como cuna de nuestros mayores y, sobre todo, de los suyos, siguió impregnando bastantes aspectos de su educación, haciendo que todo el tema que tratara aspectos sexuales fuera tabú, consiguiendo que la misma educación partiera de principios diferentes según se fuera hombre o mujer.

Antes de iniciar la confección de este informe, se me ocurrió preguntar en un club de mayores de Molina de Segura (Murcia), de forma individual, a personas entre 65 y 75 años, que si aún vivían la sexualidad y de qué manera. Creo que ya suponen evidente las respuestas que me dieron no carentes de cierta sonrisa entre pícara y triste al mismo tiempo: “¡Ay, hijo, eso es una cosa que cuando dice de irse ya no se puede recuperar!”, o esta otra, “... y aún me gustaría, pero mi mujer dice que la deje en paz que ella ya no tiene ganas de nada.”, o “Mira, ese tema es mejor ni tocarlo porque mi marido murió hace cinco años y yo ya no estoy para nada ni para nadie.”

No deja de ser curioso también que entre personas de más cultura y a la hora de proponerle una serie de conferencias y charlas para la tercera edad, me dejaron claro que el tema de la sexualidad era mejor “no tocarlo, no por nada, sino porque como no entienden se les puede hacer daño y crearles mucho conflicto en la cabeza”. (¡Vaya, vaya!).

No había que ser muy inteligente para inferir que tras estas contestaciones se esconde la cultura del “falocentrismo” por lo que al disminuir la potencia sexual con los años, se vive como “una herida narcisista” y los hombres se sienten menos hombres. Por otra parte, las mujeres subyugadas a la cultura machista se ven liberadas y no optan, algunas, por vivir otro tipo de sexualidad que no sea el basado en el coitocentrismo.

He aquí algunos de los aspectos que vamos a tratar pensando que nadie tiene que renunciar a su sexualidad por carecer de la información adecuada y sobre todo, defendiendo el hecho de que nuestros mayores tienen el derecho de ser informados de que esta función del ser humano está presente siempre, ya que aquí abogamos por que la sexualidad es un lenguaje, una forma de comunicación y tiene que ver con el amor, con la ternura y con los afectos, además de las funciones biológicas.

LA SEXUALIDAD EN LOS MAYORES

No podemos comenzar sin dar una visión de lo que entendemos por sexualidad, siempre dentro del marco positivo, sin definiciones sesgadas ni con matices, ya que considero que está muy por encima de partes que confunden la realidad en su necesidad educativa y divulgativa.

La sexualidad, pues, es considerada una realidad positiva de la persona, de la que forma parte para su desarrollo y realización desde la visión más dinámica y fundamental. Si analizamos, llegamos a la conclusión de que no se puede prescindir de ella, aunque puede utilizarse, como casi todo, para construir o destruir a la persona. Aunque es un valor, debe ser aceptada, desarrollada y educada de acuerdo con la propia escala de valores personales, aunque de forma objetiva, sin dejar parcelas en blanco en su información, ya que las funciones que tiene no deben dejar lagunas ni mitos que mediaticen ni den una imagen errónea que posibilite una mala vivencia y puesta en práctica. Es, entre otras cosas, fuente de comunicación, expresión de amor, fuente de placer, fuente de ternura y de caricias, camino para la procreación (no como fin último, sino como uno de sus fines, tan importante como los demás).

Así, en nuestra época, la sexualidad, sin actitudes permisivas ni represivas, se convierte, de facto, en una actitud personal que debe ser investigada, conocida, estudiada, vivida, cultivada, aprendida y madurada para alcanzar su plena realización, porque una buena educación debe considerar integralmente a la persona, en todas las dimensiones de su ser, no dejando fuera de su alcance ninguna de ellas.

No creo que haga falta recordar el resultado de una mala información en el terreno sexual y a lo que ha llevado en estos últimos años (embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, infelicidad por una paternidad no responsable, etc.)

Pero, a pesar de todo lo citado anteriormente, seguimos detectando que el tema de la sexualidad sigue siendo, en cierta manera, un asunto tabú del que no es bueno hablar y mucho peor si lo asociamos a la edad de > 60 años. Nos enfrentamos a dos problemas diferentes y claramente conectados: por un lado el envejecer, que ya trae suficientes quebraderos de cabeza, y por otro lado, la sexualidad, como parcela no cultivada en estas etapas del ciclo evolutivo vital.

No es raro entender la etapa de la vejez como sinónimo de enfermedad; como un stop repentino en la actividad en la que ya no se puede ser “ACTIVO” y se ha de renunciar a la posibilidad de crecimiento, de disfrute o de realización personal. Por tanto, el prejuicio social les encasilla y les obliga a dejar de hacer y vivir, de diferente manera, lo que antes hacían y vivían.


