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jueves, 24 de mayo de 2018

¿Epidemia de ansiedad?

Observando a mi alrededor me doy cuenta de la cantidad de gente con problemas de ansiedad y estrés que toman medicación y además lo comentan con total normalidad: “No, yo cuando me noto nervioso me tomo medio Trankimazin y listo”.

Y me doy cuenta de que se está normalizando una patología que en la mayoría de los casos se va a hacer crónica y eso va a ocurrir porque los psicofármacos son un velo con el que encubrir los síntomas; pero no la solución.

Busco la palabra “ansiedad” y lo primero que me aparece en Google es: “La ansiedad: síntomas y causas; la ansiedad el enemigo silencioso de nuestra felicidad,…”

Me hace mucha gracia este: “Salud: Las siete maneras infalibles de reducir la ansiedad.” Parece algo milagroso y que casi sólo con leerlo se me quitará o aliviará seguro. Esto no es más que buscar el atajo aparentemente más fácil y la realidad es que buscamos el atajo porque hay muchas personas que la padecen y  muchas la sufren en silencio.

Desde la Sociedad Española de Psiquiatría aseguran que no se ha visto un incremento significativo de los trastornos de ansiedad, pero  sólo se refieren a esos casos patológicos en los que la ansiedad se convierte en una enfermedad, no a los casos moderados. Es decir, cuando se transforma en una compañera de viaje de por vida, en una visita pesada a la que no hay forma de echar de casa.

Los episodios leves y moderados son los que sí se han disparado durante los últimos años, eso que los médicos consideran «trastornos reactivos o de adaptación». Episodios de «disconfort psicológico», cambios en nuestra vida que no asumimos o no sabemos afrontar, y que no alcanzan la categoría de enfermedad. Estos casos suponen más de la mitad de los que tratan hoy los especialistas en España y prácticamente también el mismo porcentaje de las consultas que reciben los médicos de atención primaria. Pero los casos leves, no tratados, pueden convertirse en graves, ya que la evidencia científica nos dice que la ansiedad es una emoción que surge de forma automática en situaciones de amenaza o peligro, para prepararnos a luchar o huir.

Gracias a la ansiedad nuestra especie ha podido subsistir y ha llegado a ser tan poderosa. Seguramente descendemos de aquellos antepasados que más ansiedad tenían ante las serpientes, lobos, etc. porque luchaban o huían eficazmente y los que generaban menos ansiedad eran presas más sencillas. Es el arma que posee nuestro organismo para estar en alerta ante cualquier posible peligro. Y esto es adaptativo y positivo para nuestra especie. El problema es cuando no asociamos la ansiedad con ese mecanismo de reacción, cuando se prolonga en el tiempo sin que exista una amenaza real y se convierte en una patología. Hoy sabemos que hay personas con mayor predisposición a sufrirla por cuestiones genéticas. También que el entorno social puede provocarla, y, por supuesto, la vida de cada uno. Pero durante los últimos años la ansiedad ha trascendido la puerta de las consultas médicas.

La crisis ha sido un detonante de este ascenso. Las pérdidas que ésta ha supuesto han propiciado ese aumento de situaciones en las que no nos adaptamos a los cambios, pero vivimos hoy en una sociedad que además fomenta la ansiedad; la aceleración, el estrés, la competitividad y las enormes expectativas y la frustración de no alcanzarlas azuzan el malestar. 

Una sociedad que quiere disfrutar, que sólo aspira a disfrutar. Una sociedad en la que no deseamos que haya emociones negativas, en la que se ha vendido la idea de la felicidad, de que en la vida no podemos sufrir diferentes episodios o fases negativas, lo que intenta es huir de cualquier tipo de problema de una manera superficial y por este motivo no entendemos ni asumimos las frustraciones y lo queremos resolver todo con una pastilla. Y cuando eso sucede, cuando estamos metidos en ese túnel, sin pararnos a observar a los lados o atrás, es cuando irrumpe un día en nuestras vidas la ansiedad. La ansiedad la provocan nuestros propios pensamientos y estos no tienen por qué ajustarse a la realidad, basta con que creamos que esa es la realidad para que en nuestro pensamiento exista.

Experimentos y ciencia dicen que:
1.  La emoción depende de la evaluación subjetiva que hacemos de la situación, que no tiene que coincidir con la que objetivamente se pueda hacer.
2.  La intensidad de la emoción depende de la excitación general que tengamos.
3.  Las reacciones fisiológicas que subyacen a muchas emociones que consideramos diferentes pueden ser muy similares o casi iguales (miedo, fobia, angustia, tensión, preocupación,...)

La ansiedad, como emoción que es, tiene las siguientes propiedades:
1-  La excitación que la acompaña y las evaluaciones que la definen son automáticas, es decir, inconscientes. Responden a la ley del condicionamiento clásico (Perros de Paulov)
2-  La reacción corporal es más lenta que el cambio de situación, luego persisten más allá de la situación que la causó.
3-  La misma excitación puede dar lugar a emociones diferentes, dependiendo de la interpretación que hagamos sobre el origen de la excitación. La sabiduría popular nos lo dice: el amor y el odio están muy cercanos.

La ansiedad es una respuesta adaptativa. La evaluación que hacemos de la situación determina la reacción emocional que experimentamos, por lo que se deduce que equilibrio o desequilibrio de nuestra mente es determinante en la evaluación de nuestra vida, experiencias, circunstancias,…

Sólo uno sabe lo que realmente piensa y siente. Cerebro vs. Corazón, por lo que sólo uno sabe (en ocasiones el entorno también) si tiene o no un problema, si necesita ayuda o no. ¿Ayuda? No me refiero a psicofármacos que en un primer momento parecen una salvación, la panacea, la solución para todo, sino que me refiero a una ayuda real, interna, a largo plazo, a veces combinada con psicofármacos, pero no siempre necesarios.

