A lo largo de todos estos años
he observado que si la comunicación entre los integrantes de la unidad familiar
no funciona se debe principalmente, y entre otras razones, a una ausencia de la
capacidad de empatizar.
Es del todo negativo iniciar
una comunicación sin entender al que tengo enfrente, sin ser consciente de qué
problemas ha tenido o tiene y cuáles son las razones que le han llevado a
actuar de tal o cual manera. Claro que es cierto que una llamada de atención, la
aclaración de alguna situación entre la pareja, un castigo y toda una parrafada
de los padres a los hijos, es necesaria para equilibrar las situaciones,
establecer las normas a las que se ha
faltado y poner las sanciones que se deban poner, pero no podemos olvidar que
el que tenemos enfrente, sea padre, madre o hijo, no ha actuado así por nada,
por capricho. Y debemos conocerle, ponernos en su situación y no comunicar con
rabia, ira, desprecio…Es un humano con necesidades y sobreentiende que el amor
y el respeto son ingredientes que deben existir en ese hogar.
No se espera la impaciencia, el
hartazgo, y mucho menos si es un adulto el que requiere el inicio de la
conversación. Pero esta falta de empatía se suele dar también en ambas
direcciones, o sea, de las figuras parentales a hijos y de hijos a figuras
parentales, porque no podemos olvidar que en ese ambiente familiar y de
confianza (debería existir), cada uno defiende sus criterios y necesidad de
expresión (cosa muy sana).
Tras sesiones diversas con
diversas familias, observamos que hay factores muy comunes en todos aquellos núcleos
familiares en los que se disparan los problemas y se enquistan, y es que no se
suele escuchar de forma activa. Sí, no se escucha al otro, no se sabe qué
piensa y siente sobre la vida y existe una ausencia de criterios y pautas que
no han sido dadas a nuestros hijos que le ayuden a crecer y madurar.
También es cierto que las presiones
del trabajo, los problemas personales, la sociedad, su ritmo tan neurótico,
etc., nos someten a mucha presión y tal vez cuando llegamos a casa y la
comunicación comienza, todo eso nos pesa y, tal vez también, con nuestros hijos
entramos en conflicto y precisamente esa forma hace que las reacciones de
retroalimentación de ellos sean totalmente negativas y “aprenden” que con
nosotros no se pueden comunicar, ni tan siquiera hablar porque no entendemos
nada de ellos. Ni lo intentamos. Pueden llegar a cortar toda relación con
nosotros y comienzan a no contarnos nada de ellos ni de sus problemas. Y si eso
pasa desde sus dos o tres años, podemos imaginarnos cómo están cuando tengan
14. Triste, ¿verdad?
Pues todo esto es fruto de
nuestras acciones adversas ante la comunicación porque no nos preparamos para
ello y no entendemos que los mensajes que se dan y reciben, tanto los verbales
como los no verbales, son cruciales en la conducta presente y futura de
nuestros vástagos. Tal vez porque solemos ser excesivamente “policías” e
interrogamos sin dar la sensación de estar verdaderamente interesados en cómo
llevan su aún breve vida en todos sus aspectos.
Esto sucede porque volcamos
nuestra ansiedad con ellos, y aunque sé que a veces es difícil no hacerlo por
la impotencia que nos produce la situación, hemos de esforzarnos en no entrar
al ritmo que ellos mismo ponen. En vez de ser docentes, cariñosos y demostrar
que nuestra adultez sirve para algo más que para ver películas de mayores de 18
años y poder beber alcohol, descargamos nuestras frustraciones con ellos y así nos
luce el pelo.
Creo sinceramente que procede
revisar nuestras actitudes y aptitudes respecto a la comunicación eficaz y para
eso existen profesionales que nos pueden ayudar a tomar conciencia de nuestros
errores para equilibrar las relaciones que, aún siendo difíciles, se pueden
llevar a un estado homeostático que produzca más beneficios que perjuicios.
¿Cómo? Pues identificando los errores que cometemos sin ser conscientes de
ello. A veces cambiando o modificando pequeñísimas cosas se obtienen grandes
adelantos.
Y algo más, si estamos
observando que seguimos unas pautas durante largo tiempo en la comunicación que
siguen produciendo problemas y no solucionamos nada, ¿por qué seguimos actuando
de la misma manera? Algo habrá que hacer, ¿no creen?
Juan José López Nicolás