Les forzamos a que se sientan limitados y privados y a que su mente se refuerce con el mensaje de los “in” y los “a” como prefijos privativos de sus acciones. Son “in-activos” laboralmente hablando, y ya que no pueden reproducirse y sus facultades físicas han cambiado, se han enlentecido, les otorgamos la etiqueta de “a-sexuados”, porque seguimos con la manía de identificar sexualidad con genitalidad y mantenemos la creencia de que la sexualidad está reservada a la juventud.

Desde esta perspectiva bastante incoherente, pero real, si lo que se pretende es la búsqueda de la felicidad y del bienestar, se hace preciso cambiar la forma de pensar cuadriculada que otorga a la genitalidad el ser absoluto (¡y cuesta lo suyo!), el todo como objetivo y fin primordial, no siendo más que UNA parte, una forma más de las que tiene la sexualidad, concepto éste mucho más amplio, para manifestarse.


La actividad sexual “no puede verse como la actividad que está sujeta a desgaste energético y que por lo tanto pierde todo interés llegada una determinada edad” (M. Fornós Esteve, Psicóloga y especialista en Gerontología), hecho que alimentaría la teoría y presión sociales cuyo argumento principal implica que la sexualidad, en la vejez, ya no es primordial ni necesaria porque no se tienen las suficientes capacidades de resistencia y, si sucede, si los mayores siguen haciendo uso de ella, los tachamos de “a-normales”. Otra vez una “a” para eliminar algo que hasta hace bien poco sí era normal y hasta estaba bien visto por esa misma sociedad.

Es cierto, por otra parte, que en los albores del siglo XXI, nos estamos planteando de forma más generalizada, cada vez por más estudiosos de la sexualidad como reflejo de un comportamiento pleno y estudiado como ciencia por la Sexología, toda la temática relacionada con la sexualidad humana, cómo se va desarrollando en las distintas etapas de la vida del ser humano y que no sólo es un deseo, sino una realidad que acompaña de manera permanente el proceso evolutivo y educativo de la persona sexuada. Sí, somos sexuados, dado por Dios, y como toda parcela que acompaña y realiza al hombre, como género humano, no aparece toda y de una vez en un momento determinado de la existencia del individuo, sino que debe crecer y evolucionar con nosotros hasta la muerte. Y si algo es importante de cara a la parte evolutiva de esta asignatura pendiente (la sexualidad) es que debe llevarse a cabo de forma adecuada a las exigencias de cada edad. No se puede eliminar en ninguna etapa de la vida.

Pero observamos que hay cambios en el envejescente que cohiben e impiden el desarrollo emocional adecuado a la etapa en la que viven. Se quieren resistir, de hecho algunos lo intentan, pero viene la señora Sociedad a impartir su mando forzando a enclaustrarlos, sin que se den cuenta, en sus centros de tercera edad. La mente y el deseo deben ir más allá observando la necesidad de tacto, ternura, caricias (“elementos del segundo lenguaje sexual” C. Puerto Pascual) e información que necesitan para optimizar más su vida. Es necesario no renunciar, y frente a la rigidez mental e ideas obsesivas de la vejez, el adulto mayor debe renovarse cada día para lograr una vida fecunda y dilatada.

No pretendo de ninguna manera ser pesimista ni reflejar que todos los > 60 años pasan por estas situaciones, pero sí constatar que muchos, muchos, involucionan a estas situaciones de pérdida renunciando a vivir actos de su vida que les enriquecieron; o, en casos, nunca han sabido vivir aquel bien preciado que nadie le educó como es la sexualidad.

Ser sensual, vivir la sexualidad, vivir la erótica dentro del amor dual, ¿por qué a esta edad?, ¿para qué a esta edad? ...Sencillamente porque ya que no podemos obviar el hecho de que envejecemos no podemos perder el horizonte de que seguimos con la necesidad de realizarnos social e individualmente y no es suficiente con vivir más años, sino dar sentido a esos años. Estamos dentro de un cambio obligatorio de actitudes que no nos llevan a apartarnos de la vida. Es más, desde una perspectiva científica y hasta clínica, los expertos se muestran en condiciones de afirmar, casi como un axioma, que ya no hay un límite cronológico después del cual la vida sexual desaparece. La prolongación de la esperanza de vida lo es también de vida sexual. “Si en la juventud y en la edad adulta el acento de la vivencia sexual se genitaliza y se sitúa en el coito, la vivencia sexual de la vejez, mucho más difuminada, pero no menos cierta, se sitúa en la observación, el palpar y la caricia. Primará mucho más la necesidad de autoprotección y heteroprotección... hacer el amor pierde la carga épica de las etapas anteriores para enriquecerse ahora de otros corolarios, como ``decir el amor``, y acentuar el cortejo y la imaginación y todos los ceremoniales lúdicos”. (Alicia Mederos- Antonio Puente. “LA VEJEZ”).


