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martes, 26 de febrero de 2013

Poner la culpa en el otro


(Enfrentar problemas. Asumir responsabilidades.)

"La culpa es un sentimiento que duele, se siente feo en el cuerpo y en el alma. Tal vez por eso, los seres humanos tendemos muchas veces a poner la culpa y la responsabilidad en el otro.Parece que siempre hay un factor externo, humano o no, que es el responsable de nuestros propios errores y no siempre es así.

Es difícil enfrentar el error, el saber que nos equivocamos, que hemos sido nosotros y nadie más que nosotros los que hemos lastimado a alguien, ofendido, agredido, etc.

Como un mecanismo de defensa, uno tiende a pensar siempre que otro tuvo la culpa de lo que pasó, que alguien o algo es el responsable.
¿Por qué nos es tan difícil asumir nuestros propios errores? Dicen que errar es humano, pero admitirlo y hacerse responsable de ello pareciera que no mucho.
Sería interesante pensar por qué nos cuesta tanto mirar hacia adentro y asumir la responsabilidad de un error.Por más que duela, esto nos enriquecería más, porque sólo siendo consciente de lo que uno ha hecho, puede modificarlo.

¿No sería mejor hacerse cargo de un error y poder pedir perdón por ello? Estoy seguro de que sí; el hecho de hacerse responsable de lo que uno ha hecho nos hace también más humildes. Pedir perdón no es rebajarse ante el otro, por el contrario, es un acto muy grande, muy digno, que reconforta al que ha sido lastimado y al que ha lastimado también.

Asumir una equivocación nos acerca al otro, es como decirle "aquí estoy, con mis errores y limitaciones, éste soy yo". Si ponemos siempre la responsabilidad en los demás, es como estar en la vereda de enfrente a todos. Hay que cruzar la calle del orgullo, hay que unir las distancias que nos marca la soberbia. Así y sólo así estaremos realmente junto a nuestro hermano.

Es una realidad que, en líneas generales, en el mundo que vivimos tendemos a pensar que la culpa (aunque suene fea la palabra) la tenga el otro. Creo que este fenómeno que se está dando tiene que ver también con una gran dificultad en asumir responsabilidades, del tipo que sean. Parece que en ese sentido, hemos involucionado y nos hemos vuelto más reticentes a enfrentar una responsabilidad.

Por ejemplo, de lo malo que ocurre en el país, la culpa siempre es del gobierno, cual si fuera algo extraño a nosotros. No se nos ocurre pensar que, viviendo en democracia, ese mismo gobierno ha sido elegido por nosotros (o la mayoría en rigor de verdad). Más allá de que muchas veces es así, y los gobiernos no cumplen con sus promesas, sería bueno pensar qué partecita de esa responsabilidad nos atañe y lo que sería mejor aún, que parte, por pequeña que sea, podemos cambiar.

Si un niño tiene problemas en el colegio, nos es más fácil pensar que no tiene buenos maestros, que no le enseñan bien, que el sistema educativo es malo y tantas otras cosas. Y, más allá de que algunas cosas podrían cambiarse al respecto -es verdad- deberíamos pensar que el niño se forma primero en el seno familiar y de allí sale al mundo, con las armas que nosotros, como padres, le hemos dado.

Esta conducta también se ve en la faceta profesional o laboral. Repito, más allá que realmente haya muchas cosas que cambiar en el país, que muchísimas personas no tengan condiciones de trabajo dignas y que no haya oportunidades para muchos, en algo, por pequeño que sea, podemos llegar a tener parte de responsabilidad y si logramos verlo, podremos cambiarlo.

Quejarnos de no ganar un sueldo digno, de no tener una realidad laborar como la que creemos merecer es una triste realidad en la Argentina. Sin embargo, creo que en algunos casos, podríamos preguntarnos qué hemos hecho nosotros para lograr llegar al objetivo que perseguimos. ¿Hemos luchado por ello o nos ha resultado más fácil quedarnos con lo que nos tocó y luego quejarnos?

En todos los aspectos de la vida uno acierta y se equivoca. Somos humanos y así funcionamos. Creo que lo realmente importante es tener la suficiente apertura y humildad de corazón para empezar a ver nuestras propias carencias, falacias, etc. Proponernos mirar un poco más hacia nuestro interior y no salir a buscar la responsabilidad por ahí. Es probable que de muchas cosas no seamos los artífices pero de otras sí.

El orgullo y la soberbia no son buenos compañeros, no está mal aceptar que uno se equivocó, no es agachar la cabeza, por el contrario, es erguirla con el propósito de ser mejor. No se es mejor por no equivocarse, se es mejor haciéndose verdaderamente responsable del error y con la intención de cambiar.
Jesús nos enseño a ser humildes, esa humildad de corazón implica saberse cómo uno es: falible, débil, pero por qué no también lo suficientemente fuerte para asumir los errores y pedir perdón si es necesario.