Si usted se ha puesto de repente a pensar en la insignificancia del ser humano en el Universo, o en aquel amor perdido, o en que mañana toca oficina, y nota que está despertando la ansiedad, le recomiendo un tratamiento muy sencillo y eficaz: La risa. Porque la risa, no nos olvidemos, es una archienemiga de la ansiedad y quién sabe, tal vez lo único que nos pasa últimamente es que no nos reímos suficiente. 

Pero como se trata siempre de que lo que os ofrecemos sirva para algo, y como poco, para que reflexionemos, os dejo con dos frases para ello. Veréis que están íntimamente relacionadas con lo que os he dejado en este artículo.

"Las cosas no se tuercen para que te rindas y se te rompa el corazón. Las cosas se tuercen para que te rompas y te reconstruyas y así puedas ser todo lo que deberías ser." (C. Jones)

"Somos formados por nuestros pensamientos; nos convertimos en lo que pensamos." (Buda)

Mª Esmeralda Ruíz Pina

miércoles, 17 de mayo de 2017

Ayuda ante el dolor

Es muy difícil acceder a la persona doliente si nuestra actitud es de indiferencia y no sabemos hacer entender con nuestro cuerpo y expresiones que comprendemos por lo que tiene que estar pasando. Hay profesionales que a esto lo llaman EMPATÍA, pero según mi experiencia, va más allá de ese concepto.

Es algo difícil de explicar pero fácil de entender cuando formamos parte de la situación aún teniendo la habilidad de estar en un plano lo suficientemente lejano para tener las perspectivas adecuadas para poder ser ayuda y no formar parte de ese mismo dolor que machaca el cuerpo y el alma. Hemos de reconocer la experiencia del dolor. Pero que su dolor no nos atenace hasta el punto de incapacitar nuestra relación de ayuda.

Nuestra situación es estar en un escalón superior para poder observar quién necesita qué y qué necesita en el momento adecuado. Nuestro silencio a veces puede manifestar mejor lo que queremos que una palabra inadecuada que puede tirar por tierra toda nuestra labor para conseguir el objetivo que nos identifiquen como “partícipes” de su grupo y no como un elemento extraño que no tiene ni idea de lo que está ocurriéndoles en ese trágico momento, aunque al principio es lo que normalmente piensan porque no hemos aún tenido la oportunidad de trabajar esta integración con el “grupo”. No somos ellos, no somos de los de ellos, pero podemos conseguir ser con ellos y que nos acepten. Esto es importante.

De ninguna manera puedo pretender que alguien sienta como yo sentiría ante su situación, por lo que es preciso que tenga muy en cuenta que cada persona siente a su manera y que esa es la forma adecuada de expresión ante la situación. No es correcto llevar a extremos las reacciones que se deben sentir como una relación con orden de prelación ante los acontecimientos de pérdida. Ahora debe llorar… Ahora debe enfadarse…Ahora debe expresar ira…Ahora debe estar confuso… ¡No!

Puede pasar por las diferentes etapas que todos deberíamos saber o no pasar por ellas. No nos empeñemos en que pasen por ellas. Cada uno siente como siente y siente lo que siente cuando lo siente. Hasta no sentir (aparentemente) nada en absoluto es otra forma de sentir y hemos de ser hábiles para detectar en la forma en la que se está desarrollando en la persona que tenemos delante. Como dicen varios autores, es importante validar sus sentimientos como respuestas naturales a la pérdida, porque lo que necesitamos todos es tiempo para procesar la información y los acontecimientos (nuevos y a veces inesperados) que nos está tocando vivir.

Es fácil que veamos estos acontecimientos de otros bajo nuestros prismas personales y subjetivos, bajo la óptica de nuestras creencias y conceptos, lo que nos haría errar por presuponer que ellos también tienen que pasar este trance como yo lo viviría. Insisto en ello porque he vivido experiencias con compañeros que me decían que tal persona no está viviendo de forma adecuada este momento porque no está experimentando tal o cual cosa.

Dejémosles que sean exclusivamente ellos y tratemos de saber ayudarles para hacer ese momento, por lo menos, más “tragable”, más aceptable. Alentar a la persona a contar sus recuerdos es una buena manera de integrarnos, integrar sus conceptos actuales en la realidad, e iniciar el proceso siempre difícil de la aceptación y no confundirlo con la resignación.


Gran labor, importante labor e ineludible la necesidad de aportar personas preparadas para ayudar en el aspecto psicológico de los acontecimientos en las emergencias: Unidades de primeros auxilios psicológicos, tanto en primera intervención como en segunda.      

lunes, 19 de mayo de 2014

Cruzando la frontera de la cordura

En un blog interesantísimo (http://enrelaciones.wordpress.com ), relacionado con nuestra colega, Graciela Large de la Hoz, Coaching e Inteligencia Emocional y Experta en Comunicación, Formadora y Periodista, he leído un artículo crucial para la reflexión de ciertos aspectos de las relaciones, pero sobre todo para la introspección que nos haga sopesar el por qué de nuestras elecciones personales y qué nos lleva a ellas.

Os dejo con él y si os interesa, luego me comentáis qué os parece y a dónde os lleva.

“Este artículo surge al querer indagar en dos preguntas: ¿qué lleva a una persona a obsesionarse hasta matar lo que dice que ama? ¿Qué lleva a hombres y mujeres a elegir una y otra vez relaciones donde pierden su valoración personal?

Quien se obsesiona se deprime. Y viceversa. Con ambas se crea una línea invisible muy frágil que cuando se cruza da lugar a actos que no conducen a ninguna parte. Cuando la persona se polariza se desborda emocionalmente. Y en ese estado vivir en violencia social o autoagredirse es un paso que dan millones de personas en el mundo.

