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lunes, 10 de diciembre de 2007

LA FORMA DE COMUNICAR, DE DECIR

Si en algo debe especializarse el Orientador Familiar, si algo debe conocer por encima de otras cosas, es cómo reestructurar los canales de comunicación. Hemos observado infinidad de veces que la COMUNICACIÓN, o más bien, la carencia de ella, es el principio de los grandes problemas del individuo, de la pareja, de la relaciones paterno-filiales, etc. Cómo comunicarse, la forma de hacerlo y el uso del pensamiento y las emociones de forma adecuados, tal vez sean el quid de la cuestión.



Quiero pasar a relatarles una breve historia, de autor desconocido, que puede ilustrar esta aseveración. Saquen sus propias conclusiones.



“Un sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretara su sueño.



- ¡Qué desgracia, Mi Señor! -exclamó el sabio-, cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.



- ¡Qué insolencia! -gritó el sultán enfurecido-, ¿cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!



Llamó a su guardia y ordenó que le dieran al sabio cien latigazos.



Más tarde, el sultán dispuso que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al sultán con atención, le dijo:



- ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.



Se iluminó el semblante del sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran al sabio cien monedas de oro.



Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:



- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porqué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.



- Recuerda bien, amigo mío -respondió el segundo sabio- que todo depende de la forma en el decir... uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.



De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas.



La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.