así somos

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miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Es que está todo perdido en la pareja?

Cuando la gente me dice que le aconseje cómo mejorar su relación de pareja, me encuentro, a veces un poco raro. Me van a permitir que le explique esta sensación.

“Dar consejos” es algo de lo que bastantes veces huyo porque un consejo está dado desde la visión subjetiva de cómo harías tú las cosas y no es más que guiar a la otra persona desde tu perspectiva; pero las personas son lo que son, no lo que a nosotros nos gustarían que fueran y si aceptáramos esto, (sé que a veces cuesta mucho, pero es de ley intentarlo) veríamos las cuestiones con otra dimensión y nos daríamos cuenta que no son consejos lo que necesitamos, sino técnicas que funcionan, un control de nuestros pensamientos, tolerancia, amor, comprensión afinidad, aceptación, capacidad de negociar, comunicación eficaz, etc., etc.

Pero lo que más añora la parte de la pareja que quiere trabajar para cambiar las cosas (suelen ser las mujeres, bendita inteligencia) es que su pareja, el hombre, vaya al profesional elegido para intentar reestructurar la relación y marcar las pautas para reconducir la situación que se ha desequilibrado a lo largo de la relación. Y sin embargo “él no quiere”, me dicen; “es imposible que venga y, entonces, ¿qué puedo hacer yo?”

Os voy a dejar con un fragmento de un artículo escrito por Mª del Carmen Camacho Gil, psicóloga clínica, que aborda precisamente esta situación.

"Este artículo de autoayuda está dirigido a mujeres que desearían hacer una terapia de pareja, pero sus parejas no quieren oír hablar de un psicólogo, de un terapeuta, o de un orientador familiar.

Las personas son lo que son, no lo que a nosotros nos gustaría que fueran. Acéptalo de una vez. A lo mejor él no querrá asistir a ninguna terapia, ni leer ese libro que a ti te pareció tan interesante y que crees os podría ayudar en vuestra relación de pareja, quizás no va a reconocer que tiene un problema, y mucho menos intentar un cambio. Probablemente no es que no quiera, todo el mundo quiere ser feliz y sentirse amado. Quizás no sepa hacerlo mejor, no crea que puede hacerse mejor o no esté preparado para tomar decisiones o intentar un cambio.

¿Prefieres tener razón a ser feliz? Ya sabemos que una pareja es cosa de dos. Qué él podría tomar también la iniciativa y tratarte mejor. Todo eso es cierto, también lo es que sólo puedes cambiar aquellas cosas que dependen de ti.
Si estás dispuesta a no quedarte de brazos cruzados, esperando a que la vida, el tiempo, la suerte o los demás te resuelvan la vida, haz algo ya.

RECUERDA:

1. Si tú no estás bien, nada lo estará.

La dedicación y falta de tiempo por el trabajo, el niño, la casa, las discusiones, etc. es objetivo. Tu actitud hacia esa circunstancia y todo lo que piensas y sientes es subjetivo, y ahí puedes intervenir desde ahora mismo.
Tienes que estar bien contigo misma, serenarte, despojarte de los sentimientos de culpa, ser capaz de recuperar tu independencia emocional y perder el miedo a estar sola contigo misma. Tienes que desear estar con él, pero no necesitar estar con él. Tienes que perder el miedo a perderlo.

“Quizás os parezca raro pero el primer paso está en comprender lo que sucede en vuestra relación y la única manera de conseguirlo es mirando dentro de vosotros mismos.
Si tenéis el valor de permanecer solos con vosotros mismos, os daréis cuenta que cada día seréis más fuertes para abordar vuestros problemas, de esta forma os sentiréis libres y capaces de pasar a la acción.
Una vez superado el miedo a la soledad, abandonareis todo resentimiento hacia el otro, porque seréis independientes. Apenas lo hagáis, os daréis cuenta que la infelicidad y la insatisfacción que sentíais desaparecen.
Probad y experimentad el perdón, intentad dar más bien que esperar a recibir, tened paciencia y sed constantes, y os sorprenderéis transformados. ¡Mejoraréis!
(Paloma Gascón. Psicoterapeuta.)