La obsesión tiene como trampa que jamás se consigue aquello a lo que le damos vueltas y más vueltas, y la depresión es una herida sangrante de impotencia. En ambos casos la persona ni se conoce, ni se ama. Está desconectada de su verdadero propósito y convierte a una persona, una situación, o un logro en una búsqueda imposible. Su esperanza está en que algo pase, y eso que quiere en realidad nunca sucede. Y si pareciera que ocurre, en algún momento el desencanto sucede a la exaltación inicial.

Es más, si la mente cree en la venganza, de que es injusto lo que pasa, la reacción de ataque estará justificada para la persona. Si se siente fuerte agrede, si se percibe débil se castiga. Se actúa desde una perspectiva distorsionada de sí mismo.

Hay escondida una petición de ayuda que sólo puede comprender y resolver quien lo experimenta. Obsesión y depresión se convierten en un verdadero dramón emocional cuando se vincula al logro del amor de una persona, o a una valoración de reconocimiento por cualidades que crees tener en el trabajo.

Cuando la persona se ha vencido a sí misma en la repetición de experiencias frustradas, eso pesa, y mucho más si no hay un hábito de reflexión o introspección donde veamos lo que sucede como una experiencia de aprendizaje. Tengamos presente la paradoja que se esconde detrás de la obsesión y de la depresión: quien elige, aunque su intención sea superar una creencia limitadora de sí mismo, no acierta.

Más pronto que tarde confirma el dolor acumulado debido a una mirada contaminada y sesgada de sí mismo. Si es una relación de pareja se piensa entonces que lo natural es que nos den lo que pedimos, y lo sería si fueran elecciones desde la afinidad entre iguales.

Hacemos elecciones desde una convicción: me tienes que dar lo que no tengo.
La frustración de no cubrir lo que se desea termina por romper el equilibrio emocional que nos permite decirnos, yo me amo, me acepto y me valoro, y cada cual es libre de actuar como necesite. Es más, llega un momento que sólo un instante, un gesto, o una palabra de alguien basta para desencadenar todo un recuerdo acumulado que nos resiente.

Para entender la obsesión y la depresión en uno mismo hay que saber leer entre líneas en nuestros actos cotidianos. Lo que sentimos al final del día son una pista. Si hay comparación, desmotivación, queja y tristeza como colofón, día tras día, se van cuajando a lo largo de la vida estos dos estados hasta que se vuelven crónicos. Una vez asimilados a una rutina de vida si nos conocemos poco y además estamos resentidos por la necesidad de aceptación, el entorno y las relaciones se convierten en los mayores agresores de nuestra autoestima y la seguridad en uno mismo.

El recurso de quien no sabe manejar sus emociones siempre es la inconsciencia, y es una puerta que conduce primero a la obsesión y luego a la depresión. Una vez cruzado el umbral perdemos nuestra mejor cualidad que nos hace humanos: vivir con sentido y propósito. La capacidad de conectar actos, emociones y pensamientos, e ir más allá de uno mismo para comprobar que todos formamos una unidad.”


jueves, 3 de mayo de 2012

¿Infiel para ser feliz?

Trato de buscar nuevos temas para escribir, pero no es posible, porque en la actualidad todos estamos padeciendo el mismo problema: intentar buscar fuera lo que se nos escapa desde dentro. Y no puedo incidir en otros tremas sin tener bajo nuestra actualidad reflexiva este que nos ocupa una gran cantidad de energía, llanto y toda suerte de emociones desbocadas y enfrentadas.

Tratamos de buscar y buscar la felicidad, el equilibrio y que alguien nos los dé para poder ser felices o tender hacia ello, pero no somos capaces de valorar que nuestro interior se está deteriorando y perdiendo en un mar de crisis, de tragos de agua salada que no nos sacia la sed y además nos vuelve realmente “locos”.

Tratamos de rebuscar entre nuestros sentimientos, entre nuestras palabras desde el alma para poder sentir lo que sentíamos cuando nos encontrábamos bien, pero parece que se nos vuelve la vida como un calcetín y se nos extravía la brújula ante esta constante necesidad de estar continuamente adaptándonos a las nuevas necesidades de esta vida tan manifiestamente distinta. Pero la solución sigue estando en el mismo sitio: dentro de uno mismo, aunque sé que alguno de vosotros no queréis verlo, o no podéis. Y lo entiendo porque nadie estamos libres de pasar por estos momentos

¿A qué se recurre a veces cuando nos encontramos con esta sensación de no sentirnos en nosotros mismos? Fácilmente sale la respuesta: algunos hombres y algunas mujeres optan, a veces, por La Infidelidad.

Nuestra colega, Graciela Large, nos invita, como siempre, a reflexionar sobre este tema y nos deja este escrito que a continuación comparto con vosotros:

"Hay indicadores claros de una crisis en la pareja. Uno de ellos es la infidelidad, que nos lleva a buscar fuera de la relación una solución a lo que nos pasa.

Somos nuevamente como niños pequeños necesitados de cariño, desbordados por silencios, por una distancia que aborta la imaginación y nos encadena a la soledad de quien no se atreve a pedir, a cambiar, a trasformar lo que vive.

La acumulación, el desconocimiento y la fragilidad emocional se combinan para que muchas mujeres opten, como los hombres, por ser infieles. En ellos y en ellas hay un retorno a la infancia, cuando corríamos desesperados a los brazos de uno de nuestros padres sintiendo que el otro nos abandonaba, o nos ponía difícil la vida.

Esa voz predomina cuando nuestros ojos se fijan en otros; cuando empieza nuevamente a hacernos tilín el corazón por algún desconocido; y de repente, dejamos de pasar desapercibidas para el género masculino, al que parecemos resultarles tremendamente atractivas. Recibimos invitaciones, correos, o llamadas que casualmente estimulan esa sensación de consuelo, de ilusión perdida.

