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miércoles, 18 de abril de 2018

Aprender en Orientación Familiar

   Allá por el año 1999 decidí estudiar Orientación Familiar porque no me veía en mí; algo estaba desacompasado tan interiormente que no sabía qué pasaba al sentir una dicotomía entre lo que la vida me ponía delante y lo que aún no sabía que quería vivir. Era una sensación de vacío y de vértigo, de ganas de hacer y al mismo tiempo de apatía… ¡Qué raro me sentía!

Me llamó la atención eso de Orientación Familiar dentro de la corriente Sistémica y Humanista. Mucho más cuando supe que podía entenderse como un proceso de ayuda, encaminado a facilitar una dinámica familiar positiva, la solución de problemas y la toma de decisiones, además de potenciar y desarrollar los recursos familiares y que pretendía fortalecer y enriquecer el bienestar y la calidad de vida de las personas.
Pero había más, porque me informaron que trataba todos los problemas que puedan surgir en una familia y por extensión en los miembros que la componen, destacando las crisis en su ciclo vital y las situaciones de conflicto.

Y comencé a experimentar sensaciones al imbuir conocimientos relacionados con la asertividad, con la dinámica de grupos, con la empatía, con ver que la vida vivida a veces no tenía nada que ver con la vida querida, con aprender a relativizar, con la introspección seria y el análisis de la expectativas en la pareja, la sensación de una parentalidad adecuada pero carente de situaciones decisivas que me podían socavar hasta la propia personalidad y carácter.

Aprendí estos años de ejercicio que la Comunicación no es cosa baladí, sino más bien una necesidad determinante y decisiva para poder acercar criterios y posturas, nada que ver con las sensaciones de estrechez mental que en ocasiones destrozaba mi alma al no poder hacerme entender. Todo es cosa de dos y si uno se cierra es imposible establecer una comunicación eficaz creándose como enemigo una actitud rígida que precisamente no deja establecer ninguna pauta de negociación para acuerdos vitales de convivencia.

El profundizar en los inconvenientes que todo ser humano presenta en alguna etapa de su vida me ha hecho ver que somos capaces de obtener recursos y tomar decisiones personales y afrontar los problemas con amplitud de miras, no dejando que las necesidades de otro sean cárcel de tus propias voluntades o necesidades. Pero también he visto personas que se niegan a luchar por ellas mismas; personas que magnifican sus situaciones con grandes dosis de victimismo, gran enemigo, que impide verse uno como en un espejo, con la realidad vital ante tus ojos. La necesidad de mentirnos se hace evidente, pero hemos de desterrarla si queremos salir a la vida que queremos vivir de acuerdo a las circunstancias individuales personales.

He aprendido que las gentes empiezan a querer solucionarse los problemas de forma incipiente y que no hace falta tener grandes problemas enquistados para poder solucionar las bases que encierran las futuras problemáticas si no hacemos nada para caminar en las soluciones. Porque la Orientación Familiar, más bien, en familia, me ha demostrado que crea autopistas de entendimiento si está en la voluntad de todos los componentes del sistema y no aparece ningún quintacolumnista o aquella persona que, aunque extrañe, quiere hacer fracasar el éxito de las buenas pautas que se establecen, entre sesión y sesión, para equilibrar los sistemas relacionales. Y los hay, aunque siempre he creído que el amor que se siente entre los componentes de un sistema familiar debería ser el gran facilitador para dirimir pequeños problemas puntuales.

Pero cuando llegan a Orientación porque necesitan ayuda ves a personas que quieren, que necesitan encontrar una razón para efectuar los cambios que no saben que requieren, pero están abiertos, en disposición de aprender y son ellos los que hacen todo el trabajo, con esfuerzo, ganas y cuando ven luz al final la satisfacción no tiene parecido con nada que hasta ahora haya vivido. Y aprenden a hacer, aprenden a convivir y aprenden a ser, y yo también.

No es el objetivo ser perfecto sino saber y ser conscientes de los errores y elegir las herramientas adecuadas que hemos aprendido para detectar primero los fallos y paliar, mitigar o solucionar las situaciones a las que nos podemos ver abocados si no lo hacemos. Para ello, al final, he visto mejorar la comprensión de las características psicológicas y comportamentales de los demás.

Y lo que sí he aprendido es que la gente necesita ser escuchada, comprendida, entendida, y si le demostramos que lo hacemos les encaminamos a que ellos aprendan también a hacerlo, para que el abordaje de sus verdaderos problemas ellos mismos los entiendan y formen parte también de la solución, no solo de las desavenencias. Porque en la Orientación Familiar y la Terapia sistémica no hay etiquetas, no hay porqué diagnosticar, sino que buscas el problema y ves lo que se ha intentado para dar ese giro necesario de ciento ochenta grados. Y sí, eso es, he aprendido a escuchar, a observar todos los lenguajes, el verbal y el no verbal. Eso que tanto se ha dicho: la escucha activa. Y todo esto me ha servido para conocer cuales son las necesidades de la familia y tratar de ayudarla. Y jamás he visto más necesario incidir en algo tan necesario como es la gestión de las emociones.

He visto claramente que en los sistemas familiares no hay que buscar la patología, ya que muchas veces no las hay, sino que es un sistema que está funcionando de forma irregular porque las soluciones que se implementan no son las adecuadas. La forma: hacer lo contrario, entonces, de lo que hasta ahora se estaba haciendo.