n más de una ocasión me he encontrado gente que pensaba que gozar por gozar sin pensar en procrear no tiene sentido, ya que un hijo tiene que ser el fruto del amor. No creo que esa sea la verdad completa que emana de la totalidad; es una parte por la que se juzga un todo, puesto que el acto sexual puede ser bueno aunque no vengan hijos porque significa en primer lugar el amor que dos seres se expresan y se tienen, entendiendo la palabra amor no en un sentido degradado, como puro placer, sino como significado de “comunión”. Está claro, entonces, que si la sexualidad es algo inherente en el ser humano y le acompaña durante toda su existencia, ¿por qué negarla o renunciar a ella si es una de nuestras formas de expresión más completa?

DESTRUCTORES DE LA SEXUALIDAD


El mayor problema para no seguir viviendo la sexualidad a partir de los 60 años es, precisamente, no haber vivido adecuadamente la sexualidad en cada una de las etapas anteriores. Es inútil querer disfrutar de una vida sexual llena si en la infancia, en la pubertad y en la adolescencia no se han formado convenientemente las integraciones debidas. Es inútil, o por lo menos muy difícil, querer asimilar ahora conceptos que antes no se han integrado como normales y no contienen el placer, por ejemplo, como fuente de moralidad.

Con todo esto trato de explicar que el ambiente sociocultural del envejescente va a marcarle para siempre en esta vivencia. El contexto psíquico de esta involución que sufre el mayor va a depender de cómo ha vivido el amor, la relación con el otro: activa o pasivamente, con plenitud o sin ella, con placer o con displacer. Por ello una vez llegados a la edad crítica cada persona decide un camino como resultado de todos estos sumandos. La mujer que era mera receptora del pene, una vez que su pareja ya no tenga esa potencia lo verá como una liberación e intentará, entonces, descansar de todos esos años de vejaciones y abusos contra su dignidad. Así se hace ineludible tener en cuenta la relación de pareja que ha habido a lo largo de la vida para observar el futuro que ahora mismo, ya llegados a este punto, les espera hasta que venga la muerte.

Estos elementos citados son bloqueadores de la sexualidad o por lo menos inhibidores de una relación adecuada para seguir viviendo la vida sexual, de la manera conveniente, según esta etapa. Pero lo mismo le pasa al hombre que ha vivido siempre en esa sociedad que primaba siempre la producción, la potencia y por tanto coitocentrista. ¿Qué le sucede cuando ya no puede trabajar y su potencia ya no es reconocible y su pene tampoco le responde como antes? Simplemente surge ese elemento bloqueante que produce angustia y ansiedad y como no cumple los requisitos del canon social, (porque jubilado y tropezando todo el día con su mujer en la casa y sin tener nada que hacer siente mermado su prestigio), entonces opta por el único camino que, según él, le queda: renunciar a su sexualidad (o busca soluciones paliativas fuera).

Es, por tanto importante conocer qué pasa por la mente del adulto mayor para poder contrarrestar estas actitudes e intentar, en la medida de lo posible, paliar estas situaciones que pueden desembocar en neurosis, depresiones y otros tipos de anomalías, siendo la más importante el mero hecho de renunciar a la sexualidad.

Así, podemos citar como elementos bloqueadores los siguientes:
· Mitos culturales
· Desinformación
· Ignorancia
· Conflictos de pareja
· Culpabilidades (Vaginismo, impotencia)

No hemos hecho demasiada mención al hecho de que existen también unas limitaciones fisiológicas que van llegando con los años y que, en la mayoría de casos no son aceptadas por las personas que las tienen, no dándose cuenta, como es lógico, que las limitaciones no son enfermedades y que deben ser aceptadas como cambios. Esta aceptación y adaptación a esos cambios, tal vez con la información adecuada, son puntos clave para vivir saludablemente las modificaciones que se producen y la puerta de entrada para adecuar la nueva forma de comenzar a vivir la sexualidad que es normal en este periodo del ciclo evolutivo vital.
Acabo de mencionar la formación y la información, porque son nuevos tiempos que requieren nuevas enseñanzas, pero tropezamos con una actitud característica en el envejescente que dificulta el acercamiento para la consecución de estos objetivos. Me refiero al MISONEISMO, o lo que es lo mismo, aversión a lo nuevo, miedo o temor a las novedades. Es la clara actitud de la incomprensión a los nuevos tiempos (casi la misma actitud demostramos los jóvenes cuando nos exaspera el peso de la tradición en los viejos). Aún así no veo otro camino más que el de enseñarles o mostrarles los cambios que experimentan, porque la única forma para aceptar las cosas es conocerlas, comprendiéndolas a través de una información tolerante, y desde su escala de valores, no desde la nuestra.
Entre los cambios fisiológicos más significativos podemos citar los siguientes:
Þ Disminución de la erubescencia (enrojecimiento). Debido a la vasoconstricción.
Þ Disminución en la respuesta de la tensión muscular.
Þ Necesidad de más tiempo en el hombre para llegar a la erección.
Þ Dificultad en recobrar una erección completa tras perder una parcial.
Þ Disminución de la respuesta en la elevación testicular.
Al aparecer estos síntomas el envejescente suele decaer y dejar las relaciones sexuales, haciendo justo lo contrario de lo que debe para solucionar su “problema”, que es ejercitarse más en esas lides y adoptar una actitud sana.
En la mujer ocurre también una serie de cambios debido a la disminución de secreción de estrógenos y pueden ocasionar una disminución de secreción para lubrificar la vagina y un adelgazamiento en los tejidos de la misma, que aun no influyendo para el impulso sexual pueda hacer que odie las relaciones sexuales si el hombre no mima su tiempo y evita las penetraciones rápidas, ya que pueden ser muy dolorosas. (Hay líquidos que ayudan a lubrificar la vagina, aunque recordamos que la sexualidad abarca todo el cuerpo partiendo del cerebro, lo que hace tan rica la comunicación y el lenguaje erótico que, a veces, se hace innecesaria la penetración, siendo, pues, del todo innecesario genitalizar la relación.)