La mujer que es infiel busca renovarse en su sensibilidad, a veces, queriendo encontrar a una figura mítica que la rescate del vacío en que ha convertido su existencia.

Sin embargo, la infidelidad puede confundir hasta tal punto que la mujer apueste por irse, creyendo que ha encontrado la panacea a sus miserias, y sin embargo, descubrir poco después que ha sido un error.

No tanto porque la persona con la que te marchas sea la adecuada o no, sino porque la elección se ha dado desde la huída como principio, como motivación escondida en la infidelidad. Y desde ahí discernir, valorar lo que se ha construido, lo que realmente es importante, es un ejercicio negado. La voz que se escucha no atiende ni a razones, ni a valoraciones, ni mucho menos a buscar el sentido de trasformación que pide una relación que se deteriora. Y estos argumentos son igualmente aplicables a la infidelidad masculina.

Quizás la persona tenga que irse de la relación. Sin embargo, la infidelidad la distrae y la disculpa de encontrar sus propias respuestas sin proyectar en otro una tabla de salvación a lo que no es capaz de construir, o de dejar. Porque muchas veces lo que hay en una relación es un apego profundo, sin que esté activo el aprendizaje.

¿De qué sirve una relación fundada en la comodidad, en lo que hacemos siempre, si nos va deteniendo? Y si nos permite crecer, ¿qué sentido tiene una relación si la vuelta a lo esencial se dilata o se anula, porque está basada en lo que es obvio, o en etapas que no corresponden evolutivamente?

La infidelidad en realidad es una llamada de auxilio que pide responsabilizarnos del cambio que queremos, dentro o fuera de la relación.

Ya sea que decidamos quedarnos o irnos el proceso es el mismo. Se necesita primero, aproximarse uno a su propia realidad interior; a lo que me ha estado paralizando, para luego poder ver dónde está realmente el otro; qué hace posible un cambio, y si ese cambio, es lo que realmente quiero para mi vida.

De esta manera podré saber qué pareja tengo; qué tipo de pareja quiero tener; y desde ahí, comprobar qué lo hará posible a partir de esa claridad interior."

lunes, 26 de marzo de 2012

La adicción del vínculo: atrapados en el pasado

Como todas las semanas, Graciela Large me envía sus artículos con los que actualiza su página, y ha habido uno que me ha gustado para la reflexión, porque llevamos varias semanas tratando este tema, fruto de diversas consultas que nos han llegado. Aquí les dejo con este escrito para que les sirva, como siempre esperamos, para una profunda reflexión y un arma para trabajar siempre las crisis emocionales a las que nos vemos sometidos y, en definitiva, para que la conciencia de nosotros mismos sea mucho más efectiva y eficaz. Ya sabemos que el encuentro con nuestro interior es el máximo reto con el que se enfrenta el ser humano, y, tal vez, el problema más grande y dificultoso, aunque también sabemos que el camino se realiza andando y el encuentro comienza por un primer paso y nuestra voluntad.

"Creo que no hay mayor adicción que revivir con otro aquello que nos paraliza en el desamor a uno mismo. Hay síntomas de esa adicción y que nos avisan que estamos enganchados.

Son pequeñas acciones a las que luego restamos importancia, o reacciones emotivas sin aparente lógica, y que sin embargo, avisan de que queremos irnos o alejarnos.
En nuestro ánimo percibimos el malestar, la emoción de alguna manera nos apremia a un cambio, sin embargo, no conseguimos darnos una explicación que nos permita una salida.

La cuestión es que pese a nuestras reacciones esporádicas o viscerales, continuamos enfocados en conseguir algo de la situación o de la persona donde las condiciones creadas no lo favorecen. Estamos enganchados y somos adictos a una situación disfuncional. En estos casos hay un mecanismo emocional que salta de doble manera, tanto para avisarnos de que estamos al límite, como para mantenernos atrapados en el vínculo que se encarga de recrear en el presente un aspecto del pasado que nos limita.

Para empezar a resolver la adicción conviene que reconozcamos esos intentos fallidos de sabotear la relación o de romperla. Hay un sentimiento de impotencia que aborta cualquier intento de alejamiento. Digamos que la impotencia es una especie de súplica para que el otro cambie y resuelva lo que está pendiente en nuestro pasado. Habrá que desengañarnos. Si lo que se recrea tiene las mismas características pasadas el resultado será el mismo.

No obstante nuestra parte ciega se empeña y al escucharla seguimos enganchados hasta que no se aguanta más, esperando que se produzca una solución mágica. Esto ocurre cuando la persona ha tenido vivencias poderosas, donde el sonido, las palabras, las acciones se unen para dejar una huella que permanece en la memoria, en la intención y en la visión de la vida.

Puede que se trate de vivencias como la de haber sido controlado excesivamente, ridiculizado o infravalorado. En el caso de Alejandro,un paciente que veo en consulta, por ejemplo, el miedo que le produce una relación sin futuro, le convierte en una persona hiper-complaciente con lo que cree garantizar que no será abandonado.

Un comportamiento que responde al guión de lo que fue su relación con su madre. Sabe que necesita un vínculo que le dé seguridad, lo busca, lo necesita. Sin embargo, sus relaciones adolecen de solidez y no se concretan en el tiempo. A veces tiene mal humor, otros días se deprime, y últimamente protesta por cosas sin importancia. Se enfada cada vez que comprueba que lo que vive le lleva a sentirse infeliz, sin embargo, lo admite a medias.

En su fuero interno él siente que se somete y que transige con una situación con la que termina sintiéndose menospreciado. Se echa la culpa de no poder dejarle.

El desenganche de Alejandro pasa por el desengaño. Aceptar que lo que busca no se consigue en situaciones o con personas que replican el pasado. Entonces dará una oportunidad real a una experiencia diferente."