Todos estos años han sido muy gratificantes para mí y he puesto mis conocimientos y mi corazón en intentar ayudar a familias, a padres que pedían consejos y orientación porque no se entendían con los hijos, a matrimonios que se querían separar, a otros que se separaban pero querían hacerlo de la mejor manera, a hijos que no entendían a los padres, a parejas que se querían pero algo les faltaba y ocurría entre ellos, etc. Y sobre todo, a la vez que ayudaba a los demás sé que he conseguido ayudarme a mí mismo y ese ha sido mi mayor éxito, aunque siempre estoy en el camino y sigo intentando mejorar en todas aquellas zonas erróneas que por aquel año 1999, ahora consciente, me movieron a estudiar en el bendito Instituto Superior de Ciencias de la Familia de Murcia.

Juan José López Nicolás

lunes, 16 de abril de 2012

Objetivos como Orientador familiar

En ocasiones se nos dice que un terapeuta, un orientador, un psicólogo, pueden hacer perder la libertad de la persona y dirigir su vida como si de una marioneta fuera, ya que las voluntades, los problemas y las emociones de una persona que acude a que le ayuden, no pasan por sus mejores momentos. Es capaz de creer que necesita al terapeuta para dar cada paso que necesita en su vida y tomar las decisiones que debe tomar. Pero yo niego rotundamente este pensamiento, esta actitud, o por lo menos no debería ser así, ya que el Orientador no debe ser otra cosa que un facilitador, alguien que alumbra un camino para que el cliente marche por sus medios, se reubique y vea luz “al final del principio de su camino”.

Nada puede seguir eternamente de igual manera siendo útil, si cambian las cosas a nuestro alrededor. Es decir, que si las cosas cambian y nosotros no cambiamos, ¡mala cosa!, o por lo menos, adaptación. Bajo esta premisa, y esto sucede en nuestro ámbito continuamente, el Orientador debe ser ese facilitador de cambios, un profesional que sepa leer entrelíneas las necesidades del cliente que se van infiriendo del relato de su propia vida e inquietudes en las sesiones que se mantengan.

Se hace de reeducador para que el agobio desaparezca y tratar los problemas con comprensión, empatía y no sin una pizca de enfrentamiento a las situaciones que perpetúan sensaciones afectivas dolorosas. Si somos orientadores debemos orientar, hacer conducir hacia el objetivo principal de volver a ver la luz y volver a caminar ante la vida con la actitud necesaria. Y no podemos olvidar que también somos acompañantes en momentos dolorosos, enfrentando al paciente con él mismo y con sus propias limitaciones, a veces, intentado bajar el nivel emocional para que sea posible la escucha y la comunicación eficaz en ambas direcciones, tanto entre los miembros del sistema familiar como entre clientes y Orientador.

Por todo lo antedicho, el Orientador familiar también va a intentar ajustar los malentendidos que provocan las heridas que alejan a las personas por una comunicación inexistente o ineficaz, intentando aliviar cargas y reforzar las relaciones frágiles para rescatar un trato comunicacional asertivo y coherente, que vaya más allá de las consecuencias obvias relacionadas con la ansiedad y la culpa. Y una de las claves va a consistir en no permitir que las circunstancias externas nos marquen un ritmo estéril que nada tenga que ver con los nuestros, con los internos, tanto los personales como los de pareja, es decir, aquellos que nos son trascendentales.

La pretensión no es otra que hacer recuperar sus propias capacidades, el equilibrio y dotar de recursos perdidos, olvidados, o adquirir nuevas habilidades para adaptarse a las circunstancias vitales de cada ciclo evolutivo que la persona necesita. Es, en definitiva, ayudar a ver la forma de que sean autosuficientes para direccionar de una manera organizada e integrada los planteamientos que piden ser cambiados o matizados, porque todo no vale siempre, y merece la pena conservar lo que queremos en nuestra vida, sabiendo introducir de la forma adecuada los cambios necesarios para vivir y sentir que, en la medida que se puede, somos los verdaderos artífices de nuestra vida.

Juan José López Nicolás

jueves, 9 de septiembre de 2010

CRISIS DEL CONCEPTO PAREJA

El culto a la plenitud personal casi exige la renuncia a la pareja si su funcionamiento reclama algunos meses de rodaje o una revisión general. Esto no quiere decir en absoluto que estemos en contra de que la individualidad no sea importantísima y se tenga que mirar por ella para el bienestar, primero, personal, pero esta situación llevada a extremos, como está pasando, hace que no "se aguante", que no se analicen espacios adecuados para defender a ultranza la existencia de la pareja aun cuando sea necesario hacer esfuerzos personales por mantenerla viva, siempre que exista el sustrato del amor en qué apoyarse y hasta hemos visto casos en los que "se ha perdido la fe en la pareja"; incluso "se obliga" a poner fin a una unión si no se "ajusta con esta época que nos condena a la felicidad, cueste lo que cueste." (Jocelyn Dahan)

En estos tiempos actuales en los que hemos perdido una serie de valores, también van desapareciendo una serie de figuras ancestrales, unas negativas (lo cual está bien) y otras que nos eran bastante positivas. Los objetivos de las familias han cambiado e incluso se ha desplazado el interés por el padre al interés por los hijos. Tal vez estemos ante la desaparición del "pater familias" que ha sido destronado por sus propios hijos; ante la desaparición de la sociedad patriarcal convirtiéndola en la sociedad de los niños, de los hijos. Este punto de vista ante esta realidad nos hace necesario cambiar ciertas estructuras mentales relacionadas con la misma terapia familiar, la cual, en muchas ocasiones, no ha de ir enfocada a los subsistemas conyugales/maritales o de pareja, sino al subsistema parental: se infiere la necesidad de aprender ante estos cambios a ser realmente primero padres y después...lo que venga.