Pero hay otras claves fundamentales que deben coexistir con la anteriormente citada que facilitan la existencia y, sobre todo, la capacidad de asumir que se envejece, sí, pero no necesariamente perdiendo la identidad ni olvidando lo que nos interesaba de jóvenes. Es primordial encontrar cada día sentido a la vida para evitar el vacío existencial, el aburrimiento, la apatía y la soledad, los cuatro grandes enemigos del adulto mayor.

Si no intentamos que sea de esta manera, se va a hacer muy cuesta arriba, ya que, como hemos ido mencionado, los trastornos de la emotividad y la afectividad hacen acto de presencia por las crisis hormonales y los desequilibrios glandulares que tienen lugar en esta etapa del ciclo vital. Muchas personas afrontan mal el envejecimiento y viven amargados por la pérdida del vigor juvenil, más que por la pérdida de la juventud.
Igualmente, no es raro observar cómo la persona mayor va retirándose y dejando de ser protagonista en situaciones, que aunque le siguen siendo de su competencia, no se siente capacitado ni para realizarlas ni para afrontarlas, pero, es necesario ser protagonista de todos los minutos de nuestra vida en cualquier etapa en la que nos encontremos, ya que la experiencia de envejecer es hoy inédita. No tenemos modelos válidos ni referentes adecuados, salvo los que nosotros mismos nos vayamos creando. ¿Es que envejecemos hoy igual que nuestros padres o abuelos? Evidentemente no y es por eso por lo que los que ya llegan a esa “edad crítica” han de ir abriendo camino y desmitificando todos los actos que llenaron de mitos las acciones y el resto de la vida de nuestros padres y abuelos.
Hoy conviene tener bien entendido que la información brinda una mejor comprensión de los procesos de envejecimiento y de los cambios y transformaciones que ello (envejecer) implica, pero lo realmente fundamental es “desaprender” (permítaseme esta palabra) los prejuicios, mitos e ideas erróneas acerca de la vejez que están instalados en la cultura de la sociedad. Tenemos así dos caminos bien distintos: uno, tomar la vejez como un obstáculo para seguir viviendo, o, dos, aceptar y reconocer esta etapa como otra que hay que vivir y llenar de lo suyo para que sea una puerta abierta a nuevas experiencias, sensaciones y vivencias activas y gratificantes. ¡ Hay que cambiar el chip!


MITOS Y SEXUALIDAD

Por mucho que la sociedad insista machaconamente que ha mirado y mira por que el anciano viva cada vez más integrado en su sistema, ocupando la parcela que por estatus, por edad y por ciclo vital le corresponde, he llegado a la conclusión de que no lo logra por seguir manteniendo errores básicos desde la raíz, que parten de la misma confusión a la hora de la formación e información cultural, axiológica (valores) y de género, que nuestros adultos mayores han tenido.
Difícil va a ser cambiar la cultura ancestral que ha mitificado la sexualidad en nuestros envejescentes si antes no eliminamos, precisamente, esos mitos que evitan desarrollar esta parcela cultural convenientemente, con las suficientes dosis de paciencia y esperanza que logren despertar las actitudes en cuanto a la vivencia de la cultura sexual.