Artículo de Graciela Large
de su página Comunicación en pareja

lunes, 27 de febrero de 2012

Conflicto, ¿individual o de pareja?


Si partimos de la base de que el conflicto en la pareja es la suma de los asuntos que traemos cada uno por resolver (de nuestro inconsciente, de nuestras experiencias anteriores…), tal vez deberíamos escucharnos, oírnos desde dentro y observar que “nuestros puntos débiles” son precisamente lo más urgente que hemos de solucionar, ya que si nos permitiéramos tiempo y trabajo, nos daríamos cuenta que es lo que, incongruentemente, rechazamos y evitamos. Nos molestan esas cosas pero no actuamos sobre ellas, perpetuándolas así en el tiempo con el consabido agravamiento de las situaciones.

Sí, rechazamos, negamos, proyectamos en otros nuestras propias impotencias sin ser capaces de hacer una introspección profunda de los propios miedos, inseguridades… No llevamos a nuestra conciencia ese entramado vital que necesita de nuestra actitud activa por vivir de la forma que la propia Naturaleza nos indica; y pretendemos conocer a los otros, juzgarlos, condenarlos, cuando no elevamos a la propia escala de prioridad que el factor más importante para ser uno mismo es el autoconocimiento.

Todos, o muchos de nosotros, hemos leído: “No te resignes ni esperes que el otro cambie para ser feliz. Ser consciente de lo que te pasa y asumir la responsabilidad de tu propia vida, te ayudará a encontrar la verdadera razón que te mantiene insatisfecho y te dará la fuerza para cambiarlo.” Pero lo hemos leído y leemos tanto que a veces, pienso, que solo se coleccionan cantidades ingentes de información básica que dice lo mismo, y únicamente soluciona por unos minutos nuestra ansiedad de búsqueda de “algo” porque nos hace vislumbrar nuestras posibilidades de cambio, porque hay herramientas, porque esa teoría válida nos puede llevar a un estado diferente de conciencia y actitud donde nuestro bienestar entrará en un remanso de sabiduría para bien vivir. Pero no empezamos. Almacenamos conocimientos que, si no utilizamos, son inútiles.

¡Empecemos a actuar! ¿Cuándo?, ¡hoy mismo! ¡Ahora! ¡Ya, es el momento!

Estas teorías que hemos ido amasando durante tantos años, ya es hora de que las pongamos en práctica, porque funcionan, y el caso es que lo sabemos o por lo menos lo intuimos por una razón bien sencilla: sigo haciendo lo mismo que hacía y no dejo de estar mal, ¿por qué?...

Grandes pensadores y terapeutas que se han dedicado a activar el comportamiento y la psique humanos y que han llevado a las personas a dirigirse y dirigir su conciencia y conocimiento hacia sí mismos, han dicho hasta la saciedad que es preciso integrar un proceso por el cual se logre que lo desagradable que percibimos en nosotros y en los demás, y a veces, “eso” que nos hace actuar y parece desconocido para nosotros, se pueda convertir en algo maravilloso de la conciencia normal.


Hablo de integrar y no de reprimir, porque si reprimimos este nivel psicológico sólo decidimos que algo es desagradable y lo apartamos de nuestra conciencia para no sentir lo que provoca; y si no sentimos y observamos ese sentimiento, no podemos abordarlo para solucionar nuestro malestar.

Cuando “estamos mal”, es un aviso que nos mueve todo nuestro bosque con el objetivo de que hemos de buscar, tratar y “curar” el árbol que está dañado o que presenta alguna deficiencia; y necesitamos crearnos, reinventarnos, renacer a través de un pensamiento creativo que no discrepe de nuestro yo. Una gran compañera y profesional de la orientación familiar, Gloria S. Conesa, dice que cuando observamos que algo dentro de nosotros chirría hemos de buscar el aceite, el bálsamo que vaya a poner en buen funcionamiento nuestra maquinaria del alma, porque el propósito debería ser el equilibrio que haga que, de forma consciente, podamos cambiar el sistema de creencias que nos hace mal por otro que nos beneficie para ayudarnos a vivir como realmente queremos desde nuestro interior: pensamientos positivos producen resultados positivos y pensamientos negativos producen resultados negativos.

Juan José López Nicolás

viernes, 10 de febrero de 2012

Revisando la crisis desde el interior

Repasando y actualizando unas revistas antiguas (me gusta hacerlo de vez en cuando), he descubierto, o mejor, redescubierto un artículo de Esperanza Borús que viene a cubrir una duda que llevaba semanas en mi cabeza. Me sonrío porque parece que cuando estás buscando algo y lo haces por la vía adecuada, te llega de alguna manera y se pone en tu camino para servirte de instrumento en tu quehacer vital. Sigo teniendo asombro al ver que las cosas tienen una razón para que pasen, aunque a veces no lo entendamos; tal vez sea porque hemos de aprender o aprender, y si nos negamos a hacerlo nos siguen pasando, como el recorrido de una noria...hasta que aprendamos.

Por esto necesitaba, buscaba ideas para ver cómo enfocar a un paciente la orientación sobre el desencanto del alma en estos tiempos de crisis profundas, no sólo económicas, laborales, etc., sino crisis internas, del interior del ser humano que amenaza con destruirlo hasta en su propia escala de valores éticos y morales. Y ahí estaba,…abierto, para que lo releyera y lo reflexionara en mi intención de dar pistas para la reflexión a mi cliente desorientado.

Ante mis ojos, Esperanza Borús, comenzaba a desparramar sus comentarios,…suaves, en cascada y sonido tranquilizador, musicales, con una tremenda ternura para que empaparan en lo más hondo de mi ser…O tal vez fuera yo que los sentía así porque mi ánimo estaba así:

”No te entregues a imaginaciones, sino entrégate al momento siendo práctico…El vagabundeo mental, las asociaciones mecánicas, el ir y venir sin rumbo de los pensamientos, la distracción constante, la inclinación mórbida de la mente a quedar fija en acontecimientos pasados, repitiendo los recuerdos como en una moviola, la tendencia a proyectarse hacia el futuro…nunca ofrecen una solución práctica a los problemas reales, sino que por el contrario son un escape del momento presente, nublando la razón y convierten la vida del hombre en una vida imaginada.