Tal vez estamos en una etapa en la que tras una serie de situaciones que se dan en la pareja y ante la incapacidad de darles solución, desaparece el amor, pero realmente padres lo seguiremos siendo toda la vida. Nos hemos quedado con esa parte de la frase "...en la salud...para lo bueno y...". Hemos perdido, casi con toda seguridad, la capacidad de frustración que no tiene el significado de "tragar", ni ceder hasta que explotes, ni dejar de ser uno mismo, razón por la que se considera conveniente que la paternidad/maternidad se ve obligada a evolucionar, a cambiar sus patrones y replantear la distribución de las funciones paternas y maternas como trabajo para los padres y las madres el siglo XXI.

Aún así, la razón de ser del especialista en familia, del orientador familiar, cada vez tiene más base operativa, más espacio para reestructurar los desfases que se sufren en los ciclos evolutivos de las personas y para los que nadie, nadie, nos ha preparado.
En cuanto a la familia monoparental, estamos ofreciendo una imagen engañosa y unos mensajes que en teoría no deben ser ciertos, ya que aunque se haya dado una separación de los padres, la coeducación debe llevarse a cabo de forma conjunta, por lo que tal vez sea más propio hablar de hogar monoparental, ya que "la monoparentalidad da por supuesto que hay un solo progenitor cuando la realidad no es esa."

"Educar solo a un niño no es en sí mismo un problema. Puede serlo cuando la monoparentalidad se acompaña de otras preocupaciones más graves (depresión, problemas financieros y profesionales...)" ( del libro Un solo padre en casa de Anne Lamy)

No es nada raro que cada vez estemos más ante hogares monoparentales pon un motivo básico: cuando la pareja hace aguas, empieza a tener problemas y entra en crisis que no solucionan pero logran esquivarlas (volverán porque son crisis de repetición), es el momento ideal para un miembro de la pareja el tener un hijo en la creencia de que de esta manera se va a consolidar esta unión altamente deteriorada. Resultado: la crisis se superará o estallará. Es cuando estalla cuando vemos que la separación se hace una realidad y ya podemos sumar otro hogar roto en su conyugalidad por haber creído que la solución estaba en ese "niño parche"; personita que al parecer por sí sola iba a poder cambiar y unirnos sin el trabajo interior que se hace necesario para efectuar el cambio adecuado que nos lleve a una comunicación idónea.

Somos adultos y desde aquí pretendemos un espacio para la reflexión que nos ponga a trabajar, sobre todo a los hombres, para que dejemos de creer que los problemas que nos surgen en la pareja son únicamente problemas “de ellas”. Siempre formamos parte del problema y de las soluciones. Trabajemos, pues en este sentido del camino. ¡Vamos allá!


Juan José López Nicolás.

jueves, 5 de febrero de 2009

ESPACIOS PERSONALES EN LA PAREJA (comentario a una consulta)

La vida en pareja lleva consigo también la necesidad de espacios personales para cada uno de sus miembros. Esto significa que es conveniente y si me apuran, necesario, que cada uno tenga espacios de tiempo, de actividades, para desarrollarse como persona y aportar así elementos nuevos para poder enriquecer la relación. Pero a pesar de pensar muchos que lo antedicho es sano, no es raro ver cómo esta situación genera muchas veces temor de perder al otro cada vez que éste intenta buscar tiempos para sí mismo. Sólo cuando la pareja es capaz de establecer relaciones más profundas y significativas, de forma más sana, el miedo inicial desaparece.

Esto será así si los miembros de la pareja deciden trabajar cada uno por separado, por sí mismos, este aspecto que cohíbe la plena vivencia de la relación tal como generalmente se había planteado en el principio. Cada uno debería considerar trabajar para él mismo el nivel terapéutico de la carencia propia sin otorgar la necesidad de intentar que sea el otro el que “trabaje” para que la forma de concebir la pareja sea común y para que se haga lo que en consenso se decida y no para que “yo” siga haciendo lo que realmente quiero. Este aspecto es ese que tanto reconocemos del “cambia tú”.

Es fundamental que esto pueda darse en ambos integrantes de la pareja para que no surjan sentimientos de desigualdad e injusticia y abandono ante la posibilidad de contar con estos espacios personales.

Existen algunas parejas que establecen relaciones simbióticas (en las que ambos son como uno solo) que generalmente determinan un estilo de vida solitario, con pocas amistades, y en las que cada uno depende del otro. El riesgo de estas relaciones es la soledad de la pareja frente al mundo externo y la rigidez en este estilo de vivir hacia el interior de la familia y la pareja. Esto también puede ser vivido por algún miembro como una pérdida de su identidad personal, provocando sentimientos de rabia y frustración difíciles de enfrentar para ambos.

