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jueves, 13 de septiembre de 2007

LA PAREJA: CRISIS DE SU IDENTIDAD


En artículos anteriores hemos ido dando datos sobre la destrucción del sistema conyugal. La pareja se destruye; el matrimonio deja de existir y se rompe, y cada vez más nos encontramos con una nueva situación familiar llamada MONOPARENTAL (más de 325.000 familias en España).

El culto a la plenitud personal casi exige la renuncia a la pareja si su funcionamiento reclama algunos meses de rodaje o una revisión general. Esto no quiere decir en absoluto que estemos en contra de que la individualidad no sea importantísima y se tenga que mirar por ella para el bienestar, primero, personal, pero esta situación llevada a extremos, como está pasando, hace que no "se aguante", que no se analicen espacios adecuados para defender a ultranza la existencia de la pareja aun cuando sea necesario hacer esfuerzos personales por mantenerla viva, siempre que exista el sustrato del amor en qué apoyarse y hasta hemos visto casos en los que "se ha perdido la fe en la pareja", incluso "se obliga" a poner fin a una unión si no se "ajusta con esta época que nos condena a la felicidad, cueste lo que cueste." (Jocelyn Dahan)

En estos tiempos actuales en los que hemos perdido una serie de valores, también van desapareciendo una serie de figuras ancestrales, unas negativas (lo cual está bien) y otras que nos eran bastante positivas. Los objetivos de las familias han cambiado e incluso se ha desplazado el interés por el padre al interés por los hijos. Tal vez estemos ante la desaparición del "pater familias" que ha sido destronado por sus propios hijos; ante la desaparición de la sociedad patriarcal convirtiéndola en la sociedad de los niños, de los hijos. Este punto de vista ante esta realidad nos hace necesario cambiar ciertas estructuras mentales relacionadas con la misma terapia familiar, la cual, en muchas ocasiones, no ha de ir enfocada a los subsistemas conyugales/maritales o de pareja, sino al subsistema parental: se infiere la necesidad de aprender ante estos cambios a ser realmente primero padres y despues...lo que venga.

Tal vez estamos en una etapa en la que tras una serie de situaciones que se dan en la pareja y ante la incapacidad de darles solución, desaparece el amor, pero realmente padres lo seguiremos siendo toda la vida. Nos hemos quedado con esa parte de la frase "...en la salud...para lo bueno y...".

Hemos perdido, casi con toda seguridad, la capacidad de frustración que no tiene el significado de "tragar", ni ceder hasta que explotes, ni dejar de ser uno mismo, razón por la que se considera conveniente que la paternidad/maternidad se ve obligada a evolucionar, a cambiar sus patrones y replantear la distribución de las funciones paternas y maternas como trabajo para los padres y las madres el siglo XXI. Aún así, la razón de ser del especialista en familia, del orientador familiar, cada vez tiene más base operativa, más espacio para reestructurar los desfases que se sufren en los ciclos evolutivos de las personas y para los que nadie, nadie, nos ha preparado.

En cuanto a la familia monoparental, estamos ofreciendo una imagen engañosa y unos mensajes que en teoría no deben ser ciertos, ya que aunque se haya dado una separación de los padres, la coeducación debe llevarse a cabo de forma conjunta, por lo que tal vez sea más propio hablar de hogar monoparental, ya que "la monoparentalidad da por supuesto que hay un solo progenitor cuando la realidad no es esa."

>"Educar solo a un niño no es en sí mismo un problema. Puede serlo cuando la monoparentalidad se acompaña de otras preocupaciones más graves (depresión, problemas financieros y profesionales...)" (Anne Lamy. del libro Un solo padre en casa)

No es nada raro que cada vez estemos más ante hogares monoparentales pon un motivo básico: cuando la pareja hace aguas, empieza a tener problemas y entra en crisis que no solucionan pero logran esquivarlas (volverán porque son crisis de repetición), es el momento ideal para un miembro de la pareja el tener un hijo en la creencia de que de esta manera se va a consolidar esta unión altamente deteriorada. Resultado: la crisis se superará o estallará. Es cuando estalla cuando vemos que la separación se hace una realidad y ya podemos sumar otro hogar roto en su conyugalidad por haber creído que la solución estaba en ese "niño parche"; personita que al parecer por sí sola iba a poder cambiar y unirnos sin el trabajo interior que se hace necesario para efectuar el cambio adecuado que nos lleve a una comunicación idónea.

JUAN JOSÉ LÓPEZ NICOLAS. Orientador Familiar

lunes, 21 de mayo de 2007

EL SUBSISTEMA CONYUGAL EN SESIÓN. (Funcionamiento de la pareja)


n nuestro ciclo profesional y clínico hemos podido entrever las características de las relaciones matrimoniales, entre marido y mujer, entre la pareja, que de forma aparente, libremente, ha decidido unirse para convivir, apreciando si estas son funcionales y sanas, y si permiten satisfacer sus necesidades sexuales, sociales y emocionales.