No permitas, pues, que tu mente, que es un instrumento precioso cuando se sabe usar, te aleje del Presente Sagrado y te impida vivir. Ten en cuenta que quien no conoce el presente no vive la vida, únicamente la sueña…

…No te entregues a la queja, a la autocompasión ni a las emociones negativas, por el contrario admira la vida y agradece su generosidad…Ya te habrás dado cuenta de que los consejos que te doy van contra tus viejos hábitos, bien se traten de hábitos mentales, emocionales o de conducta. Y sé que solamente seguirás mis sugerencias cuando llegues a comprender que todo ello (tus viejos hábitos) te acarrea muchas desdichas…

…Abandona el vicio tan común de la queja constante y no te hagas cómplice de las emociones negativas desgastantes. Aunque no lo creas así, ellas no son tu fuerza sino tu debilidad. No te atormentes por nimiedades pasajeras ni ofensas a tu ego. Guarda toda tu energía para resolver problemas reales, no imaginarios…

…La bondad y la nobleza de tu corazón harán de tí un ser humano libre. Si en tu bondad hay debilidad, te convertirás en un animal de carga. No pienses en la bondad como un estado de constante concesión a las necesidades o caprichos del prójimo. No llames bondad a lo que no es más que temor o debilidad. Ayuda siempre que te sea posible, pues ese es el ritmo del amor, ser feliz y hacer felices a los demás, pero no permitas que la carga que pertenece al otro sea cargada a tus espaldas.

…Ábrete al instante, permanece tranquilo. Recuerda que la prisa es un tóxico de la vida interior.”
Nos toca reflexionar, ¿vale?...pues a ello, amigos.

Extraido de la revista AVIVIR Año XXX. nº 206

miércoles, 29 de junio de 2011

Dependencia…Independencia

El tema de la Dependencia emocional que tratamos hace unas semanas en Onda Radio, en el 92.4 de la FM, ha suscitado dudas o por lo menos comentarios que me hacen abordar esta cuestión tal vez de una manera más clara y más concisa.

El punto importante y opino que muy positivo, es cuando comenzasteis a cuestionaros no la dependencia emocional, sino desde la perspectiva más positiva, desde la Independencia emocional, qué podía estar pasando y qué eran estos conceptos que entraban de nuevo en vuestras vidas haciendo mover un poco “vuestro árbol”. Ya es bueno partir del concepto contrario.

Esta parte positiva de la independencia emocional os ha trastocado algo vuestras bases culturales y paradigmáticas porque hasta comentáis si es posible que esa independencia por la que abogamos no puede hacernos insensibles a las emociones de los demás y convertir el esfuerzo empático que a veces hacemos, en una situación nada necesaria para convivir.

Nada más lejos de la realidad y cuando salís de vuestra ilustrada vida y os zambullís en lo cotidiano, os embebéis de la realidad amarga y dura que os muestra al otro miembro de la pareja como el desconocido o desconocida que atenta contra vuestra razón de ser y que, por algún extraño hechizo, le seguís hasta rozar la anulación personal.

Independencia no es frialdad emocional porque si así lo fuera contradiría “el propósito que nos moviliza cuando buscamos la proximidad emocional y el contacto social”, como dice mi admirada Graciela Large.

Siguiendo parafraseándola, más bien se trata de empatizar con lo que le pasa al otro y saber qué te pasa y lo que sucede por estar sintiendo de esa manera, o sea, tener una visión micro y macro a la vez. Aunque os parezca difícil, se puede conseguir.

Emocionarnos, sentir, es lo que hace que toda experiencia genere un impacto en nosotros, ahora bien, para que se dé una huella significativa que nos movilice a una intención de nuevas posibilidades, llenando nuestra vida de creatividad, de imaginación, de colores y de aprendizajes, es necesario el soporte que te da una autoestima, un autoconcepto vinculado a valores personales. Entonces es posible la capacidad de confiar en nosotros mismos, en el otro y por supuesto en las relaciones.

No quiero dejar de comentar que hay quien pasa de la dependencia emocional a la rebeldía vital negativista y esta secuencia que parece defensiva, terminará por encerrarnos en una dependencia mayor hacia otras personas que aunque no sean tan aparentemente significativas, el conjunto de ellas, con el poquito de cada una, hace que se lleve la vida, con sucedáneos y pueda llegar a creerse ( a pesar del autosabotaje) que se vive muriendo para morir viviendo, como dijo alguna vez una amiga mía.

No cambiéis la dependencia de la que salís por otras, ya que eso será en vuestras vidas más de lo mismo y es totalmente enemigo del objetivo que en principio estamos trabajando para conseguir: ser inteligentes emocionales.