Es importante que la pareja entienda que cada uno va a poder aportar a la pareja, en la medida que cada uno pueda tener espacios y tiempos para realizar sus proyectos personales y desarrollarse como persona. Así la pareja podrá complementarse, aportando cada uno sus talentos y virtudes. En la medida que cada uno se sienta contento con su propio proceso de desarrollo podrá colaborar con su mirada optimista de la vida y aportarla a la relación. Esto es de ayuda en el clima afectivo al interior de la pareja. Si esto se suma a una buena comunicación afectiva y a la posibilidad de tener espacios para compartir, los sentimientos de abandono no estarán presentes. En cambio si la comunicación afectiva está poco fluida y existe distancia y poca disponibilidad de ambos para comunicarse, los espacios de cada uno serán vividos como una deslealtad y como un abandono por parte del otro.

Seremos libres y felices en la medida en que seamos capaces de ser auténticos y esto también implica límites y espacio para el compromiso real. La Psicóloga Pilar Sordo enfatiza: “Lo importante es que las libertades no se transformen en el desarrollo de los egoísmos."

Tal vez sea necesario recordar que Amar es otra cosa muy distinta a lo que muchos creen. ¡Si nos diéramos cuenta de las cosas disparatadas que se hacen en nombre del amor!

jueves, 5 de julio de 2007

ARTICULO SOBRE ORIENTACION FAMILIAR

SOY HOMBRE: YO NO SOY EL PROBLEMA




esde hace unos seis años, mi equipo y yo, estamos tratando casos de Orientación y Terapia familiar derivados por las Unidades de Trabajo Social del Ayuntamiento de Molina de Segura (Murcia), altamente comprometido y sensibilizado con el tratamiento del bienestar de la pareja y la familia. En todo este tiempo nos ha sido difícil encontrar un número alto de hombres que reconocieran que formaban parte del problema que se suscitaba en la pareja, en la familia.


Las estadísticas están muy claras: de las personas atendidas sobre un 20% son hombres y un 80 % mujeres. Ellas son más capaces de utilizar el hemisferio derecho del cerebro y nosotros (afortunadamente, no todos) más el hemisferio izquierdo. Ellas se permiten ser más niñas, más emocionales, más profundamente sentimentales, sin que esto signifique una merma en su igualdad en la diversidad. Somos distintos y tremendamente “más iguales” de lo que nos imaginamos y tal vez sea la educación machista la que ha hecho mucho daño en la forma de expresar las emociones y los sentimientos.


Sin embargo, como digo, aunque pocos son, hemos tenido la suerte (más bien es la suya) de encontrarnos con hombres que han decidido pedir ayuda junto a sus parejas o solos dejando atrás eso de “yo soy el hombre, no soy el problema; ni los tengo ni los causo. Es ella, que es como es.”


Esta actitud, este pensamiento claramente educacional, es contrario al sentido común y práctico de las relaciones humanas.


Voy a comentaros en este artículo lo que hemos oído, lo que nos han contado los hombres a lo largo de nuestras sesiones y en diferentes estadios de las mismas. Para simplificar, todo este compendio de sensaciones voy a ponerlas en la boca, en la mente, de un solo protagonista, de un solo hombre, al que llamaremos JUAN. A veces os podrá parecer en sus expresiones un profesional de la Psicología, otras, una persona atormentada sin una sensación de saber lo que quiere expresar (ambos extremos han recibido tratamiento), pero lo que interesa exponeros es desde el momento en el que hemos logrado que se “abran” y son capaces, “casi solos”, de ir describiéndote sus estados de ánimo antes y después de nuestro concurso, antes y después de ser conscientes de la necesidad de efectuar el CAMBIO que no creían que necesitaban (cambio 2).


Espero y deseo que os sirva tanto a profesionales de la Orientación Familiar como a profanos en la materia, pero actores y dueños, al fin y al cabo, cada uno de su vida y de su modo de vivirla.


Allá vamos:



“Sí, ahora creo que va siendo el momento adecuado para poder decirte aquello de lo que tantas veces me he arrepentido y es en este momento cuando voy sintiendo que en mi interior se va alojando un cambio, que aún no entiendo, pero está teniendo lugar.



Podía leer y releer libros de autoayuda; salir de mí mismo para identificar mis problemas, pero todo seguía igual. Por mucho que quisiera convencerme del camino que necesitaba para ser feliz, no lograba encontrar mi sitio, o el de los demás. ¿Dónde estaba yo y dónde los otros, los demás; aquellos a los que quería pero sólo conseguía distanciar de mi lado?



Mi pensamiento era un continuo bullir de ideas que no lograba quitarme de encima. Mi propia mente, mi amiga, mi mejor aliada, era el monstruo que se erguía entre la sensatez que podía dar a mi vida la relativa felicidad y esa otra parte de mí que no enfocaba adecuadamente ni mis ideas ni mis pensamientos. En definitiva era un yo que me hacía recordar a R. L. Stevenson y su Dr. Jekill y Mr. Hyde. Necesitaba salir de mi laberinto individual para obtener el gran premio de la convivencia descontaminada con los otros. Lo que tú llamas, creo, esa palabra tan rara que alguna vez me has dicho: homeostasis. Pero yo mismo me enredaba en mi propia red de emociones sin lograr desentrañar el punto de ruptura que necesitaba para que la noche y la niebla se disiparan en mi vida.


