así somos

Bienvenidos, espero que disfrutéis con la utilidad de este blog.

jueves, 24 de mayo de 2018

¿Epidemia de ansiedad?

Observando a mi alrededor me doy cuenta de la cantidad de gente con problemas de ansiedad y estrés que toman medicación y además lo comentan con total normalidad: “No, yo cuando me noto nervioso me tomo medio Trankimazin y listo”.

Y me doy cuenta de que se está normalizando una patología que en la mayoría de los casos se va a hacer crónica y eso va a ocurrir porque los psicofármacos son un velo con el que encubrir los síntomas; pero no la solución.

Busco la palabra “ansiedad” y lo primero que me aparece en Google es: “La ansiedad: síntomas y causas; la ansiedad el enemigo silencioso de nuestra felicidad,…”

Me hace mucha gracia este: “Salud: Las siete maneras infalibles de reducir la ansiedad.” Parece algo milagroso y que casi sólo con leerlo se me quitará o aliviará seguro. Esto no es más que buscar el atajo aparentemente más fácil y la realidad es que buscamos el atajo porque hay muchas personas que la padecen y  muchas la sufren en silencio.

Desde la Sociedad Española de Psiquiatría aseguran que no se ha visto un incremento significativo de los trastornos de ansiedad, pero  sólo se refieren a esos casos patológicos en los que la ansiedad se convierte en una enfermedad, no a los casos moderados. Es decir, cuando se transforma en una compañera de viaje de por vida, en una visita pesada a la que no hay forma de echar de casa.

Los episodios leves y moderados son los que sí se han disparado durante los últimos años, eso que los médicos consideran «trastornos reactivos o de adaptación». Episodios de «disconfort psicológico», cambios en nuestra vida que no asumimos o no sabemos afrontar, y que no alcanzan la categoría de enfermedad. Estos casos suponen más de la mitad de los que tratan hoy los especialistas en España y prácticamente también el mismo porcentaje de las consultas que reciben los médicos de atención primaria. Pero los casos leves, no tratados, pueden convertirse en graves, ya que la evidencia científica nos dice que la ansiedad es una emoción que surge de forma automática en situaciones de amenaza o peligro, para prepararnos a luchar o huir.

Gracias a la ansiedad nuestra especie ha podido subsistir y ha llegado a ser tan poderosa. Seguramente descendemos de aquellos antepasados que más ansiedad tenían ante las serpientes, lobos, etc. porque luchaban o huían eficazmente y los que generaban menos ansiedad eran presas más sencillas. Es el arma que posee nuestro organismo para estar en alerta ante cualquier posible peligro. Y esto es adaptativo y positivo para nuestra especie. El problema es cuando no asociamos la ansiedad con ese mecanismo de reacción, cuando se prolonga en el tiempo sin que exista una amenaza real y se convierte en una patología. Hoy sabemos que hay personas con mayor predisposición a sufrirla por cuestiones genéticas. También que el entorno social puede provocarla, y, por supuesto, la vida de cada uno. Pero durante los últimos años la ansiedad ha trascendido la puerta de las consultas médicas.

La crisis ha sido un detonante de este ascenso. Las pérdidas que ésta ha supuesto han propiciado ese aumento de situaciones en las que no nos adaptamos a los cambios, pero vivimos hoy en una sociedad que además fomenta la ansiedad; la aceleración, el estrés, la competitividad y las enormes expectativas y la frustración de no alcanzarlas azuzan el malestar. 

Una sociedad que quiere disfrutar, que sólo aspira a disfrutar. Una sociedad en la que no deseamos que haya emociones negativas, en la que se ha vendido la idea de la felicidad, de que en la vida no podemos sufrir diferentes episodios o fases negativas, lo que intenta es huir de cualquier tipo de problema de una manera superficial y por este motivo no entendemos ni asumimos las frustraciones y lo queremos resolver todo con una pastilla. Y cuando eso sucede, cuando estamos metidos en ese túnel, sin pararnos a observar a los lados o atrás, es cuando irrumpe un día en nuestras vidas la ansiedad. La ansiedad la provocan nuestros propios pensamientos y estos no tienen por qué ajustarse a la realidad, basta con que creamos que esa es la realidad para que en nuestro pensamiento exista.

Experimentos y ciencia dicen que:
1.  La emoción depende de la evaluación subjetiva que hacemos de la situación, que no tiene que coincidir con la que objetivamente se pueda hacer.
2.  La intensidad de la emoción depende de la excitación general que tengamos.
3.  Las reacciones fisiológicas que subyacen a muchas emociones que consideramos diferentes pueden ser muy similares o casi iguales (miedo, fobia, angustia, tensión, preocupación,...)

La ansiedad, como emoción que es, tiene las siguientes propiedades:
1-  La excitación que la acompaña y las evaluaciones que la definen son automáticas, es decir, inconscientes. Responden a la ley del condicionamiento clásico (Perros de Paulov)
2-  La reacción corporal es más lenta que el cambio de situación, luego persisten más allá de la situación que la causó.
3-  La misma excitación puede dar lugar a emociones diferentes, dependiendo de la interpretación que hagamos sobre el origen de la excitación. La sabiduría popular nos lo dice: el amor y el odio están muy cercanos.

La ansiedad es una respuesta adaptativa. La evaluación que hacemos de la situación determina la reacción emocional que experimentamos, por lo que se deduce que equilibrio o desequilibrio de nuestra mente es determinante en la evaluación de nuestra vida, experiencias, circunstancias,…

Sólo uno sabe lo que realmente piensa y siente. Cerebro vs. Corazón, por lo que sólo uno sabe (en ocasiones el entorno también) si tiene o no un problema, si necesita ayuda o no. ¿Ayuda? No me refiero a psicofármacos que en un primer momento parecen una salvación, la panacea, la solución para todo, sino que me refiero a una ayuda real, interna, a largo plazo, a veces combinada con psicofármacos, pero no siempre necesarios.

Si usted se ha puesto de repente a pensar en la insignificancia del ser humano en el Universo, o en aquel amor perdido, o en que mañana toca oficina, y nota que está despertando la ansiedad, le recomiendo un tratamiento muy sencillo y eficaz: La risa. Porque la risa, no nos olvidemos, es una archienemiga de la ansiedad y quién sabe, tal vez lo único que nos pasa últimamente es que no nos reímos suficiente. 

Pero como se trata siempre de que lo que os ofrecemos sirva para algo, y como poco, para que reflexionemos, os dejo con dos frases para ello. Veréis que están íntimamente relacionadas con lo que os he dejado en este artículo.

"Las cosas no se tuercen para que te rindas y se te rompa el corazón. Las cosas se tuercen para que te rompas y te reconstruyas y así puedas ser todo lo que deberías ser." (C. Jones)

"Somos formados por nuestros pensamientos; nos convertimos en lo que pensamos." (Buda)

Mª Esmeralda Ruíz Pina

No hay comentarios: