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miércoles, 10 de enero de 2018

Hijos rotos

 Estas últimas semanas he recibido varias consultas sobre el comportamiento de las parejas cuando deciden separarse y además tienen hijos. Hijos que ya “ven y observan” perfectamente lo que pasa a su alrededor y pueden convertirlos en las víctimas no deseadas de esta ruptura siempre crítica y cargada de intensos episodios emocionales.

Bernabé Tierno, creo que por todos conocido, en El Semanal del 28 de junio de 1998, (a pesar del año sigue vigente en los procesos que solemos ver en sesión) nos aportó un artículo que les transcribo, con unas anotaciones y consejos sobre las conductas que debemos evitar a toda costa para que en lo posible nuestros vástagos vivan, de la mejor manera posible, esta decisión, a veces valiente, pero no exenta de vivas emociones que nos pueden introducir en una vida plena y normal o en otra cargada de frustraciones y anomalías emocionales que marcarán de una u otra manera la vida presente y futura de nuestros hijos, y la nuestra propia.

   “Hace unas semanas, se me acercaron dos adolescentes y me dijeron: ‘Somos unos hijos rotos por la separación de nuestros padres, pero lo que más nos duele es ver cómo se insultan, se desprecian y se odian y nos culpan a nosotros si no nos ponemos de su parte. Escriba algo, por favor, sobre cómo deben los padres tratar a sus hijos cuando se da algo tan doloroso como la separación; tenemos 16 y 14 años’.

Sé por experiencia profesional que muchos niños y adolescentes interpretan la separación y el divorcio de sus padres como un rechazo o como un abandono. En estos momentos en los que la unidad familiar se rompe, sienten una intensa inseguridad, temor y culpabilidad.  Las reacciones de agresividad, tristeza, depresión, falta de apetito, fracaso escolar, etcétera, que manifiestan, son expresión del temor a ser abandonados y no queridos por sus padres.

Casi siempre desean que sus progenitores vuelvan a unir sus vidas y culpan a uno o a los dos de esa separación que casi siempre consideran remediable. Sólo en los casos más graves y dramáticos, cuando uno de los cónyuges es claramente el causante de los conflictos y de hacer imposible la paz y el equilibrio familiar, y por añadidura se dan maltratos físicos y psíquicos, los hijos aceptan la separación como un mal menor, pero con mucho dolor y pena. Reconocen que así es imposible seguir por más tiempo en ese infierno diario de insultos y desprecios entre personas vacías de amor y llenas de odio.

Comprendo que en esos casos extremos en los que la convivencia ha llegado a un estado tan deteriorado y lastimoso, sean los mismos hijos los que deseen la separación en esa huida a la desesperada del infierno familiar. Pero mi deber es pedir desde aquí a los matrimonios en conflicto que hagan lo imposible por intentar un acercamiento mutuo desde la sinceridad, la buena voluntad y el poco o mucho amor y capacidad de generosidad que les quede, contando con la ayuda de un buen especialista en terapia conyugal y el apoyo incondicional de familiares y amigos. Es posible aprender una forma más humana, madura, respetuosa y tolerante de convivencia entre los esposos, al descubrir que las causas de las disputas, tiranteces y conflictos son casi siempre auténticas nimiedades y bobadas, rabietas y pataletas de niños inmaduros que pretenden que su cónyuge deje de ser él mismo (o ella misma) y se convierta en dócil muñeco fabricado según sus deseos, apetencias y caprichos.

Pero vayamos a esa serie de sugerencias para los padres que se encuentran en situación de separación para procurar que la ruptura de la convivencia conyugal, rompa, además de la armonía, el corazón y la vida de los hijos.

Sólo hay una forma de estar seguros de que el daño psicológico de la separación será mínimo y es manteniendo conductas, modales y expresiones de mutuo respeto, aunque no sean de afecto.

Jamás tratar de granjearse sólo para sí la confianza y el apoyo de los hijos a costa del abandono del otro cónyuge.
Evitar a toda costa la violencia y la hostilidad entre el padre y la madre en presencia de los hijos, especialmente si todavía son niños o adolescentes. Los episodios de cólera, hostilidad y escándalo les marcan profundamente.

Obligar a los hijos a tomar parte, a decantarse por uno de los progenitores es la manera más inhumana y egoísta de romper el corazón de ese ser temeroso e inseguro que no entiende cómo puede pedirle uno de sus padres que no quiera y respete al otro.

Es fundamental ser respetuoso y considerado con el ex y no caer en la miseria humana y en la falta de elegancia de hablar mal y menospreciar al otro ante los demás, sobre todo si están presentes los hijos.

Debe quedar claro a los hijos que el hecho de que sus padres se hayan separado, porque se hacía imposible la convivencia por incompatibilidad u otros motivos, no significa que vayan a carecer del mismo amor, atenciones y cuidados.

Si los hijos asisten a una separación respetuosa y civilizada, sienten y viven el amor de sus padres, aunque sea por separado, y les ven atentos y considerados entre sí, crecerán maduros y sin traumas y los efectos de la separación o del divorcio serán siempre menos graves. En cualquier caso no serán esos «hijos rotos» que me participaban su dolor.”

jueves, 4 de enero de 2018

Conveniencia de la Orientación Familiar. ENCUESTA INTERESANTE.