No contaba con que los problemas desaparecieran, sino con que mi actitud, mis recursos, mi “caja de herramientas”, tuviera las necesarias y mi consciente lograra coger la adecuada para reparar “las roturas” que se me presentaran durante mis diferentes ciclos vitales. Ya no veía mi propio problema. Todo eran problemas y no conseguía comunicarme. Por mi boca salían pensamientos verbalizados de los que me arrepentía nada más oírmelos. Pero no podía parar; no lograba romper el círculo, ese lazo que me atenazaba y cuanto más me movía más se apretaba por sí solo ( o por lo menos eso creía yo) Me encontraba mal y ni me quería ni quería, o por lo menos, no era capaz de demostrar cuánto amaba a mi pareja, a los que me rodeaban.



Tenía todos los ingredientes para ser feliz y no lo era. Estaba perdido, sin norte y a merced de lo puramente instintivo, de mis reacciones más primitivas... ¡Y creía que pensaba! Acudía a mi bagaje mental, a mis conocimientos, a mi experiencia de vida y nada me servía. Sólo podía cambiar si desechaba lo aprendido y lograba verme y ver los sucesos, mis propios sucesos, desde fuera, como espectador, sin juzgar. “Simplemente” observarme y ver con formas distintas un yo mismo desde fuera de mí. Debía salir del círculo vicioso con planteamientos nuevos. Dejar mi mente para que mi mente me dejara.


Cuando duele el alma se anestesia la razón y solo se ve ese túnel en el que uno se encuentra y que además parece que coinciden todos los problemas en él, afectando a uno de manera que mire a donde mire, no ve salidas. La razón y la ayuda externa son los únicos aliados para encontrar de nuevo el rumbo adecuado que te sitúe en el punto de equilibrio personal que todo ser viviente necesita (y anhela). Es ahora cuando voy conociendo un remedio para que los problemas, las discusiones, los enfados, las crisis, no tengan necesariamente que proyectarse en el otro, en mi pareja, en mis hijos. Sí, voy conociendo, pero hay que ver lo que cuesta, que la problemática propia se transfiere a la persona con la que estás, generalmente, a la que amas mucho y sin embargo se le “agrede” y culpabiliza de nuestros propios miedos, frustraciones y/o incapacidades para el autocambio.



Creo que es común pensar (ya no sé a veces lo que creo, me haces dudar mucho) que uno hace las cosas bien, las piensa y actúa correctamente, pero la incapacidad de nuestro verdadero deseo (ver conseguidos nuestros objetivos a medio-largo plazo) nos hace sacar de nuestro interior una fuerza negativa y por no ser capaces de autocriticarnos y autoculpabilizarnos ( perdóna, autorresponsabilizarnos) huimos de esa responsabilidad y atacamos: “¡anda que tú! Siempre estás con lo mismo, mírate tú y déjame a mí”




Tú, tú, tú; el eterno soniquete que predispone las situaciones más simples y carentes de verdadera importancia hasta convertirlas en discusiones serias; en verdaderas batallas campales en las que los daños directos y colaterales van deteriorando hasta la más profunda y bella relación.


Mi mente, mi ser, mi yo. Estos han de ser los principales protagonistas del verdadero cambio. El cambio verdadero y fructífero es desde dentro hacia fuera (¡qué equivocado estaba antes de darme cuenta de esto!) y no al revés, como comúnmente se cree, por lo que si elegimos la mala opción (no se tiene a veces la capacidad para verlo), desde fuera hacia dentro, lamentaremos toda la vida el querer cambiar al otro, al resto del mundo. No vemos que es más conveniente, y el verdadero reto, cambiar las propias actitudes. Si me es complicado retocar mi interior sería obvio pensar que más difícil es remodelar a la fuerza la forma de ser de otra persona distinta a mí. Y sin embargo luchamos hasta la extenuación y nos empeñamos en no trabajarnos (es un proceso y una elaboración) y conocer nuestras carencias, empecinándonos en que es el otro el que hace que yo no vea las cosas como quiero.

¡Qué difícil es autoculparnos y responsabilizarnos de nuestros propios actos!



Vivir debería ser el acto bello que todos queremos. Vivir es sentir que somos el ser que nuestra propia libertad responsable nos hacer ver, sin contar con que la propia vida es dura y más se hace si las riendas de nuestro propio existir están en manos de otro que no sea yo mismo. Siendo esto así, esta responsabilidad propia ha de llevarnos a vivirnos como los autores y actores de lo que hacemos, sentimos y pensamos, con la premisa importante e ineludible de aquel dicho griego: Gnoszi seauton (Conócete a ti mismo)



Ahora es cuando puede ser que empiece a sentir cosas que antes ni me las planteaba. Ahora es cuando vivo. Lo vivido es un bagaje que me forma pero no me construye totalmente. Mi sitio es mi ahora y lo pasado son vidas, momentos conscientes o inconscientes que intentan crear un yo presente distinto al que realmente debo ser. Si quiero ser con futuro preciso construir un ahora profundo, cambiando los errores en experiencias de mi conciencia que me hacen sentir cada momento del día con el objetivo prioritario de convertirme en buena persona. Pero no me pises porque soy un yo renovado por mi conciencia del pasado que reaccionará de forma asertiva ante cualquier hecho que me remolque a verme en situaciones pasadas.



