Cada vez es más cotidiano
encontrar personas con un alto nivel de desequilibrio emocional. Un no sé qué que
queda y deja la vida en manos únicas del destino porque no tenemos ganas de
luchar. Nos sentimos mal porque la vida no nos acompaña en nuestros deseos. A
muchos les va perfecto y a nosotros nos va el camino cada vez de una forma más
lamentable. Y es que los problemas vienen a borbotones encontrando nuestro vaso
siempre medio vacío.
Los hechos externos nos marcan
y nos inmovilizan no encontrando soluciones a nada de los que nos proponemos,
ya que el aire se hace cada vez más escaso y no entra en los pulmones con esa
ansia que tenemos para respirar, con angustia vital porque no nos sale nada
derecho. No nos sentimos bien y cada vez nos va peor.
Es un círculo vicioso del que
no podemos salir (por lo menos sin ayuda) y parece que cada vez nos vemos más
hundidos y más inmersos en él…Necesitamos escapar y huimos andando grandes
distancias que no hacen otra cosa que acercarnos más a la realidad que no
podemos aceptar. ¡Qué mala suerte tenemos!
Es como el gato que se asusta
de su cola y huye de ella…Y cuanto más corría más se le echaba encima su
“propia” cola. Huir de él mismo era totalmente imposible.
No soportamos sentirnos así,
pero mantenemos el camino que nos hace estar en esas situaciones y entramos en
un victimismo que no nos ayuda absolutamente nada (en lo que te centras, lo
amplificas).
Vivir es complicado y todo lo
bueno no dura siempre, pero lo malo tampoco. Se alternan las olas en el mar y
hay un arriba y un abajo. Pero lo principal es no equivocarnos o pedir ayuda
para que alguien nos guíe en nuestro
necesario diálogo interno que acepte los desafíos vitales. Que marque el rumbo
adecuado en nuestra brújula energética para que podamos saber en cada momento
hacia dónde dirigirnos y cómo entablar las conversaciones con nuestro propio
yo.
La actitud es fundamental para lograr un empoderamiento que vislumbre
lo positivo ante la vida. Cambia mucho la situación si comenzamos a cambiar las
preguntas que nos hacemos: ¿Qué es lo mejor que te pasó ayer? (Positivo), en vez de qué cosas malas me pasaron ayer.
Las personas creyentes pedimos
muchas cosas a Dios, pero creo que algo que debíamos solicitarle con ahínco es
fuerza emocional para manejar nuestro propio estrés a medida
que aprendemos cosas nuevas y poder aplicarlas a la realidad, a nuestra
realidad de cada momento.
La realidad siempre es la de
cada uno y por mucho que intentemos huir esta nos acompaña, queramos o no y con
ello nos dice que nos enfrentemos a las durezas de la aventura de vivir.
Uno de los principios de la
Programación Neurolingüística (PNL) dice que podemos elegir cómo nos sentimos,
independientemente de los hechos “externos”.
Esperar que todo en la vida sea
un lecho de rosas es irracional y si se piensa así no trae más que frustración
y malestar cuando la realidad se hace presente en nuestras vidas y nos presenta
problemas que no sabemos cómo afrontar.
No es fácil, lo sé, pero sí
creo que se puede adquirir la capacidad de elegir con qué tipos de pensamientos
se alimenta la vida de cada día, de cada momento. “El dolor es inevitable, pero
el sufrimiento es opcional.”