No es de extrañar que nuestros mayores dejen a un lado su sexualidad plena, o la vivan de forma muy precaria, si juzgamos sus acciones por los mitos y prejuicios inculcados a lo largo de las generaciones. ¿Qué se puede pensar a los 60 ó 70 años si nuestra vivencia sexual ha estado basada en que las relaciones sexuales querían decir ineludiblemente “coito”, porque se entendía que éste era la única relación sexual completa? ( Error)

¡Cuántos hombres se sienten mal porque se espera de ellos (el hombre es el macho... superman...) que en sus relaciones sexuales, para que sean plenas y completas, han de tener siempre una erección y, por lo tanto, coito y eyaculación! ¿Qué hace en este caso la cultura que dictaminó esto, con los hombres que a partir de los 50 años no pueden conseguir una erección completa? ¡Machacarlos y hundirlos, puesto que ya no dan la talla y se separan del modelo establecido! ( Error )
Estos errores (mitos, estereotipos) formaban parte, y aún lo forman, de las creencias de la sociedad en materia sexual. Pero todavía podemos ir más allá en la descripción de otros mitos que, como en el capítulo anterior decía, destruyen la posibilidad de seguir viviendo la sexualidad adaptada a los momentos, circunstancias y etapas que nos toca vivir.

Ya que el coito es la conducta heterosexual más placentera ( Error), las mujeres gozan en su mayoría con la penetración ( Error). Este modelo de pensamiento sigue muy generalizado y es por lo que cada vez más llegan a terapia mujeres de todas las edades argumentando frigidez, anorgasmia o simplemente desgana y “malos rollos”, como dicen las jóvenes, a la hora de mantener relaciones sexuales (hipoactividad). Además, la relación de pareja se ve afectada tan negativamente por el clásico “si no llegamos al coito es porque no me quieres”. Error monumental muy extendido, ya que se entiende y se confunde coito con el amor. No es difícil entender que toda esta serie de situaciones se dan y se mantienen en nuestra cultura porque inconscientemente medimos las vivencias sexuales en términos cuantitativos, usando como escala de medición, única y válida, el orgasmo.
Cada vez se hace más claro y evidente (¡llegar a esta conclusión también me ha costado lo mío!) que nuestra sexualidad, término mucho más amplio de lo que creemos, como actitud, como modo de comunicación y expresión de sentimientos y afectos, se validaría en el tiempo si no se genitalizara tanto como lo hacemos. Cada etapa de la vida no invalida la anterior, pero ha de actualizarla con nuevos modelos para amoldarlos a la vivencia del “aquí y el ahora”, porque para desarrollarnos como personas, como hombre y como mujer, con el respeto del tú y del yo, nos necesitamos; es primordial el salir hacia el otro con nuestro conocimiento previo de autoconcepto adecuado para poder amar, entender, sentir y tener placer, porque ahora, con más de 50 años, se va haciendo casi imprescindible conseguir esa vivencia en común que de jóvenes podíamos cuestionar y ahora, repito, necesitamos para vivir. Si no soy en el otro y el otro es en mí es fácil que la soledad nos asalte. Me refiero al cultivo del rico mundo de emociones del hombre y la mujer con un pacto mutuo para descartar el dominio y la sumisión, con reciprocidad de derechos e igualdad dentro de la pluralidad como persona.
Una vez más creo dejar de manifiesto que los mitos, los clichés, los estereotipos sociales, no hacen otra cosa más que limitar nuestra sexualidad, adelantando de esta manera la dejación de sus funciones, convirtiendo la “edad crítica” en la edad del “ya no”. ¿Es posible cambiarnos, elevar nuestros cerebros a otras acciones encaminadas a eliminar estos mitos para convertir esta etapa en la de “aún sí, pero con adaptaciones”?
Estas cuestiones se pueden contestar reafirmando una nueva ética adaptada a la realidad que nos indica la ciencia de la Sexología. Se hace necesario, pues, establecer unos valores indispensables para la vía de comunicación ante la sexualidad. Según el Prof. Puerto Pascual, estos valores, que cito a continuación, lograrían ser el vehículo integrador de una buena relación activa y vivenciada sin lagunas:
V A L O R E S

- AMISTAD - COMPRENSIÓN - MADUREZ

- LIBERTAD - SINCERIDAD - COMPROMISO

- RECIPROCIDAD -PLACER MUTUO - SALUD

- IGUALDAD - REALIZACIÓN - COMUNICACIÓN





No obstante, he detectado en mis entrevistas con personas mayores (65 a 75 años), que hay valores de los mencionados en el cuadro anterior, que no han formado parte del bagaje total de sus vidas, por haber vivido en “esos tiempos en los que el hombre es el que hacía y deshacía a su antojo” y la mujer estaba en un segundo plano, por lo que no eran Iguales, ni podían Realizarse, ni compartir el Placer, ni disfrutar del valor más básico: ser Libres.