Mis recursos de antaño no me sirven. He de llenarme de nuevas estrategias para afrontar situaciones distintas que me son nuevas y por lo tanto debo aprender a enfrentarme a ellas. He de hacerlo porque el mero conocimiento de los problemas (que es un paso importante y principal) no supone la solución de los mismos; si no me pongo en marcha, actúo, interiorizo y dejo de moverme en el maldito mundo de las ideas inmóviles, no avanzaré en mi primera P (Persona, Pareja, Padre)



Sí, ahora estoy aprendiendo que para ser en ti, en los demás, tengo la necesidad imperiosa de ser completamente en mí. Amarme para poder amar, comprenderme para comprender, aceptarme para aceptar y respetarme para poder respetar.



Cada vez que me pones enfrente del papel a escribir, es como si tuviera que analizarme y de hecho estoy sacando cosas de mí que jamás creí que pudiera sacar, ¡y eso que soy un hombre!”




JUAN JOSE LOPEZ NICOLAS. Orientador Familiar


Asociación Convivencia Familiar.

viernes, 29 de junio de 2007

LA ORIENTACION FAMILIAR: UNA RAZON DE SER





JUAN JOSÉ LÓPEZ NICOLÁS. Orientador familiar. Articulista de la página TERAPIA Y FAMILIA. http://www.terapiayfamilia.blogspot.com. Asociación Convivencia Familiar Rincón de Seca

domingo, 10 de junio de 2007

¿QUÉ HA DE OBSERVAR EN LA FAMILIA EL ORIENTADOR FAMILIAR?


Nuestro objetivo de trabajo, como Orientadores Familiares, se basa en la observación cuidadosa del funcionamiento familiar como dinámica relacional sistémica. Esta dinámica funciona de forma normal y operativa si el sistema familiar, tanto en el aspecto físico como emocional, al enfrentarse a las diferentes situaciones que se puedan dar (decisiones, tareas cotidianas, etc.) lo hacen y manifiestan de forma unida y consensuada.


Es necesaria la cohesión formal del sistema así como de los subsistemas que componen todo el entramado y la urdimbre familiar. Pero es imposible esta cohesión sin la armonía que supone mantener un equilibrio justo entre los intereses de cada elemento del sistema, cada miembro, en correspondencia con los de la familia, consiguiendo con esa interacción un equilibrio emocional totalmente positivo.

Soy consciente que sólo con la observación se nos pueden escapar detalles de importancia para llegar al resultado inicial de hacer un buen diagnóstico para saber si han de pasar a Terapia o con sólo ajustar “algún tornillo” de la maquinaria es suficiente ( empezar el tratamiento y terminarlo sólo con la Orientación). Para esto es interesante, como pequeña ( o no tan pequeña) ayuda, el cuestionario de funcionamiento familiar FF-SIL, que consta de sólo 14 items. (Ver ORTEGA VEITIA, Teresa, CUESTA FREIJOMIL, Dolores de la y DIAS RETURETA, Caridad. Propuesta de un instrumento para la aplicación del proceso de atención de enfermería en familias disfuncionales. Revista Cubana Enfermería, sep.-dic. 1999, vol.15, no.3, p.164-168. ISSN 0864-0319.)


Pero si interesa observar especialmente alguna variable que nos indique la disfuncionalidad de las relaciones, la estrella de los problemas, esa es la Comunicación, o mejor dicho, la falta de ella o la comunicación de forma inadecuada, entendiendo por tal actitud que no se dé en forma clara y directa. No hace falta decir, supongo, que introduciríamos las fórmulas de asertividad, respeto, etc. para que se den los espacios adecuados en los que se realicen las transacciones de forma idónea según la idiosincrasia de la familia que se trate.

No voy a explicar cada uno de los puntos a observar para llegar a un diagnóstico claro porque no es mi intención alargar mucho este artículo, pero si somos observadores y resumiendo, hemos citado de momento tres de las siete variables que consideramos oportuno revisar en toda familia que solicite nuestra ayuda: Cohesión, Armonía y Comunicación.

No es raro, pues, encontrarnos a familias totalmente cerradas con lo que la PERMEABILIDAD se ve ausente y por lo tanto pueden llegar a ser un sistema carente de la capacidad de abrirse y no brindar ni recibir experiencias de otras familias, de otras instituciones, de otras personas.
En este caso no es difícil apreciar tanto por su lenguaje verbal como no verbal, cómo la AFECTIVIDAD (5ª variable) puede estar bastante oculta, por lo que puede ser que los miembros de ese sistema familiar no tengan la capacidad, o sí, de vivenciar y demostrar los sentimientos y las emociones unos a otros.

