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miércoles, 29 de junio de 2011

Dependencia…Independencia

El tema de la Dependencia emocional que tratamos hace unas semanas en Onda Radio, en el 92.4 de la FM, ha suscitado dudas o por lo menos comentarios que me hacen abordar esta cuestión tal vez de una manera más clara y más concisa.

El punto importante y opino que muy positivo, es cuando comenzasteis a cuestionaros no la dependencia emocional, sino desde la perspectiva más positiva, desde la Independencia emocional, qué podía estar pasando y qué eran estos conceptos que entraban de nuevo en vuestras vidas haciendo mover un poco “vuestro árbol”. Ya es bueno partir del concepto contrario.

Esta parte positiva de la independencia emocional os ha trastocado algo vuestras bases culturales y paradigmáticas porque hasta comentáis si es posible que esa independencia por la que abogamos no puede hacernos insensibles a las emociones de los demás y convertir el esfuerzo empático que a veces hacemos, en una situación nada necesaria para convivir.

Nada más lejos de la realidad y cuando salís de vuestra ilustrada vida y os zambullís en lo cotidiano, os embebéis de la realidad amarga y dura que os muestra al otro miembro de la pareja como el desconocido o desconocida que atenta contra vuestra razón de ser y que, por algún extraño hechizo, le seguís hasta rozar la anulación personal.

Independencia no es frialdad emocional porque si así lo fuera contradiría “el propósito que nos moviliza cuando buscamos la proximidad emocional y el contacto social”, como dice mi admirada Graciela Large.

Siguiendo parafraseándola, más bien se trata de empatizar con lo que le pasa al otro y saber qué te pasa y lo que sucede por estar sintiendo de esa manera, o sea, tener una visión micro y macro a la vez. Aunque os parezca difícil, se puede conseguir.

Emocionarnos, sentir, es lo que hace que toda experiencia genere un impacto en nosotros, ahora bien, para que se dé una huella significativa que nos movilice a una intención de nuevas posibilidades, llenando nuestra vida de creatividad, de imaginación, de colores y de aprendizajes, es necesario el soporte que te da una autoestima, un autoconcepto vinculado a valores personales. Entonces es posible la capacidad de confiar en nosotros mismos, en el otro y por supuesto en las relaciones.

No quiero dejar de comentar que hay quien pasa de la dependencia emocional a la rebeldía vital negativista y esta secuencia que parece defensiva, terminará por encerrarnos en una dependencia mayor hacia otras personas que aunque no sean tan aparentemente significativas, el conjunto de ellas, con el poquito de cada una, hace que se lleve la vida, con sucedáneos y pueda llegar a creerse ( a pesar del autosabotaje) que se vive muriendo para morir viviendo, como dijo alguna vez una amiga mía.

No cambiéis la dependencia de la que salís por otras, ya que eso será en vuestras vidas más de lo mismo y es totalmente enemigo del objetivo que en principio estamos trabajando para conseguir: ser inteligentes emocionales.

Juan José López Nicolás

lunes, 6 de junio de 2011

Parar el tiempo: apego y desapego


¿Qué nos hace permanecer en lo conocido? Arropados en rutinas de horarios, de relaciones. Pareciera que ellas nos mantienen en casa, en lo familiar.

¿Qué te hace negar volver a casa? Rechazando las raíces, huyendo de todo lo que te resulta conocido.

Apego y desapego… un péndulo, un estado, una tristeza escondida, una rabia proyectada.

Como en la canción “reloj no marques las horas”, en la que me imagino sujeto a las anillas, en un infructuoso intento de parar el tiempo, algunos de nosotros nos agarramos a cada extremo del péndulo.

Aunque la verdad, con los años te balanceas en los dos.

Cuando conoces la euforia del desapego, a la vuelta de la esquina te aguarda el apego. A veces es una cuestión de juventud, donde el desarraigo parece una necesidad. Y a medida que te haces mayor, te aproximas a la otra opción. El apego parece reconfortar de malos presentimientos.