1. ¿Cuándo hay que acudir a una terapia de pareja?
Cuando la relación empieza a deteriorarse y se piensa seriamente que no se aguanta más y no se ve salida, es el momento de plantearse la posibilidad de que alguien ajeno y profesional, con perspectiva y distancia,  pueda echar una mano. La posibilidad de la separación está siempre ahí, pero hay que tener en cuenta que es muy dolorosa, sobre todo cuando hay hijos pequeños.
La terapia de pareja es cosa de dos y normalmente es uno el que da la voz da alarma y el otro, al menos, tiene que estar dispuesto a colaborar. Si no es así, el que ve el problema todavía puede acudir al profesional, que podrá ayudar aunque, lógicamente con menos capacidad de maniobra. El principal handicap en el fallo de la terapia de pareja es que se acude al profesional cuando ya no hay solución o se está muy enquistado en posiciones totalmente rígidas y de los dos, uno cree en las posibles soluciones y el otro piensa que no forma parte del problema.

2. ¿Ha aumentado el número de parejas que solicita estos servicios? Si es así, ¿a qué se debe?
Efectivamente, hay un aumento substancial los últimos años. Entre los factores que influyen está el hecho de que se ha avanzado muy positivamente en la libertad para plantear las quejas en la pareja, y que la terapia de pareja ha demostrado su eficacia en los últimos años y se tiene cada vez más confianza en la labor profesional de los orientadores y terapeutas familiares.

3. ¿Cuáles son los problemas más frecuentes que presentan estas parejas?
El fallo en la comunicación es el más frecuente. Engancharse en discusiones inútiles y destructivas en las que se hace sufrir y se sufre tremendamente sin llegar a ninguna solución. También puede ocurrir lo contrario, no se hablan ni se comunican y la relación va muriendo. La vida laboral frenética que se lleva contribuye tremendamente a ello; la diferencia de expectativas también lleva a grandes “batallas campales.”
Otro problema frecuente es la falta de aceptación de las peculiaridades del otro. La sociedad nos enseña a luchar por nuestros deseos, y a veces eso se lleva a un extremo en la pareja, mientras que un poco de aceptación del otro nos puede conducir a una mayor felicidad, dándonos cuenta de todos sus valores y no solamente del aspecto que nos gustaría cambiar.

4. ¿Cómo se actúa si un miembro de la pareja no colabora? ¿la mujeres suelen ser más colaboradoras y los hombres más reticentes?
A la hora de acudir a la terapia, lo hacen más fácilmente las mujeres, porque tienen una capacidad mucho mayor para compartir sus sentimientos y emociones y también para pedir ayuda. Sin embargo, una vez iniciada la terapia, cuando se rompen las primeras barreras, el hombre está tan interesado como la mujer, de hecho la dependencia emocional del hombre hacia su pareja suele ser mucho más grande que la de la mujer.

5. ¿Cuántas sesiones suelen ser necesarias? ¿Cuánto suele costar una sesión?
La duración de cualquier terapia depende del problema que se presente. Hay que tener en cuenta que la terapia la hacen los pacientes y no el terapeuta y por tanto depende de cada uno de ellos, del cariño que todavía queda entre ellos, etc. A veces basta con un par de sesiones para poner las cosas en su sitio, otras veces es necesaria una terapia más profunda. Las sesiones se suelen desarrollar con entrevistas individuales y luego una conjunta, duran entre una hora y hora y media, lo que las hace más costosas que las sesiones individuales.

6. ¿Cómo se desarrollan las sesiones? ¿Siempre se hacen con los dos miembros de la pareja o hay sesiones individuales?
La terapia supone que cada uno tiene que hacer cambios en su comportamiento, que es la vía para lograr un progreso interior profundo. El seguimiento y apoyo para esos cambios se hace en sesiones individuales con cada miembro y luego en las sesiones conjuntas se pone en común el avance que se va dando. En ocasiones se da un problema psicológico en alguno de los componentes de la pareja que necesita terapia personal y distinta en algunos matices, que puede hacer el propio terapeuta, otro profesional o el psicólogo. Esto es abundar el algo que nosotros queremos e intentamos llevar a cabo, que es el tratamiento multidisciplinar, si es necesario.

7. ¿Se trata sólo de hablar de los problemas o la pareja ha de realizar ejercicios prácticos? ¿Puede dar algún ejemplo?
Los cambios son de comportamiento, de actitudes, por lo tanto no se trata solo de hablar, hay que poner en práctica lo necesario para poder convivir y disfrutar uno del otro. Un ejemplo muy frecuente es enseñar a la pareja cómo discutir, qué se puede decir y cómo, lograr no callarse nada, pero sin hacer daño al otro. Aprender a plantear problemas de forma que se llegue a soluciones y no a discusiones estériles. Esto tiene su técnica y se aprende en las sesiones de terapia y se practica en casa.

8. ¿Cuál es la efectividad de este recurso?
Los datos indican que la gran mayoría de las parejas que acuden a terapia, alrededor del 75% informan de una mejora en la satisfacción matrimonial. Cuando se llega solamente para que no diga nadie que no se ha probado todo, la efectividad es mucho menor. Quiere esto decir que un elemento primordial en el comienzo de la Orientación Terapéutica es la VOLUNTAD, EL CONVENCIMIENTO. Sin una voluntad inicial por parte del cliente que mueva la necesidad de cambiar o adaptar las situaciones para mejorar la relación, es imposible que la terapia haga su efecto positivo. Es contraproducente ir “obligado” a las sesiones.