En los años que llevamos mi equipo y yo trabajando, nunca ha faltado la familia que no hubiera que reorientar hacia los ROLES adecuados, ya que por diversas razones, se habían cambiado (en muchas familias monoparentales), se habían sustituido o simplemente alguien había renunciado a desempeñarlos. Sabiendo que hay normas tácitas que existen en toda familia, también damos por hecho que cada miembro cumple las responsabilidades y funciones negociadas por el núcleo familiar, por lo que si no es así, hemos de detectarlo para reubicar las situaciones y que se realicen los cambios que esa familia precise para que los roles, los papeles que cada uno ha de desempeñar haga que las relaciones se vean desde el sitio que corresponde.

Todas las situaciones que vive una familia vienen dadas por los ciclos evolutivos vitales de la misma en los que podemos siempre apreciar luces y sombras, pero por esa situación y para conseguir que el equilibrio de las relaciones se mantenga, no podemos dejar de observar la habilidad del sistema familiar para efectuar los cambios de estructura de poder, de reglas, de relación de roles, etc. para conservar la homeostasis necesaria: esta habilidad es la ADAPTABILIDAD. Ya tenemos las siete variables o campos en los que indagar para establecer la funcionalidad o disfuncionalidad de una familia y en qué variable hemos de hacer hincapié. Ya podemos empezar. Tenemos mucho que hacer.


JUAN JOSÉ LÓPEZ NICOLÁS. Orientador Familiar

jueves, 7 de junio de 2007

LOS SERVICIOS SOCIALES Y LA ORIENTACION FAMILIAR


o puedo con mi hija, mi marido, mi hermano, mi padre...

Este es el preámbulo de las entrevistas de la atención al público en los servicios sociales municipales. Es la frase más escuchada en los programas de familia de los últimos años. Cada vez son más las familias que vienen hundidas en sus propias arenas movedizas. No hay un agente externo que cause sus problemas, es su propia vida familiar, sus propias relaciones , el resultado de su trabajo educativo y de sus vivencias diarias.


Siempre se ha apreciado el miedo de muchos padres a tener problemas con sus hijos relativos al alcohol, consumo de drogas duras, malas compañías ..... etc, y la realidad es que a día de hoy, muchos de los problemas de los padres con los hijos y viceversa es su escasa o nefasta comunicación.
No sabemos comunicarnos, no tenemos tiempo para hacerlo, no estamos dispuestos a educar ni a ser educados por los que nos rodea y preferimos que sean otros (colegios, amigos, programas televisivos ...) quienes lo hagan por nosotros.


¡Pues no, compañeros!; debemos interiorizar en nuestros vagos cerebros que tenemos que ser nosotros quienes resolvamos los problemas que nosotros mismos nos estamos provocando en esta sociedad de la comunicación a través de los medios, de las actividades extra escolares, en vez del juego diario y de la educación académica, no familiar.



Este es el perfil que observamos quienes trabajamos en Programas de Familia de los Servicios Sociales, y es un perfil que tiende al aumento y se hace cada vez más insostenible y más difícil de resolver por nuestros propios medios.



La instauración del Programa de Orientación y Mediación Familiar, ha sido la mejor arma de ataque ante la “Guerra de la Familia”. Muchas unidades familiares que han venido con el ahogo de no poder con su situación, con la angustia de pensar que no hay solución alguna ante su problema, y lo más triste, con la sensación de que la causa nunca ha estado en ellos, se han topado con la realidad frente a frente, y esa realidad vista a través de las Terapias con los profesionales del programa, les ha demostrado que es tan sencillo como “Jugar a ser familia”, y asumir cual es tu rol en ese juego, teniendo la posibilidad a ratitos de jugar internamente dentro de otro rol.


La comunicación verbal, los apretones de manos, el tacto y la sonrisa han vencido a la educación externa. Estamos aprendiendo a comunicarnos y a querernos en la relación más arraigada que existe que es la comunicación familiar.


Las Terapias Familiares están siendo claves para la resolución de problemas en el ámbito familiar que es la lacra de las familias de este siglo.


Si nos es imprescindible el médico para nuestra salud física y mental y el maestro como transmisor de conocimientos, creanme, necesitamos al Orientador familiar para la recomposición de la familia en su estado más puro.




MªELENA NORTES MARTÍNEZ. Trabajadora Social del Programa de Familia y Convivencia del Excmo. Ayuntamiento de Molina de Segura.

lunes, 30 de abril de 2007

CARTA DE UN ORIENTADOR FAMILIAR


oy un Orientador Familiar. He salido del Instituto Superior de Ciencias de la Familia de Murcia, en el Instituto Teológico, con un bagaje amplio y, sobre todo, con unos sueños que cumplir y unos ideales que realizar. Ya sé que todos esos ideales no se van a llevar a cabo, pues dejarían de serlo, pero me van a indicar el camino apropiado que he de seguir, me van a orientar para intentar aportar a esta sociedad, algo revuelta, un poco de cordura y sentido común.

Estos estudios me han hecho ver claro que cada vez se hace más necesaria la figura del terapeuta familiar, en todas sus vertientes, ante la evidencia de prestar apoyo a la familia, inmersa en esta cultura de progreso cambiante y tan propiciadora de tan abundantes crisis, tanto grupales como individuales. Y sobre todo porque estos cambios afectan a la institución familiar en todas las formas posibles, en la relación de pareja, en la comunicación entre todos sus miembros, en la educación y formación de los hijos, en relación con los sistemas familiares de origen, etc.