Parece fácil permanecer en lo conocido cuando el control que has inventado, a la larga es un aliado que evita ponerte aprueba en aquello que eludes. El apego es un buen escaparate para esconderse.

Abordar la responsabilidad de un cambio, del avance. Salir de la inercia y transformar el estado de latencia, de tristeza, tan propio del apego, tiene un enorme riesgo.

Es preferible ir metiendo debajo de la alfombra todo lo que pueda ser confrontado. Mirarte a la cara, en el espejo de tu tristeza, parece presagiar el cruce de un círculo mágico que te protege de algo invisible. Resulta inabordable para la mayoría de nosotros.

Cualquier crisis que te lleve a mirar al apego, a revisar la identidad que se suprime a sí misma desde la negación de la propia fuerza, se convierte tan sólo en un impulso momentáneo cuando se encara al dueño y señor de la casa. Ese que se esconde en la costumbre. Los hábitos, los horarios, las rutinas, lo conocido, encuentran en el pesimismo su mejor aliado y en las circunstancias adversas la permanente disculpa.

La canción es la misma con el desapego. Ambos se dan de la mano en no ser. Quien se vive sin referente y niega lo esencial, es presa fácil para la envidia. Esa búsqueda inútil de ahorrarse el esfuerzo de ser quien realmente eres para vivir de prestado.

Te pones trajes que te quedan estrechos, o muy largos. Simplemente no te sientan bien. No eres tú. Te producen el empacho de quien se indigesta con un conocimiento que no digiere, que no hace suyo. Una máscara de carencia escondida en una falsa libertad. Un desarraigo que se olvida del origen para terminar perdido y aislado.

Apego y desapego, hermanos de lo mismo. Un necesidad de abrirse al cambio. De reinventar las ataduras que siguen sujetas en ambos extremos del péndulo. Invenciones en sombra que esconden nuestro máximo potencial.

Y no hay nada que ate más que aquello que no consigues ver con buenos ojos.

Artículo de Graciela Large,
Experta en Comunicación
y Terapeuta de desarrollo personal.
Creadora de la página Comunicación en pareja

miércoles, 1 de junio de 2011

Visión de la relación de pareja.

En este tema voy a distinguir varias partes a la hora de su análisis:

1- Concepto de amor.
2- Teatro y carnaval.
3- Caída del telón.
4- Miedo.
5- Renacimiento.

1. Concepto de amor.
Estamos hablando de un concepto multicultural y multieducacional, por lo tanto no tiene porqué coincidir en todas las personas y difícilmente en las parejas. Si se da en la pareja se llega a decir que se encuentra a la “media naranja”.

Al no tener el concepto homogeneizado en todas las personas, cosa que acabaría de un plumazo con la libertad de pensamiento humana, el encuentro de dos personas se convierte en el encuentro de dos conceptos de amor (entre otros muchos), que de forma general serán coincidentes, pero cuyos flecos actúan como dos carreteras que se encuentran en un principio y siguen sentidos distintos, y algunas veces opuestos.

Todos tenemos un concepto más o menos coincidente del amor en términos generales, pero nos diferenciamos en el “sentido” del mismo. Me refiero con el sentido al fin que pretendemos: lo mejor para uno mismo, lo mejor para mi pareja, mejora económica, tradición, miedo, etc…

Por lo tanto en un inicio de la relación cada uno mira a un punto distinto del horizonte, pero no precisamente al mismo. El horizonte es el mismo para todos pero no el punto concreto, este punto es fruto de nuestro recorrido en la vida(educación, experiencias, madurez, etc…) Hacer coincidir dos puntos en el horizonte se hace tan difícil como que dos personas nacieran con la misma cara, hasta los gemelos tienden a gesticular de forma distinta.

La base del fracaso de toda relación la encontramos en el egoísmo, en intentar convencer al otro de que tu punto elegido en el horizonte es el correcto y no el del otro. De lo que no nos damos cuenta es de que en los dos puntos del horizonte se dan las mismas sensaciones, amanece y atardece de la misma manera. Lo realmente importante es respetar el punto de vista de tu pareja y que ella respete el tuyo e intentar ver las cosas como el otro las ve para así generar una evolución conjunta.