Intentémoslo, miremos un poquito más hacia nosotros y nos daremos cuenta que asumiendo las equivocaciones en primera instancia, tratando de capitalizar lo vivido y aprendiendo de los errores creceremos mucho más de los que pensamos.
No se trata de tener una actitud culposa ante la vida, eso tampoco sirve ni enriquece, pero sí una actitud humilde y responsable.
Tratemos de hacernos cargo de nuestras cosas y ver primero qué parte de responsabilidad tenemos nosotros en aquello que nos molesta, incluso del otro, pensemos también qué actitudes generamos nosotros con nuestras conductas en las demás personas.

Creo que ése será un buen camino para crecer espiritualmente y acercarnos al otro, ya que en la verdadera humildad está la grandeza de espíritu."

No hemos de olvidar que cuando cambiamos nosotros cambia todo lo que nos rodea; si algo no ha salido bien en una planificación, en una labor, y otros han de opinar sobre ella e incluso son los que deciden si seguimos junto a ellos o no, no podemos repudiar ni dejar de contemplar la parte que en nososros ha tenido el efecto de causar esa reacción en los demás. ¿Qué he hecho yo para que el otro reaccione de esa manera?
Miremos nuestro interior antes de sacar las peores expresiones hacia fuera.

Extraído de la página

lunes, 11 de febrero de 2013

Te Amo cuando te escucho


Hace mucho tiempo que no consultaba los escritos de nuestra colega Graciela Large, y en este momento acabo de leer uno que desearía compartir con vosotros. Precisamente trata el tema de la Escucha, pero escuchar de verdad, de esa manera que solo sabe escuchar alguien que no está preparando una respuesta para arrojarte como un arma letal. De esa manera que solo sabe escuchar quien ama al otro, pero de verdad y no de esa manera que creemos que amamos pero realmente nos sentimos dependientes y no tenemos el amor con nosotros; ese amor que rompe las ataduras y te hace sentir libre amando a esa persona que elegiste. ¿Quiero querer o necesito sentir que quiero para no sentirme solo o sola?
Refexión obligatoria pero que no hacemos porque tenemos mucho miedo de encontrar la respuesta verdadera que tal vez no nos guste. Nos engañamos. ¿Nos engañamos?

También se refiere al Amor como instrumento facilitador y elemento acercador de posturas. Que os aproveche y a ver si os es útil.

"La disponibilidad es un valor esencial para acoger al otro y a uno mismo. Una actitud que necesariamente tiene doble dirección: lo hago primero conmigo y luego con el otro.
Un carril con sentido doble cuyo resultado es el Amor. Ninguna persona se siente amada si no hay escucha. Y la escucha es el resultado de ese matrimonio donde estoy disponible y te acuno. Soy permeable a tus palabras, a tu visión de la vida y a la autoridad que tienes sobre lo que quieres.
Es la incondicionalidad del amor cuando nos hacemos adultos.
Suena muy bien. Algo que en el fondo de nuestros corazones deseamos. Sólo que lo deseamos, lo buscamos y hasta lo exigimos para nosotros, sin saber que pedir lo que no estamos dispuestos a lograr, es un mensaje de carencia para cualquier persona y para la propia mente.
Es un mensaje agorero. Alguien vendrá, salvo que esperará lo mismo que tú. La insatisfacción será el virus latente que se encube en cada encuentro.
Si hay alguna exigencia en el amor esta sería la escucha. Una escucha donde jamás uno se pierde a sí mismo para justificar el miedo a la pérdida o el abandono. Entonces se escucha lo que nos hace bien, lo mejor para ambos, enfocados a encontrar soluciones y respuestas.
Si me acostumbré a la crítica, a callarme porque estoy enfocado en ver lo malo, y a no vivir desde lo mejor de mi mismo, mi persona desconoce la escucha como una herramienta del amor a uno mismo.
Una persona que se enfoca en la queja, el reproche y el juicio vive de espaldas a la escucha y no sabrá cómo darla a su pareja.
La Escucha como expresión del amor incondicional sabe que hablar de lo que está mal hace crecer el problema y lo sitúa dentro de las personas. Lo hagamos a solas o con otro. Dentro de cada uno están las respuestas y la solución.
Hacerlo es una pérdida de tiempo que aleja a las personas, polarizándolas, levantando murallas de frialdad e imposibilita encontrar salidas.
La disponibilidad que acoge se orienta a la aceptación de cualquier proceso, reconociendo que éste va unido a cualquier decisión o compromiso que asumamos. Y en ese proceso hay retos, situaciones que nos sacan de nuestra zona de comodidad, y la escucha permite poner el foco en nuestras fortalezas.
Amar incondicionalmente es un ejercicio de darnos y dar Escucha desde lo mejor de nosotros."