He sido padre de dos hijos…Dos
buenos hijos y, sobre todo, dos buenas personas. Y ahora creo que puedo
reflexionar sobre los acontecimientos como padre porque estoy en la dimensión
del ser abuelo, que nada tiene que ver con el nivel anterior.
No es la reflexión
pormenorizada de los años en los que he vivido con ellos, con sus risas, sus
lágrimas, sus juegos en el suelo, sus enfermedades, sus soledades, sus
reproches, sus perdones por mis fallos, mis perdones por los suyos, etc., sino
desescombrar desde mi interior una serie de vivencias que me han llevado a unas
reflexiones que para nada espero que sean dogmas de fe, sino un entramado más
que pueda dar luz a las ideas que padres puedan tener en los mismos recorridos
de esta grandiosa aventura que ellos, los hijos, ni se imaginan, porque aún no
han vivido en toda su dimensión, y la juzgan (la mía) sin tener todas las
cartas en su mano. Es igual, son atrevidos, pero creo que es ley de vida porque
llegará el momento de repetir experiencias y entonces entenderán todos y cada
uno de mis actos.
A veces creo que criamos hijos
y en cambio nos salen jueces cuando empiezan a empinarse.
He aprendido que, aunque duela
y cueste lo indecible, no deberíamos sobreprotegerlos, porque nuestra
obligación es educar en la realidad social que se van a encontrar, sobre todo,
cuando salgan a la vida y les comience esta a decir con voz ronca: NO, NO, NO…Es
ahora cuando vamos a ver qué capacidad de frustración tienen y su potencial
resiliente, porque ellos hacen muchas cosas, se meten en muchos “fregaos”
porque tienen el colchón de toda una red familiar que les hacen las cosas…Y así
es muy fácil, creo yo.
Por eso muchos padres son hijos
de los hijos y no ocupan realmente ese rol tan maravilloso de ser padres, con
todo lo que conlleva en su justa medida, llegando a convertir a los propios
hijos en tirano y los padres en inseguros y débiles de personalidad. Sé que
esto no es bueno, pero créanme que a veces lo entiendo. Pero sobre todo he
visto que sucede porque hay padres que se sienten culpables de haberles
fallado, de haber cometido algo “horrendo” por lo que se les está juzgando toda
la vida y, por que somos humanos, necesitamos que no nos rechacen y nos acepten
y ser “buenos” reparando todos los días la falta que alguien dice que cometimos
y que no perdonan (no les interesa hacerlo para tenernos siempre sometidos y
pagando la deuda histórica)
También sé que cuando los hijos
son adultos ya no te deben obediencia, pero lo que nunca deberían perder es el
amor y el respeto que te deben como padre y generalmente olvidan que un padre
teme mucho ser rechazado por ellos, aunque se aprende, madurando, que si esto
sucede, es su decisión y con el corazón roto de alguna manera sigues viviendo
tu vida, como ellos deben vivir la suya, pero eso sí, mi puerta está abierta
las 24 horas del día para ellos y sus consultas, problemas, abrazos, besos, a
pesar de que he aprendido a respetar, porque yo sí respeto sus decisiones,
equivocadas o no. Dicen que son adultos y esto lleva implícito muchas
situaciones que deben aprender, supongo, con las vivencias de ensayo/error.
También sé, porque soy abuelo,
que si un hijo reprocha algo a su padre y no es capaz de reconciliarse de
alguna manera y simplemente deja pasar las horas, los días, los años, la
inmadurez está de su parte, pero mi corazón desea que la experiencia les enseñe
y dejen la inmadurez para crear la urdimbre necesaria del paso del estrecho a
ser SER, aunque esto, la espera, crea mucho dolor y lágrimas. Pero la vida
sigue y es la que cada uno debe dirigir y gestionar de la mejor manera posible.
Un padre respeta a sus hijos,
los ama, lo sé, pero no espera aprobación ni se somete a ellos, por lo menos
eso he inferido a lo largo de estos años, y es lo que debe ser, y por lo que sé
no he sido un excelente padre, pero lo he hecho lo mejor que he sabido, lo
mejor que he podido y poniendo siempre todo mi empeño en donar a mis hijos la
esperanza de verlos como son, buenas personas. ¿Y tú?
También sé que fácilmente los
hijos van a juzgar a los padres como pareja, punto que es totalmente injusto,
ya que ellos conocen a sus progenitores como tales y no como miembros de esa
unión y precisamente por esa su justicia justiciera inmadura, a veces, cuando
los padres toman decisiones pensadas, necesarias y correctas para la vida
individual y no son entendidas por los hijos que se llaman adultos, lo que está
claro entonces es que la personalidad y la madurez aún no están bien determinadas
y definidas en ellos. Y no es cuestión de edades fijas.
Pero todo esto no son más que situaciones
típicas que se dan todos los días, todos los años, a todas horas para que se
crezca ante el afrontamiento de la vida misma para lograr la tan ansiada
madurez porque al fin un adulto se vale por sí mismo, sus reglas y sus propias
elecciones. ¿Y tú?
Yo, como padre, sé también que
mis hijos tienen errores, y duelen, pero he aprendido a respetar sus decisiones
porque ya no les puedo ver como niños y yo sí les concedo la madurez del adulto
que creo que deben poseer, aunque vayan andando aún hacia ella… Ya llegarán,
aunque yo ya no esté.
Felices Fiestas.
Juan José López Nicolás
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