Es muy difícil acceder a la persona
doliente si nuestra actitud es de indiferencia y no sabemos hacer entender con
nuestro cuerpo y expresiones que comprendemos por lo que tiene que estar
pasando. Hay profesionales que a esto lo llaman EMPATÍA, pero según mi
experiencia, va más allá de ese concepto.
Es algo difícil de explicar pero
fácil de entender cuando formamos parte de la situación aún teniendo la
habilidad de estar en un plano lo suficientemente lejano para tener las
perspectivas adecuadas para poder ser ayuda y no formar parte de ese mismo
dolor que machaca el cuerpo y el alma. Hemos de reconocer la experiencia del
dolor. Pero que su dolor no nos atenace hasta el punto de incapacitar nuestra
relación de ayuda.
Nuestra situación es estar en un
escalón superior para poder observar quién necesita qué y qué necesita en el momento
adecuado. Nuestro silencio a veces puede manifestar mejor lo que queremos que
una palabra inadecuada que puede tirar por tierra toda nuestra labor para
conseguir el objetivo que nos identifiquen como “partícipes” de su grupo y no
como un elemento extraño que no tiene ni idea de lo que está ocurriéndoles en
ese trágico momento, aunque al principio es lo que normalmente piensan porque
no hemos aún tenido la oportunidad de trabajar esta integración con el “grupo”.
No somos ellos, no somos de los de ellos, pero podemos conseguir ser con ellos
y que nos acepten. Esto es importante.
De ninguna manera puedo pretender que
alguien sienta como yo sentiría ante su situación, por lo que es preciso que
tenga muy en cuenta que cada persona siente a su manera y que esa es la forma
adecuada de expresión ante la situación. No es correcto llevar a extremos las
reacciones que se deben sentir como una relación con orden de prelación ante
los acontecimientos de pérdida. Ahora debe llorar… Ahora debe enfadarse…Ahora
debe expresar ira…Ahora debe estar confuso… ¡No!
Puede pasar por las diferentes etapas
que todos deberíamos saber o no pasar por ellas. No nos empeñemos en que pasen
por ellas. Cada uno siente como siente y siente lo que siente cuando lo siente.
Hasta no sentir (aparentemente) nada en absoluto es otra forma de sentir y
hemos de ser hábiles para detectar en la forma en la que se está desarrollando
en la persona que tenemos delante. Como dicen varios autores, es importante
validar sus sentimientos como respuestas naturales a la pérdida, porque lo que
necesitamos todos es tiempo para procesar la información y los acontecimientos
(nuevos y a veces inesperados) que nos está tocando vivir.
Es fácil que veamos estos
acontecimientos de otros bajo nuestros prismas personales y subjetivos, bajo la
óptica de nuestras creencias y conceptos, lo que nos haría errar por presuponer
que ellos también tienen que pasar este trance como yo lo viviría. Insisto en
ello porque he vivido experiencias con compañeros que me decían que tal persona
no está viviendo de forma adecuada este momento porque no está experimentando
tal o cual cosa.
Dejémosles que sean exclusivamente
ellos y tratemos de saber ayudarles para hacer ese momento, por lo menos, más “tragable”,
más aceptable. Alentar a la persona a contar sus recuerdos es una buena manera
de integrarnos, integrar sus conceptos actuales en la realidad, e iniciar el
proceso siempre difícil de la aceptación y no confundirlo con la resignación.
Gran labor, importante labor e
ineludible la necesidad de aportar personas preparadas para ayudar en el
aspecto psicológico de los acontecimientos en las emergencias: Unidades de primeros
auxilios psicológicos, tanto en primera intervención como en segunda.