Tal vez, y de nosotros depende, de ahora en adelante y sin perder más tiempo, que la educación no diferenciada por el sexo con el que se nace, articule en el futuro las auténticas reglas del juego para que posibilite que los valores que deben crear la urdimbre básica vital, sean vividos por todos en igualdad de condiciones.
Es impensable, con el desconocimiento de esos valores éticos, suponer que las personas hayan podido vivir adecuadamente y libremente, con la formación necesaria, cada una de las etapas (desde la infancia hasta la vejez) precisas para ir asimilando conocimientos que desemboquen en la integración adecuada de las parcelas, no sólo en cuanto a sexualidad, sino con referencia a cualquier otra área de conocimiento. Así que con esta base insuficiente, se hace muy difícil que la persona mayor asimile los cambios necesarios en su actitud para pasar adecuadamente del “Primer Lenguaje de la Sexualidad al Segundo Lenguaje, más pausado y preocupado por las necesidades del otro” (Prof. C. Puerto).
Por otra parte, un dato constatado y una variable a tener en cuenta en el resultado de esta tesis, es que el nivel cultural de las mujeres, en particular, que han sido encuestadas, era medio-bajo, lo que hace inferir que la dependencia total de la mujer hacia el hombre marcaba bastante la forma de pensar y la escasa capacidad de decisión a la hora de afrontar retos y demandas en su realización como persona.
A pesar de las dificultades que en algunos momentos encuentro a la hora de abordar la temática de la Sexualidad en la Tercera Edad, reconozco que tenemos armas adecuadas para ir cambiando, poco a poco y respetando los “tempos” de cada persona, las actitudes de nuestros mayores con el fin de conseguir que realmente sean conscientes de que la sexualidad no sólo no les está prohibida, sino que pueden ser capaces, con ayuda, de vivir unas relaciones sexuales auténticas en el ámbito de relaciones personales y de una manera realizadora. Tal vez porque, aunque lo olvido con frecuencia, la sexualidad en la madurez y también en esta etapa que nos ocupa, no está exenta de momentos de crisis porque no es un proceso lineal.
Puede ser que con la experiencia de los años y aunque el equipaje no sea todo el adecuado para intentar abordar el tema desde la suficiente madurez, precisamente esa experiencia pueda dar otros elementos o ingredientes adecuados para comenzar a aprender a disfrutar de la sexualidad completa. “El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, las dos se transforman.” (Carl Jung, Psicología del inconsciente, 1916).
No seré yo el que niegue la posibilidad de un cambio a tiempo en las personas en el uso de su libre decisión. Si este siglo se caracterizará por el “aumento triunfante de la duración de la vida”, también se caracterizará por que esa extensión del tiempo puede dotar a todos de nuevas posibilidades para aceptar cambios en nuestra vida que traiga un nuevo “olor a rosas”.





AMOR Y SEXUALIDAD

Si hay algo que con más anhelo busca el ser humano, aunque no seamos conscientes de ello, es que te quieran y tener a alguien a quien querer, a quien amar y volcar todos los sentimientos que emanan de lo más profundo del corazón. Es necesario sentirse querido y querer. Que te comprendan e intentar comprender. Pero no se ama igual en todas las etapas de la vida ya que el amor está siempre en un proceso dinámico de cambio y por tanto adopta formas diferentes dependiendo de las circunstancias, del momento y de la evolución de madurez de la persona.
No nos debe extrañar este argumento pues es razonable pensar que como sentimiento perteneciente a la esencia del ser humano, a la esencia de la persona, la va acompañando a lo largo de la vida, apareciendo y desarrollándose en la medida que su poseedor es capaz de enriquecerlo y vivirlo de acuerdo y a la medida de la etapa del ciclo vital en el que se encuentre.
En la vejez, el amor ha debido madurar; ha pasado de la intensidad, el apasionamiento, al predominio del cariño, al afecto, la dependencia mutua y la amistad, reforzándose así los lazos más duraderos por la ternura, el apego, la confianza, la lealtad, la intimidad, el compromiso. Con esta base sería más fácil la adaptación paulatina de la misma sexualidad a esta nueva etapa a consecuencia de que, precisamente por esa integración de elementos existentes en aquellas anteriores (etapas), debería asimilarse que la sensación agradable del placer sexual pasara a ser de una forma global. Por Global se entiende aquella sensación “que se difunde difusa por todo el cuerpo, suave, deliciosa, como si todo el ser se abriera al placer, sin dejar nada fuera.” (C. Puerto. Curso Monitores E. Sexual Nivel II). Ahora, ya se deja la genitalización exclusiva, se focaliza el placer por todo el cuerpo y se valora el todo frente a las partes.
Los envejescentes que han llegado a esa comunión, aunque necesitados de adaptarse a los cambios que supone entrar en esta edad, pueden afrontar juntos las nuevas maneras de vivir su sexualidad. Evidentemente no se trata de limitar ni restringir la relación sexual, sino aclimatarse y afrontar que su madurez les invita a dar otro paso que deben conquistar activamente, pasando del Primer Lenguaje que vivieron en etapas anteriores, o por lo menos así debería haber sido, consistente en actos llenos de impulsividad, cuasi agresivo, rápido, imperioso, descontrolado, centrado en la zona genital, repetitivo y casi siempre poco creativo, preferido sobre todo por el hombre, a ese Segundo Lenguaje que se caracteriza por la preocupación de las necesidades del otro, por estar centrado en todo el cuerpo, abierto a múltiples expresiones, buscado y deseado por los dos, respetuoso y tierno, y además, es reposado sin dejar de ser lúdico.
Creo que queda de manifiesto que este tipo de actitudes ha de cultivarse, formarse, hablarse, practicarse, porque, y permítame parafrasear a Erich Fromm, “... el amor es una actividad interna que implica la preocupación viva y el continuo cuidado por la vida y el bienestar de la persona amada, el sentimiento de responsabilidad genuina por sus necesidades y el respeto a su individualidad. El amor está reñido con la pereza y la apatía.”