2. Demuéstrale que estás de su lado, SIEMPRE...Tenéis que pasar progresivamente del miedo a la confianza. No “voy a hacer esto o aquello para que no se enfade”, sino porque “verle feliz me compensa y me hace feliz a mí también”.
Tenéis que recuperar la confianza en el otro, la confianza de que me quiere aun sin ser perfecta/o, elige cada día estar conmigo libre y voluntariamente, puedo mantener su amor a pesar de que no estemos de acuerdo en todo.
La bronca termina siendo un mecanismo de defensa mediante el cual consigo controlar al otro, ya que por las buenas parece no dar resultado. La bronca lleva al miedo, y el miedo a medio-largo plazo al deterioro de la relación, ya que nos sentimos tensos, humillados, manipulados, etc.
Para recuperar la confianza necesitamos sentir que se pone en mi lugar, que está de mi parte, que no es mi enemigo/a sino la persona que me quiere, que tiene en cuenta mis necesidades y deseos tanto como los suyos propios.
Volvemos a la idea primera. TIENES QUE ESTAR A BIEN CONTIGO para no necesitar demostrar nada, ni justificarte por nada. Si no, lo que sucede es que nuestro comportamiento se centra en intentar que el otro se ponga en nuestro lugar y que nos dé la razón.

Que nos den la razón cuando nosotros no nos ponemos en el lugar de las otras personas es difícil, porque el otro siente lo mismo que tú, quiere que le comprendan y le den la razón, alguno tiene que empezar, ¿por qué no reconocer que los dos tenemos razón?
PARA GENERAR CONFIANZA:
• Si ves haciendo algo agradable a tu pareja (Ej.: Te ayuda recogiendo la mesa, se ocupa del niño, llega de buen humor, etc.) y reconóceselo con un beso, una sonrisa o una palabra amable. Que se dé cuenta de que te gusta, no te quedes pensando “qué mosca le abra picado”, “algo querrá”,... y pongas mala cara o te quedes indiferente. A todas las personas nos gusta gustar, si se da cuenta de que así lo consigue tienes más posibilidades de que repita esas conductas agradables.

Importante: NUNCA se te ocurra aprovechar que hace algo bueno para echarle la charla o intentar solucionar conflictos de otro tipo, Ej.: “si fueses así siempre que bien nos iría”, “ves como cuando quieres puedes resultar adorable”, etc.

• Cuando tengas que dar tu opinión, primero le escuchas atentamente y luego le dices:
• “ENTIENDO QUE...” (Demuestras que has comprendido su idea, muestras empatía y, si es posible los puntos de acuerdo con su postura)
• “TAMBIÉN ES CIERTO QUE...” (Procura no usar un PERO... porque parece que lo anterior no vale. Das tu opinión o argumentas con hechos otro punto de vista distinto al escuchado. Si vas a dar tu opinión subjetiva, utiliza mensajes “YO”, habla por ti, y no te metas en descalificaciones hacia los demás)
• “POR LO TANTO SUGIERO... O ¿QUÉ PODRÍAMOS HACER?...” (Propones un cambio que satisfaga a ambas partes)

Importante: Recuerda que son 3 pasos y por ese orden, y que SIEMPRE tienes que empezar por demostrarle que te pones en su lugar y que respetas su punto de vista con un entiendo que... antes de dar tu opinión o de pedir algo. Trata de abrir el diálogo y la negociación en lugar de cerrarla con ataques personales, exigencias, malos modos, gestos de impaciencia, etc.

Ejemplos:
- (Ej.: Te propone un plan que no te apetece demasiado)
Entiendo que quieras quedar con tu hermano para no perder el contacto. Yo comparto tu misma opinión sobre su mujer, así que qué te parece si vemos la forma de no dedicarle todo el día a esa visita.

EVITA DECIR COSAS COMO: Sabes que no soporto a fulanita, y tu hermano me parece un... por consentirla... Creía que a ti tampoco te gustaba..., la verdad es que no te entiendo (es decir terminas metiéndote o con la persona que es de su agrado o con él mismo, o pones obstáculos para permitir ese encuentro.

Entiendo perfectamente que te apetezca pasar unos días con... También es cierto que hemos tenido una semana muy complicada y apenas hemos podido pasar un rato a gusto los 3 juntos (refiriéndote al niño). Para mí es importante que reservemos algo de tiempo para estar nosotros solos juntos en familia, seguro que si pensamos con calma en una solución para hacer ambas cosas la encontraremos (abrir el abanico de alternativas, no se trata de ahora o nunca, de todo o nada, podemos reservarnos un fin de semana distinto o un puente, una mañana o una tarde, negociar.)