Juan José López Nicolás

lunes, 8 de marzo de 2010

CUANDO EL ALMA SE SERENA

Las emociones son agitaciones del ánimo producidas por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones. Y las percepciones, lo que nosotros sentimos sobre este acontecimiento o suceso que acaba de aparecer en nuestra vida, nos hace sentir, en ocasiones, que todo el suelo se abre bajo nuestros pies y que la vida se nos acaba de poner al revés provocándonos el dolor más intenso que recordemos; hasta nos duele el alma y no somos capaces de ver opciones de salida que nos suavicen este dolor tan intenso.
Nada es, pues, más real que aseverar que todos nos movemos en el mundo de los afectos, es decir, que los afectos constituyen nuestro núcleo más personal y peculiar. Pero no es raro sentirse perdido ante esta situación porque nuestro propio entendimiento se disipa, no sabe pensar de una forma adecuada o no tenemos los recursos para dar a nuestra inteligencia emocional la oportunidad de racionalizar los pensamientos hasta el punto de sentir la emoción pero colocándola en el sitio que realmente le corresponde. Muchos experimentan la rebeldía de no poder controlar sus sentimientos ni comprender su complejidad.
Se agrava el asunto cuando esta situación tan dolorosa está “motivada” por las reacciones de otra persona, del que tenemos enfrente; de la toma de “decisiones desacertadas” que nos afectan de forma tan directa que sería necesario “hacerle entender” que no está haciendo lo mejor para “nuestra situación”.
Estamos verdaderamente desesperados y no sabemos cómo encauzar nuestra vida que se ha ido al garete de una forma tremenda. Llanto, dolor, frustración, desesperanza, desasosiego, decepción, impotencia…soledad. Y, claro, es fácil entrar en un estado de victimización del que nos va a ser muy complicado salir si no reorganizamos las situaciones de otras formas, barajando otros conceptos que nos inoculen el trabajo mental idóneo para probar a salir de esta crisis en la que nuestro “almario” está muy tocado.
Obsérvese que he entrecomillado algunas palabras de párrafos anteriores queriendo indicar que son los pensamientos que solemos tener pensando en una responsabilidad externa a nosotros mismos. Es el otro el que con su comportamiento está poniendo “patas arriba” nuestra propia vida y nada más lejos de la realidad. Cada uno es el único responsable de su vida y ha de pagar el precio por lo actos que viva y decida; y es muy normal que suceda que ante un acontecimiento imponemos el pasado sobre el presente, lo cual quiere decir que si una situación posee alguna característica o rasgo que se asemeje de alguna forma a un suceso del pasado cargado emocionalmente (esto es, que suscitó en nosotros gran emoción), la mente emocional, ante cualquier detalle que considere semejante, activa en el presente los sentimientos que acompañaron al suceso en el pasado, teniendo por añadidura que las reacciones emocionales son tan difusas, que no percibimos el hecho objetivo por el que estamos reaccionando, de una determinada forma, ante una situación que probablemente no comparta más que algunos rasgos, con aquella que desencadenó esa misma reacción en el pasado. Somos así de complejos y seguramente lo que más hace nuestra mente en el terreno de las emociones es hacer que el tiempo no exista para ella y no le importe cómo son las cosas, sino como se perciben y lo que nos recuerdan.
Tal vez no sería necesario pasar por largas sesiones de terapia si fuéramos capaces de aplicar aquello que escribió Lloyd Alexander y puso en boca de uno de sus personajes de Crónicas de Prydain: “Una vez que tienes el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, carece de poder sobre ti y puedes destruirlo"
En cambio, precisamente pasamos por no saber qué está pasando y no logramos convertir en palabras lo que sentimos (verbalizar), no siendo conscientes de que si logramos esto damos un gran paso hacia el control de nuestros sentimientos, que se harán más conscientes y racionales con una actitud crítica hacia el origen de la preocupación. Es duro y requiere energía, pero no hay un buen trabajo que no lleve anexo una gran cantidad de valor, voluntad, inteligencia, deseo y amor, mucho amor.
Para finalizar este artículo, quiero dejaros con unas pautas-reflexiones con el objetivo de allanar un poco el camino para indicar una base que oriente sobre unos puntos a tener en cuenta. No siempre es fácil y he de decir que yo mismo, en ocasiones, necesito constantemente recurrir a esto para desenmarañar la cabeza-mente y convertirla en mi aliada y no en mi enemiga.

1.- Que la reflexión no termine en lamento.
2.- No sólo hay cosas negativas que comentar, también hagamos por resaltar las cosas buenas que nos pueden hacer seguir y centrarse en lo constructivo.
3.- Evitar pensamientos que nos victimicen.
4.- Desahogo con quien nos pueda ayudar. A veces los que creemos amigos son los que menos nos ayudan porque nos hacen afianzarnos en nuestras posturas, ya que no se atreven a decirnos lo que realmente deberían.
5.- Esforzarse en ver lo positivo de cualquier situación.
6.-Descansar.
7.-Pensar en los demás, pero yo sigo siendo la persona importante para mí.
8.-Descargar el enfado casi nunca es positivo. En los momentos de enfado se piensan, se dicen y se hacen cosas de las que nos habremos arrepentido al poco tiempo, pero producen heridas que son difíciles de curar.
Hay que aprender a buscar una salida a los enfados que no perjudique a los demás.

"El descubrimiento de la libertad interior es importante para la maduración de la persona que en sus primeras edades puede identificar obligación con coacción y el deber con la pérdida de la libertad. Pero al ir madurando se aprende que hay actuaciones que llevan a un desarrollo más pleno y otras que te alejan de él porque no es raro sentir que lo que apetece no siempre conviene ya que una libertad sin sentido es una libertad vacía.”(Prof. Alcázar Cano)



Juan José López Nicolás

viernes, 24 de agosto de 2007

SOBRE LA FELICIDAD


yer tuve una conversación con una persona muy importante en mi vida y que me ha hecho reflexionar sobre lo esencial, lo básico para encontrarse a sí mismo y para abordar, dentro del mundo exterior, el mundo interior de cada ser humano. Es importante esta persona porque la quiero. Es importante porque me hace recordar todos los días que la vida se basa en hechos interiores y que la puesta en práctica de ellos es la diferencia de buscar la felicidad y la negación que de ella hacemos en multitud de ocasiones.

Una de las cosas que me dijo es: "Yo ya no podré ser nunca feliz." Me lo comentó de pasada y en el contexto de una conversación, pero me impactó esa negación tan subjetiva y terrible.