Por otro lado no puedo dejar de reflejar la otra cara de la moneda. Aquellos que, cometiendo la mayor locura anacrónica, no aceptan de ninguna forma su nueva situación y tratan de mantenerse jóvenes, resistiéndose, por lo que se pierden lo mejor de la vida. No cabe malinterpretar la palabra joven. En este caso la persona mayor se equivoca, porque una cosa es ser vital, mantenerse activo, con sueños y planes, ser juveniles y otra bien distinta es querer ser lo que biológicamente es imposible: Joven. Lo peor de tener 70 años es querer vivir como si tuvieras 35.
Estas observaciones nos deberían hacer pensar que tal vez tengamos una obligación moral con nuestros mayores a la hora de hacerles conscientes del potencial que pueden tener si logran adaptarse a este ciclo/etapa de su vida porque, como he repetido en varios apartados, aún se debaten con la información distorsionada o falsa que recibieron de sus padres muchos años atrás. “La jubilación es un peligro para quienes no saben jugar, aprender y amar.” (Frank S. Pittman III. Momentos decisivos. 1998).
No nos jubilamos nada más que del trabajo y es por lo que se debe tender a seguir viviendo con mayores motivos que antes y nada ni nadie tiene derecho a negar la capacidad de decisión de la persona mayor y por extensión a las decisiones sobre su sexualidad sana. Si negamos esto somos los primeros que comenzamos a elevar un alto muro que dificulta la comprensión ante nuestra propia sexualidad. Por lo tanto podemos hacer extensivo el amor, no sólo a nuestro otro, a nuestra pareja, a nuestras relaciones, sino también amor a los valores inalienables y no negociables que conforman y realizan a la persona humana. Amor, deseo de seguir siendo nosotros y poder expresar con libertad y de acuerdo a nuestro rango axiológico la sexualidad como parte integrante de nuestro ser.
Asimismo y sin olvidar la cultura de la que se proviene, carente de verdaderos objetivos realizadores, intentaremos que el “viejo”, (supongo que a estas alturas no seguiremos dando un sentido despectivo a esta hermosa palabra) intente lograr una Resignificación, que no es otra cosa que intentar volver sobre acontecimientos anteriores, por ejemplo a los modelos de sexualidad, acontecimiento generalmente traumático o cuanto menos conflictivo, para poder efectuar una re-lectura que permita una nueva re-ubicación menos dolorosa. Creo sinceramente que no hay otra fórmula más que la formación y la información de forma casi personalizada, por tener en cuenta el ámbito sociocultural y sus circunstancias personales.
“ Cuando el amor fracasa sin remedio, se desfigura y se convierte en la imagen inversa del enamoramiento. Es realmente sorprendente la intensa aversión o el asco que muchas parejas rotas sienten el uno por el otro”. (L. Rojas Marcos. La pareja rota.) Aunque siga insistiendo sobremanera en los aspectos citados de la formación y la información, hay otro que no podemos adicionar con nuestra insistencia de terapeutas o de formadores. No es raro ver a estas edades parejas desencantadas por una mala relación de conjunto a lo largo de toda su vida, situación que hace verdaderamente difícil adaptarse, con la paciencia requerida, a las nuevas situaciones que requiere la sexualidad en esta etapa. Este desencanto trae consigo el enfriamiento del amor, o lo que es lo mismo, la trágica indiferencia a lo que le suceda a la pareja. La pareja ha agotado su capital emocional al no haberlo recargado con la energía de una vida sexual estimulante, con la fuerza de la confianza o con la intimidad afectiva lo que lleva a no aceptar ni a integrar los cambios normales que se experimentan, por lo que el distanciamiento y la falta de amor son dos de los motivos o razones más comunes a la hora de valorar las actitudes por las que la pareja no vive adecuadamente su sexualidad.
Queda suficientemente demostrado que el amor y la sexualidad, llegado su momento, no se pueden separar, por ser el camino adecuado, el vehículo operativo que lleva a las personas a un mejor entendimiento y adecuación en las actitudes que necesitan de la comunicación para su desarrollo. Los conflictos y cambios que emergen inevitablemente a través del tiempo necesitan ajustarse creando crisis de cambio que se pueden superar, precisamente, con comunicación, amor y la serenidad que, en principio, nos dan los años.