EVITA DECIR COSAS COMO: “Y nosotros cuándo, a ver si te enteras de una vez que tu familia somos nosotros. Eres un cobarde, no sabes nunca decir que no a los demás y siempre nos sacrificas a nosotros”.

- (Ej.: No colabora en las tarea domésticas porque dice estar cansado)

Entiendo que tienes poco tiempo para ti con tanto trabajo, (también es cierto) a mí me pasa lo mismo (mensaje yo), entre la casa y el niño estoy un poco agobiada. ¿Qué te parece si recogemos esto rápidamente entre los dos y nos tumbamos un poquito en el sillón a ver la película? Dicen que es muy buena. (sugerencia)

EVITA DECIR COSAS COMO: “A ver si te crees que yo no estoy cansada, si te agobia la casa y llevas 5 minutos, imagínate yo que paso toda la tarde aquí con el crío, qué egoísta eres”.

- (Ej.: Se queja de cenar varias veces lo mismo)
Entiendo que te aburras de comer una cosa, a mí también me pasa, quizás podrías darme alguna idea para variar el menú. Con el tiempo que tengo tiene que ser algo fácil de hacer.

EVITA: Picarte. No escuches lo que no se te ha dicho, no te precipites sacando conclusiones o haciendo interpretaciones negativas de las palabras del otro. Céntrate en el tema y no personalices cualquier comentario que se te haga. No estés a la defensiva, no tienes que defenderte de nada y si así fuera que sean más explícitos contigo.

• Sé cariñosa y demuéstrale tu afecto habitualmente, incluso cuando no estéis de buenas. Utiliza muchos te quiero y el contacto físico (besos, abrazos, sonrisas). Que tu gesto sea agradable, destierra el “morro choto”, los gestos desairados, las voces.
Tú misma mejorarás con el cambio. Williams James (un prestigioso psicólogo) decía: ¿estamos tristes porque lloramos o lloramos porque estamos tristes? El cambio físico influye en nuestro cambio mental y a la inversa.

RECUERDA: No le regañes. Utiliza una forma positiva de expresión, habla de lo que deseas y no de lo que quieres evitar.
Ejemplo: se puede decir:
-¡Cuánto me alegra que ya hayas llegado a casa!, tenía ganas de verte; y no decir
- ¡Ya era hora que llegaras a casa!

(Si quería decir lo primero, ¿por qué digo lo segundo? Estoy deseando verle y consigo nada más llegar montarla para que nos enfademos y nos demos la espalda en la cama)

Si estás enfadada por algo que ha hecho recuérdale que tu enfado no pone en peligro tu amor hacia él. A veces es bueno antes de hacer una crítica comenzar por un halago, y si puedes terminar con otro mejor (Ej.: Te quiero mucho y si algo no deseo es que discutamos más por problemas domésticos. Siento no estar de acuerdo con lo que me propones, mi opinión es que... / Otro Ejemplo: Me pareces un buen padre. Creo que en este caso, no estás teniendo suficiente paciencia para...)

Deja de estar enfadada todo el rato, eso se consigue:

- No creyéndote mejor que los demás (cada vez que le culpas tan duramente por algo es porque se te olvida que también tú tienes defectos),
- Evitando los “campos de minas” (aquellos asuntos con los que eres especialmente susceptible),
- No provocando la ira de los demás (pinchando y señalando sus defectos, a veces gratuitamente),
- No sobrecargándote de trabajo o de responsabilidad más de lo estrictamente necesario. El estrés produce irritabilidad (seguro que puedes reducir la carga que te auto impones, ¿qué más da si hoy no paso el aspirador y me tumbo un rato a descansar?, mímate más)

• No seas tan perfeccionista, y deja de criticarle. Es sólo un ser humano tan imperfecto como tú. No estés corrigiéndole continuamente por cosas nimias. (Ej.: Te has dejado la leche fuera de la nevera, te ha quedado la camisa un poco arrugada, vaya pelos que te has dejado hoy, anda que me has dado un beso al llegar, etc.)