Somos mente, biología y nos vemos modelados o intervenidos emocionalmente por lo puramente social, hecho que me hace pensar que hemos de ser tratados por nosotros mismos, cultivándonos, intentando trabajarnos en todos los aspectos que nos hacen vivir en este ecosistema del que nada más se sale con la muerte.(Aunque uno puede sentirse muerto en vida por la carencia de motivaciones) Por esto es por lo que pienso que gran parte de nuestra felicidad depende de nuestros genes, de nuestras vivencias anteriores a lo que nos lleva a ser adultos, no sólo cronológicamente hablando, sino a la clara demostración de nuestro nivel mental. En esta madurez que todos anhelamos y como he escrito en varios artículos de nuestra página TERAPIA Y FAMILIA, la felicidad que deseamos igualmente la buscamos fuera cuando en realidad la tenemos dentro de nosotros mismos y creemos que la lograríamos si no tuviéramos problemas cuando la realidad palpable es que se puede conseguir si sabemos y podemos enfrentarnos a ellos. Norman V. Peal decía que quería tener problemas porque era señal de que estaba vivo.


Mi pensamiento se manifiesta claramente en la resolución de los problemas en vez de batirse en retirada o lo que muchas personas hacen para no enfrentarse y creer que siguen hacia adelante: dar media vuelta y seguir avanzando. En ocasiones esto es dar la espalda a la realidad, tal vez por falta de medios y fuerzas psicológicas que nos den las capacidades que todos tenemos para luchar en esta vida. Por lo tanto es "fácil" pensar que la felicidad o la desgracia del género humano depende no menos de sus cualidades que de su fortuna o de su suerte. Cualidades que dependiendo de la vida vivida están más o menos desarrolladas y por lo tanto nos pueden servir como recursos para salir adelante o como lastre para negarme mi autenticidad como esa persona que soy.


Parafraseando a Unamuno, "una de las desventajas de no ser feliz es que no se puede desear la felicidad." Uno mismo es capaz de negarse este anhelo ancestral que muchos basan en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarse sin angustia para enfrentarse a las vicisitudes de un nuevo gran día. Son las incapacidades del ser humano que ahora, al cabo de los años, voy entendiendo y poniendo en práctica tanto en mi vida profesional como en la personal. Pongo en práctica lo positivo de lo que veo en los demás que son de los que aprendo y, dicho sea de paso, suelen ser mujeres las que me enseñan. Lo voy comprendiendo porque analizando el comportamiento uno se da cuenta de que el ser humano en muchas ocasiones es inerte y rutinario y lo que más teme es el gran esfuerzo personal e individual que se requiere para poder salir de uno mismo hacia los demás; de uno mismo hacia uno mismo para conocerse básicamente.


Sí, voy aprendiendo, y no me niego a abrirme a todos los estímulos para respirar la vida porque "la propia esperanza deja de ser felicidad cuando va acompañada de la impaciencia." (John Ruskin)


Pero sin querer idealizar el tema de la felicidad he de reconocer que cada uno tiene una concepción distinta y respetable de este concepto. Por poner un ejemplo, la soledad puede ser un infierno para los que pretenden salir de ella, en cambio, es cierto que puede convertirse en una felicidad grandiosa para los ermitaños que quieren esconderse en ella, aunque mi intención es insistir en que la felicidad es en muchas ocasiones, yo diría que en la mayoría, una condición de la mente y no una condición de las circunstancias. Si analizáis vuestras propias situaciones, vuestra historia personal veréis que depende cómo hayáis actuado ante una situación el resultado ha podido ser distinto aunque, creo sinceramente, que nadie debería tener la intención de negarse a ser feliz y perderse las pequeñas alegrías mientras intentan encontrar la grandiosa felicidad. Aunque, es cierto, como decía John Stuart Mill que es posible pasarse sin la felicidad porque así lo hacen el 90% del género humano. Muchos buscan la felicidad como otros buscan el sombrero: lo llevan encima y no se dan cuenta; intentan buscar la riqueza exterior, que no está mal, por supuesto, pero abandonan la interior siendo víctimas de ellos mismos.


La razón, según mi opinión, se basa en la propia negación, en la pobreza, que tanto la de espíritu como la económica "son un gran enemigo de la felicidad humana. Destruye la libertad y hace impracticables algunas virtudes y sumamente difíciles otras." Pero la vida continúa, espero, para todos y va a depender de nosotros mismos que seamos capaces de dar alas a lo que realmente queremos dejando de victimizarnos ante la propia vida. Si soy víctima recibo castigo; si soy ganador y mis sueños y ganas,aunque con los tropiezos de los ciclos evolutivos, siguen en alza, ganaré. Dependo de mí. Luchar para ganar y lograr de algún modo conseguir la manera de sembrar la felicidad que es compartirla con alguien. Al final todo es cuestión de expectativas. Si quiero ser feliz he de poner en mi vida los medios y las personas que me hagan vivir los momentos de felicidad que deseo, pero primero he de saber qué es lo que quiero realmente. Si ya lo sé, adelante; si en algún momento he de volver a recomponer mi vida, lo haré y cogeré lo que me haga sentir bien de atrás, del pasado y del presente, aunque cada cosa en su sitio. Si quiero ser feliz, lo seré.


La verdad es que no todo depende muchas veces de nosotros, y, como dice nuestro admirado Prof. Rojas Marcos, es evidente que los seres humanos no controlamos nuestros genes, ni la familia en la que nacemos, ni la cultura en la que crecemos, ni muchas de las experiencias infantiles que, en conjunto, contribuyen al desarrollo de nuestra capacidad de adaptación. Pero también es cierto que, con motivación y esfuerzo, todos podemos aprender a moldear nuestra manera de ser con el fin de hacernos más resistentes a las circunstancias adversas que se cruzan en nuestro camino.

JUAN JOSÉ LÓPEZ NICOLÁS. Orientador familiar