Ahora bien, para poder tener esta experiencia es necesario adoptar un sentimiento amoroso global, es decir aceptar las imperfecciones propias y las del otro, que en un principio serán completamente ocultadas o camufladas por miedo a no ser aceptado.

2. Teatro y carnaval.
El inicio, el primer contacto se produce en el gran “carnaval” o “teatro” de la vida. El miedo social a ser reconocidos de forma real hace que todo el mundo ande por el mundo disfrazado o con alguna mascara teatral que represente el papel que queremos transmitir.

Por lo tanto en un principio se da un esfuerzo de ocultación de nuestros defectos (e incluso de nuestras virtudes). Con el objetivo de ser querido y aceptado para poder llevar a cabo nuestro “sentido” anteriormente explicado. El problema fundamental de esta teatralidad es que se da en los dos miembros de la pareja a la vez (en un 90%) y cuando nos cansamos de dicho esfuerzo empiezan a aparecer los problemas ya que ni uno ni el otro se ven como al principio, evidentemente...

3. Caída del telón
El carnaval, el teatro… termina con la caída de un telón que no se puede contener más tiempo. La función acaba como todas las funciones, cuando acaban los recursos imaginativos de ambos, y la idealización empieza a agrietarse. La verdad pasa a través de esas grietas y ambos acceden a la realidad de la persona que tienen delante, y es en este momento cuando se empieza a mostrar la verdad, antes camuflada. La verdad no idealiza a nuestro favor, es como es, creando sorpresa (por lo que vemos) e inseguridad (por lo que mostramos). Aquí se presenta el verdadero reto, cuando ambos se ven sin mascara teatral.

4. Miedo
Es aquí cuando empieza el verdadero conocimiento de la pareja y es aquí cuando la gran mayoría no vuelve a verse; prefieren y eligen libremente teatralizar las relaciones amorosas ocultándose tras máscaras teatrales que ofrecen seguridad ante el miedo al fracaso o la inseguridad.

Alguien diría que es un tipo de “amor” válido, como un juego que nos entretiene. Pero de ahí no pasa, no busquemos en este juego el acceso a la verdad o a la sinceridad absoluta. Encumbrar la apariencia nos aleja de lo verdadero. Es como si nos dan un regalo y no lo abrimos hipnotizados por el papel que lo envuelve, puede ser muy bonito, no lo dudo, pero ¿porqué nos cuesta tanto abrirlo y aceptar lo que hay en el interior? El teatro es bonito, pero el conocimiento de la verdad por poco que veamos o que sintamos siempre será más real, y esto a la larga llena más porque en esta infinitud, el telón nunca cae.

Si nos quedamos en la superficialidad de saltar de una relación a otra sin abrirnos, seremos como la rana que salta de piedra en piedra sin bucear. Perder el miedo a nosotros mismos y la confianza se convierten en la llave hacia una conocimiento superior.

5. Renacimiento
El grado de aceptación debe ser bastante elevado en la pareja para afrontar este “renacimiento” de la relación, en el que se prescinde de máscaras teatrales. Una aceptación tanto de la persona que tenemos delante como de nosotros mismos. A partir de esta aceptación se abre un nuevo campo de conocimiento en ambas direcciones, e incluso introspectivamente, viéndonos reflejados en la sinceridad de nuestra pareja.

Es evidente que el que no esté predispuesto desde un principio a dar este salto (¿al vacío? Entendiendo vacío como desconocido) tiene muchas papeletas de seguir en una indefinida teatralización de las relaciones dentro de un bucle constante. Este bucle nos hará felices e infelices de manera constante y cíclica, pero sin transcenderlo, sin ir más allá. Este más allá es lo que nos puede llenar completamente al trascender esa prisión formada por un bucle imaginario e idealista.

Rubén González