El subsistema conyugal es necesario que presente una limitación clara y bien definida dentro de la totalidad del medio estructural familiar y pueda ofrecer una protección a los otros subsistemas familiares. La comunicación interna marital o de pareja debe ser abierta y directa.
La calidad de las interacciones en la pareja debería dibujar una relación interdependiente de apoyo que constituye la promoción de la misma pareja a través de la individualidad para poder promocionarse a ambos niveles (individual y de pareja). Contrariamente, un subsistema insano o disfuncional presentará una limitación difusa que permite a los hijos interferir en las transacciones de la pareja o bien facilita, incluso, su intrusión. Hay personas que entienden de forma anómala, que el poner límites a las otras subestructuras, a los otros subsistemas, es abandonar y no cuidar, cuando de lo que se trata es de todo lo contrario: de poner unos límites claros llevados por el sentido común, el amor y todos los sentimientos positivos, para que cada estructura interna del sistema familiar funcione de la manera adecuada para ayudar al equilibrio dentro de los ciclos evolutivos naturales del propio sistema.

En estos matrimonios a menudo la comunicación está ausente, o bien, se caracteriza por su vaguedad, o por ser de tipo acusatoria o desvalorizadora. Las pautas de interacción, en estos casos, en la pareja reflejan una relación excesivamente marcada y gobernada por la dependencia o el dominio.

Al valorar el subsistema conyugal debe recordarse que la existencia de una alteración, no significa necesariamente la alteración del conjunto familiar valorado en su totalidad. En algunas familias uno o ambos padres han desertado, en ciertas ocasiones, de sus funciones maritales, pero las funciones parentales pueden permanecer intactas, totalmente funcionales y sanas. Para este tipo de parejas este tipo de relación es satisfactorio y el impacto sobre el sistema familiar es mínimo.
Sin embargo lo más frecuente es que el mal funcionamiento de la pareja refleje resentimiento y malestar hacia el resto del grupo familiar, produciendo, entonces, perturbaciones que se manifestaran en la totalidad de la estructura familiar. No se puede olvidar que el malestar potencial que permite llegar a una separación o divorciarse existe ya con anterioridad en el grupo parental. En estas situaciones la terapéutica familiar-marital es necesaria.



La obtención de información se focaliza en este caso al estudio de las intervenciones, interacciones conyugales y transacciones. La exploración inicial, (entrevista) en la mayoría de las ocasiones, permite extraer alguna valoración preliminar sobre las relaciones y su funcionamiento. Podemos saber si ambos están comprometidos en la misma función o solo uno de ellos, y también hasta qué punto éste queda aislado, y poco aceptado en su función, por parte del otro. Será también de interés, saber hasta qué punto el esfuerzo en la pareja de uno de ellos es abiertamente desvalorizado por el otro o si obtiene un apoyo manifiesto. Se debe valorar si la actividad de la pareja es adecuada a la edad de los niños y si al mismo tiempo que se les protege, se favorece una progresiva autonomía, y fomenta su creatividad, responsabilidad e iniciativa. Si no es de esta manera, tal vez estaríamos entrando en una sobreprotección , generalmente por parte de la madre, hacia los hijos.

En todas las familias, sea de la clase que sean, ya que han sido establecidas por un criterio de voluntad, sus miembros forman coaliciones más o menos duraderas, y estas ayudan y apoyan el funcionamiento sano de la familia. Los niños necesitan tener acceso a ambas figuras parentales y uno de ellos debe ser capaz de tolerar una relación univoca entre un hijo y uno de los padres si esta es sana. Pero debe considerarse también que, a veces una coalición de un hijo con una figura parental puede impedir y perturbar el funcionamiento de una estructura conyugal o de pareja. Las coaliciones que minan la autoridad son muy perturbadoras. Al analizar la comunicación existente, tendremos cuidado en establecer si están claramente manifiestas las funciones que a cada miembro de la pareja se le asigna y si los hijos las tienen bien asumidas, recíprocamente.

Es importante determinar a lo largo de las sesiones de Orientación, de forma cuidadosa, si se detecta una buena relación entre el lenguaje verbal y no verbal, entre lo que se dice y lo que se expresa con hechos, con actitudes. Al explorar la interacción entre la pareja y los hijos se anotará quién facilita y apoya las interacciones sanas de relación y quien las trastorna o las interrumpe bloqueando el proceso, siendo éste tanto el que podemos observar en la pareja como el que se desarrolla entre los subsistemas establecidos.


(Consultadas notas Congreso AEP 2000/Ponencias