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viernes, 1 de junio de 2018

El Orientador Familiar cercano en las crisis

Por muchos años que pasen, por muchas vicisitudes que sucedan, tipos de sociedad que nos acojan, del concepto pareja y de sus crisis jamás se dejará de hablar; siempre preocupará porque de la pareja se nace, o bien biológicamente o bien a la cultura de la vida por ser precisamente en pareja y en su seno donde el amor hace florecer la educación, la ayuda entre sus componentes y la manifestación de cooperación necesaria para que nadie pueda sentir aquello de que “el hombre, sólo, sin familia, tiembla de frío.”

Y es precisamente por estos vínculos de y en pareja que en infinidad de ocasiones el orientador familiar no enfoca ninguna necesidad de cambio, ni en la mayoría de ocasiones es quién para dar recetas mágicas (nunca las hay), ni actúa como aquel que ostenta el poder y la razón en un estante superior e inalcanzable, casi perfecto. Su concurso principal, su prioridad, es ser cercano, llano. Aquel que comprensiva y respetuosamente acompaña e infunde tranquilidad devolviendo como en un espejo las imágenes verbales y preguntas que surgen, dándoles una nueva dimensión que les sitúe ante ellas en una nueva posición más idónea, con distinta perspectiva, donde su comprensión se aclare y sume, logrando que el proceso de crecimiento que se busca se vaya acercando en su objetivo.

Todas estas maniobras orquestales las he venido poniendo en práctica cada vez que ha procedido, que es casi siempre porque lo que he visto es que muchas parejas se hunden en problemas, en desconfianzas, en recelos, en rupturas, a pesar de que existan elementos de unión, y parece un contrasentido. Pero lo que casi siempre sucede es que han perdido la fe en sí mismos y la crisis, a pesar de aparecer como una oportunidad de cambio, los sume en sus más negras y oscuras controversias y contrariedades en las que pierden toda expectativa adecuada y, por supuesto, todo el valor constructivo que en la observación positiva se debería dar como principal ingrediente. La clave es relativamente fácil aunque no se ve tan pronto: situarse en una perspectiva diferente.

No nos solemos plantear que la vida plana no es real, no existe, no se da. No nos preparamos para las crisis de pareja ni individuales, y nos vienen muy grandes no viendo que precisamente el esfuerzo que hacemos para favorecer la unión es la urdimbre, el pegamento que sella el futuro y el amor de la pareja.

Muchos y grandes profesionales son los que han escrito sobre los problemas que nos surgen en la vida y también mi experiencia personal me ha enseñado (sigo aprendiendo) que en la vida de pareja, si deseamos que dure, tendremos que aprender a aceptar momentos de sufrimiento y de esfuerzo. (C. Panadés. 2007) Porque en realidad, si la naturaleza nos permitiese vivir sin obstáculos, se reduciría en gran medida la capacidad de desarrollar nuestro potencial. Y es ese potencial el que nos va modelando, a medida de nuestro esfuerzo y aprendizaje, enseñándonos a vadear el río de las crisis y los problemas que se nos presentan, dotándonos de unas cajas de herramientas (recursos) para utilizar la que corresponda en cada momento según la reparación a emprender, pero necesitamos experiencia y no huir de los problemas y de la vida en sí. “Las parejas que duran pasan necesariamente por crisis, las afrontan y aprenden de ellas. Cuando se decide huir de las crisis rompiendo la relación, tarde o temprano, probablemente en la siguiente relación de pareja, se va a tener que afrontar el mismo reto y se encontrarán en el mismo punto en el que se emprendió la huida.”

Claramente he intentado en mi quehacer como Orientador devolver las preguntas, las cuestiones a mi interlocutor de una manera que creara conciencia de la realidad, no ya latente, sino manifiesta dentro del problema real que se me exponía. No hemos aprendido  a vivir con nuestras emociones y menos a ser conscientes de las mismas, de ahí que ante la más mínima, algunas personas emprenden una huida sin retorno, hacia un lugar que ni ellos mismo saben.

La verdad es que siempre he visto necesario poner encima de la mesa, abriendo conciencias para que emerja a la realidad visual del cliente, que queramos o no, pasamos todos por una serie de escalones difíciles de evitar y lo que se necesita proponer es que veamos cuál es la mejor forma de enfrentarnos a esas situaciones (a cada uno le valdrá una distinta) y empezar a reflexionar sobre el camino (indica marcha y no estancamiento) que vamos a tomar y que nos lo creamos de forma sincera y coherente. Y es ese creer lo que va a hacer moverse, afianzarse a objetivos posibles, porque hay más allá de este problemático, de momento, más acá que necesita de un trabajo continuo, inteligente, y no exento de esfuerzo que tiene que hacer el cliente, no el orientador.

No podemos evitar que los demás tengan problemas y a veces lo peor que existe es proteger tanto que les evitamos hasta el mismo aprendizaje necesario, como estamos viendo. Haciendo tú, aprendes tú. Si te evito el trabajo y el sufrimiento que te pertenece puede ser que te esté dando una ayuda que te debilite. Este relato puede ayudarnos a reflexionar este aspecto:

“Un hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera de él. Un día, vio que había un pequeño orificio, y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir del capullo.
El hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba que se había atascado.

Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo salir.
Sin embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.

El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas… 

Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.”  Extraído del libro: "Aplícate el cuento" de Jaume Soler y M. Mercé Conangla.

¿Os ayuda en algo? Me alegro…Los problemas pueden hacernos crecer… ¿Huida? Mejor enfrentarnos a ellos, pero sabed que hay personas que saben ayudar.

Yo pedí fuerza...Y encontré  dificultades para hacerme fuerte.

Yo pedí sabiduría...Y tuve problemas para solucionar.


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