Es por esto por lo que creo que es obligada la creación de los "famosos", en nuestro entorno profesional, y tan escasos, "C. O. F." - Centros de Orientación Familiar -, y, si me apuran, yo aún diría más: la necesaria apertura de las Consultorías Familiares ( C. F. ), como entidades mucho más completas y complejas, que vendrían a tratar de forma multidisciplinar, todos los variados temas que llevan a la familia, al matrimonio y, en definitiva, a la persona, a desestructurarse y a perder el norte, a veces, por una razón que ni uno mismo es capaz de entender. Caemos en la soledad, en el aislamiento y eso nos estropea nuestra vida, que cobra sentido en tanto nos relacionemos, convivamos; para qué negarlo, somos y sentimos la vida cuando verdaderamente amamos.

El consultor familiar va a estar ahí en los momentos decisivos para tratar el sistema familiar, resultado de las relaciones individuales y bipersonales, en sus situaciones de crisis. CRISIS...¡ menuda palabra ! Sin embargo podemos tratarla en dos vertientes muy distintas que conforman la misma realidad: como peligro, pues algo se remueve y puede romperse y, por qué no, como oportunidad, para cambiar y afrontar con posicionamiento activo y positivo la nueva situación. ¿Puede haber algún cambio que merezca la pena sin una crisis coyuntural? Sinceramente creo que no, y es ahora cuando, como dice Frank S. Pittman, los límites se aflojan y si lo piensas es el momento propicio de permitir la entrada en el sistema de un terapeuta. ¿Saben de qué podemos ser capaces? Simplemente intentaremos poner orden en el "caos" con el objetivo, no tanto de que vean la solución, que es importante, sino de que vean y sean conscientes del problema, su problema.

Cuando el camino más normal hacia un estado saludable (en su más amplio sentido), está totalmente bloqueado, es necesario apostar por una ruta alternativa y ¿quién la puede dar si el sistema relacional está "enfermo"? Se hace, pues, necesaria la existencia de la CONSULTORÍA FAMILIAR, no como poseedora de las grandes soluciones o de pócimas mágicas que todo lo curan, sino como elemento que tiende a contribuir a la posibilidad de negociar, con los mejores resultados, entre esas dos caras de la misma moneda: la persona/problema versus la persona/solución, o cuando menos adaptación ( "lo que no se dobla, se rompe" ).

¿Qué puede abordar la C. F.? Está claro que, precisamente, por los grandes racimos de problemas que nos horadan y desde distintos frentes, la Consultoría Familiar, de modo multidisciplinar, como ya dijimos ( Orientadores, Terapeutas, Psicólogos, Abogados, Mediadores, Psiquiatras, Asistentes sociales, etc.), atiende demandas de intervención en Orientación. Aquí el profesional establece su relación de ayuda para afrontar situaciones familiares que produzcan algún tipo de alteración o desajuste puntual, debido a esos momentos particulares en los ciclos evolutivos de los actores del sistema familiar.

Tras la Orientación pasamos a la Terapia, cuyos mecanismos se diseñan para ofrecer al individuo o a la familia, la ayuda necesaria para cubrir los objetivos que convengan. Me refiero a la Terapia Relacional de todo el sistema familiar, la conducente a intervenir sobre el subsistema parental, o de pareja, o conyugal, pasando, si es necesario, por la Terapia de un individuo aislado (raro es que esto suceda) o como componente de otro subsistema.

Como personas que vivimos la realidad de este mundo, no podemos olvidar el tema jurídico, tanto en cuestión de problemas que generan gran tensión y ansiedad al no saber solucionar situaciones que nos depara un evento de derecho, como desde el punto de vista de la Mediación, como portadora de la capacidad de llegar a acuerdos que de otra manera no se llegaría o si se lograse podría acarrear aún otras situaciones bastante traumáticas.

Casi no me daba cuenta de lo cansado que a veces puede resultar un artículo, por lo que, resumiendo, la Consultoría Familiar nace de la necesidad de posibilitar un inicial apoyo y asistencia que facilite la comunicación, evite la violencia física y moral, y ponga los mecanismos necesarios para que se propicie la aportación de vías de solución al conflicto que se trate.

¿De verdad creen aún que no sería conveniente la creación de la CONSULTORÍA FAMILIAR?

Si he de insistir con otros argumentos, me vale perfectamente abrir una pequeña ventana a la sociedad y mirar con ojo crítico. A través de ella veo que la violencia en el medio escolar se cifra entre el 50 y 60 por ciento de centros escolares, lo que me sugiere la necesidad, y me remueve por dentro, para poder intervenir e iniciar un programa serio y operativo de MEDIACIÓN ESCOLAR y EDUCACIÓN/FORMACIÓN en valores humanos. Se trata, pues, de ver la fórmula de trabajar en el área preventiva, suministrando la información adecuada, a su debido tiempo, evitando así que los problemas aumenten o se enquisten de tal manera que sean insolubles, Llevemos, entonces, las zonas de conflicto a la superficie y hagamos que la futura C. F. , si es posible, sea una ayuda para aquellas parejas, individuos o grupos que deseen mejorar la calidad de su vida en común.

Ahora, ya termino, puedes tú, lector, aportar otros argumentos o casos en los que sería necesario que la Consultoría Familiar, Gabinete de Orientación y Terapia, podría intervenir. ¿Te atreves?