La erótica es invención, variación incesante... En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la Imaginación.

(Octavio Paz, escritor)

Sí me gustaría que quedara bastante claro que a parte de desarrollar un amor que comprenda y que comparta, es necesario saber que es cierto que la sexualidad cambia con los años; se necesita asumir que ahora se vuelve menos perentoria, que requiere más tiempo y más caricias y precisa que todos aceptemos los cambios del otro sin críticas. Va a depender de nosotros exclusivamente el desarrollo de una mejor y más sana vida sexual porque la enfermedad física y el cansancio son poderosos enemigos del placer, pudiéndose convertir uno mismo en un talismán adecuado para combatir estos síntomas y males que nos pueden abordar. La vida cotidiana está atravesada por preocupaciones de distinta índole y si estas toman todo el espacio, nuestra capacidad de sexualidad disminuye hasta desaparecer con el tiempo. Intentemos que vivir en pareja en estas edades y en todas las demás no sea escenificar “una unión impostora ante el mundo” (L. Rojas Marcos).
No sería bueno, desde nuestra perspectiva, dejar de haber asimilado que el acto sexual es verdaderamente complejo. “Compromete en igual medida el cuerpo (todo él, con lo que eso conlleva), la mente, las emociones, los permisos, los prejuicios... Cada persona es estimulada de un modo especial y variable por la visión de un cuerpo sugestivo, por la confianza de un compañero o compañera de tantos años, por la caricia de zonas sensibles, por los sentimientos, por las fantasías, por la disponibilidad y por el estado de salud”. (S. Blasco. Una etapa vital. Menopausia). Pero nos enfrentamos a un problema que entre todos hemos de intentar solucionar. Ese “todos” se refiere a sacerdotes que formen convenientemente y con una ética renovada, no castrante como hasta hace bien poco, profesores, terapeutas, y cualquier persona como poseedora del bien/valor de la sexualidad. Ese problema al que nos enfrentamos es la dificultad severa en integrar y aceptar que nuestro cuerpo sigue siendo erótico (deseante y deseable) pero que por el peso de la represión, por las prohibiciones que heredamos, por los miedos que aprendimos y por la gran desinformación de los cambios corporales que experimentamos, somos incapaces de que los prejuicios y mitos desaparezcan. Aboguemos por que se eliminen aquellos prejuicios de base que incluso hacen que el varón crea que es el autor del orgasmo femenino, lo que hace “catapultarlo a actuar compulsivamente, sin tener en cuenta ni los deseos de su compañera ni los suyos propios” (S. Blasco). Solo el placer conduce al placer. El encuentro sexual distendido garantiza excitación y mayores goces, por lo que la creatividad, el permiso, el juego, el buscar y el entregarse, son los mejores estímulos para mantener una sexualidad activa. Y amar...

“...creo que es bonito envejecer, si envejeces es que has vivido y vives. Si no envejeces es que ya estás en el agujero”

(respuesta persona mayor encuestada)

Pero si hemos visto mitos en cuanto a sexualidad, no es menos claro que hay mitos en cuanto a envejecer. El mensaje de este trabajo me gustaría que fuera positivo, de esperanza y es por lo que me gustaría terminarlo con una frase de J. Laforest en su libro Introducción a la Gerontología: “La vejez es experimentada de forma positiva cuando a través de ella el individuo continúa viviendo una experiencia de devenir personal al igual que lo hacía en las etapas anteriores de la vida.” Entendamos, pues, este devenir personal como crecimiento, progresión y auto-superación, para poder ser y vivir en contraposición a producir o tener más. Nuevas experiencias centradas en el sujeto.

BIBLIOGRAFÍA
BLASCO, S. (1999) Apuntes sobre sexualidad y menopausia.
FORNÓS ESTEVE, M. (1997) Sexualidad y vejez.
FRANK S. PITTMAN III. (1998) Momentos decisivos.
LAFOREST, J (1991) Introducción a la Gerontología.
LÓPEZ IBOR, JJ. (1976). El libro de la vida sexual.
MARTÍNEZ-FORNÉS, S. (1991). Envejecer en el año dos mil.
MEDEROS, A; PUENTE, A, (1996). La vejez
PUERTO PASCUAL, C. (1999) Apuntes curso monitor E. Sexual Nivel I y II.
ROJAS MARCOS, L., (1994) La Pareja Rota.

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