Por muchos años que pasen, por
muchas vicisitudes que sucedan, tipos de sociedad que nos acojan, del concepto
pareja y de sus crisis jamás se dejará de hablar; siempre preocupará porque de
la pareja se nace, o bien biológicamente o bien a la cultura de la vida por ser
precisamente en pareja y en su seno donde el amor hace florecer la educación,
la ayuda entre sus componentes y la manifestación de cooperación necesaria para
que nadie pueda sentir aquello de que “el
hombre, sólo, sin familia, tiembla de frío.”
Y es precisamente por estos vínculos
de y en pareja que en infinidad de ocasiones el orientador familiar no enfoca
ninguna necesidad de cambio, ni en la mayoría de ocasiones es quién para dar
recetas mágicas (nunca las hay), ni actúa como aquel que ostenta el poder y la
razón en un estante superior e inalcanzable, casi perfecto. Su concurso
principal, su prioridad, es ser cercano, llano. Aquel que comprensiva y
respetuosamente acompaña e infunde tranquilidad devolviendo como en un espejo
las imágenes verbales y preguntas que surgen, dándoles una nueva dimensión que
les sitúe ante ellas en una nueva posición más idónea, con distinta perspectiva,
donde su comprensión se aclare y sume, logrando que el proceso de crecimiento
que se busca se vaya acercando en su objetivo.
Todas estas maniobras
orquestales las he venido poniendo en práctica cada vez que ha procedido, que
es casi siempre porque lo que he visto es que muchas parejas se hunden en
problemas, en desconfianzas, en recelos, en rupturas, a pesar de que existan
elementos de unión, y parece un contrasentido. Pero lo que casi siempre sucede
es que han perdido la fe en sí mismos y la crisis, a pesar de aparecer como una
oportunidad de cambio, los sume en sus más negras y oscuras controversias y contrariedades
en las que pierden toda expectativa adecuada y, por supuesto, todo el valor
constructivo que en la observación positiva se debería dar como principal
ingrediente. La clave es relativamente fácil aunque no se ve tan pronto:
situarse en una perspectiva diferente.
No nos solemos plantear que la
vida plana no es real, no existe, no se da. No nos preparamos para las crisis
de pareja ni individuales, y nos vienen muy grandes no viendo que precisamente
el esfuerzo que hacemos para favorecer la unión es la urdimbre, el pegamento
que sella el futuro y el amor de la pareja.
Muchos y grandes profesionales
son los que han escrito sobre los problemas que nos surgen en la vida y también
mi experiencia personal me ha enseñado (sigo aprendiendo) que en la vida de pareja, si deseamos que dure,
tendremos que aprender a aceptar momentos de sufrimiento y de esfuerzo. (C.
Panadés. 2007) Porque en realidad, si la naturaleza nos permitiese vivir sin
obstáculos, se reduciría en gran medida la capacidad de desarrollar nuestro
potencial. Y es ese potencial el que nos va modelando, a medida de nuestro
esfuerzo y aprendizaje, enseñándonos a vadear el río de las crisis y los problemas
que se nos presentan, dotándonos de unas cajas de herramientas (recursos) para
utilizar la que corresponda en cada momento según la reparación a emprender, pero
necesitamos experiencia y no huir de los problemas y de la vida en sí. “Las parejas que duran pasan necesariamente
por crisis, las afrontan y aprenden de ellas. Cuando se decide huir de las
crisis rompiendo la relación, tarde o temprano, probablemente en la siguiente
relación de pareja, se va a tener que afrontar el mismo reto y se encontrarán
en el mismo punto en el que se emprendió la huida.”
Claramente he intentado en mi
quehacer como Orientador devolver las preguntas, las cuestiones a mi
interlocutor de una manera que creara conciencia de la realidad, no ya latente,
sino manifiesta dentro del problema real que se me exponía. No hemos
aprendido a vivir con nuestras emociones
y menos a ser conscientes de las mismas, de ahí que ante la más mínima, algunas
personas emprenden una huida sin retorno, hacia un lugar que ni ellos mismo
saben.
La verdad es que siempre he
visto necesario poner encima de la mesa, abriendo conciencias para que emerja a
la realidad visual del cliente, que queramos o no, pasamos todos por una serie
de escalones difíciles de evitar y lo que se necesita proponer es que veamos
cuál es la mejor forma de enfrentarnos a esas situaciones (a cada uno le valdrá
una distinta) y empezar a reflexionar sobre el camino (indica marcha y no
estancamiento) que vamos a tomar y que nos lo creamos de forma sincera y
coherente. Y es ese creer lo que va a hacer moverse, afianzarse a objetivos
posibles, porque hay más allá de este problemático, de momento, más acá que
necesita de un trabajo continuo, inteligente, y no exento de esfuerzo que tiene
que hacer el cliente, no el orientador.
No podemos evitar que los demás
tengan problemas y a veces lo peor que existe es proteger tanto que les
evitamos hasta el mismo aprendizaje necesario, como estamos viendo. Haciendo tú,
aprendes tú. Si te evito el trabajo y el sufrimiento que te pertenece puede ser
que te esté dando una ayuda que te debilite. Este relato puede ayudarnos a
reflexionar este aspecto:
“Un
hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder
verla cuando saliera de él. Un día, vio que había un pequeño orificio, y
entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba
por poder salir del capullo.
El
hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del
pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció
haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba
que se había atascado.
Entonces el hombre, en su bondad, decidió
ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del
capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo
salir.
Sin
embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y
dobladas.
El
hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se
desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se
contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones
sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su
cuerpecito hinchado y sus alas dobladas…
Nunca pudo llegar a volar.
Lo
que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la
apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el
diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo
de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego
pudiese volar.” Extraído del libro: "Aplícate el
cuento" de Jaume Soler y M. Mercé Conangla.
¿Os ayuda en algo? Me alegro…Los
problemas pueden hacernos crecer… ¿Huida? Mejor enfrentarnos a ellos, pero
sabed que hay personas que saben ayudar.
Yo pedí fuerza...Y encontré dificultades para hacerme fuerte.
Yo pedí sabiduría...Y tuve
problemas para solucionar.
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