• Deja de competir. Los dos estáis en el mismo equipo. ¿Por qué tienes que demostrarle que eres más lista, más intuitiva, más rápida, que sufres más, que cocinas mejor, qué pones más de tu parte, etc.? ¿Tan insegura te sientes que tienes que ir demostrando lo que vales montando y ganando batallas? No conseguirás así su aprecio y valoración, lo que conseguirás es que se resienta, se sienta atacado, humillado y contraataque.

EVITA FRASES DEL TIPO: “Todavía vas por ahí, a mí me ha dado tiempo a...”, “Que poco ojo tienes para las personas, ya te dije yo que...”, “¿Ya estás cansado? ... llevo yo desde está mañana...”.

Si es él el que compite, deja que sea para él una necesidad, no entres al trapo. En el fondo lo que está pidiendo a gritos es amor y reconocimiento, dejará de hacerlo en cuanto mejore su autoestima y/o no se sienta amenazado. No te inmutes, puedes reconocerle su virtud sin menospreciarte tú. La clave está en no comparar ni compararse con los demás. Frases como: “cada uno tiene sus virtudes” o “reconozco tus virtudes, por eso te quiero” puede ser suficiente, si la cosa se pone fea, puedes añadir.. “¿Puedes hablar de ti sin hablar de mí por favor?”

• Dale un voto de confianza. Si hay algo que no entiendas, simplemente PREGUNTA POR QUÉ SIN PONERTE A LA DEFENSIVA, evitarás muchas discusiones y meteduras de pata por ser malpensada. Las personas solemos tener un motivo más o menos razonable para hacer lo que hacemos. Escucha lo que tiene que decir.
Ejemplo:
- Llega tarde a casa... ¿ha sucedido algo?/ en lugar de “bonitas horas de llegar a casa”
- Llega de mal humor... ¿has tenido un mal día?/ En lugar de “eres insoportable”.
- Se pone a la defensiva... ¿he dicho algo que te haya molestado?/ En lugar de “a ti no hay quien te hable, cómo te pones por nada”.
- Grita al niño... ¿qué ha pasado?/ En lugar de “para un rato que le ves le estás gritando”.

3. Si está el ambiente muy tenso por su parte o por la tuya... aplaza la conversación para otro momento. Las cosas no son ahora o nunca.
Ej.: “Ahora estamos muy alterados y nos podríamos decir cosas de las que luego nos arrepintiéramos, por favor dejemos esta conversación para más tarde, ¿qué tal mañana después de acostar al niño? Seguro que mañana, más tranquilos, vemos todo este asunto de otra manera. No tenemos que llegar a un acuerdo de forma inmediata, tenemos tiempo”
A veces, si la alterada eres tú, puede bastar con que controles tu impulsividad, ¿cómo? Desaparece por un rato de la escena, vete al servicio, a otra habitación, a la calle con cualquier excusa, deja que tu adrenalina vuelva a los niveles normales y elige qué quieres hacer, cómo quieres actuar.

Respira profundamente y destensa tus músculos, piensa en amor, en abundancia, en que todo tiene una salida, en el fin positivo de las cosas (de todo se aprende, hay cosas que llevan su tiempo, etc.). Se trata de encontrarte a ti misma y conectar con tus deseos, y no de reaccionar a lo loco y a la defensiva, alejándote del fin último y bueno de tus deseos (ser felices, amarnos, ayudarnos, entendernos, resolver dificultades, permanecer unidos, etc.)

Existe un truco para cuando metemos la pata, rebobinar. Siempre puedes decir: “¡qué mal ha sonado eso que he dicho! Rebobino, como si no te hubiese dicho nada ¿vale?” Y empiezas de nuevo. También puedes decir, “creo que no voy bien, empiezo de nuevo”, e imaginariamente pasar la cinta hacia atrás. Vuelves a colgarte el bolso, el abrigo, sales por la puerta y entras de nuevo como si fuese la primera vez que lo haces (si eso fue lo que ocurrió inmediatamente antes de meter la pata.

¿Qué tal si pudiéramos comenzar por algo de lo que aquí “se aconseja”?

lunes, 24 de junio de 2013

La asertividad, ingrediente fundamental de la comunicación en los problemas de pareja


Estamos ahondando en buscar algo para que no se rompa nuestra pareja…, en saber qué es ese algo (que no reconocemos qué es) que nos incita a discutir y a mirar las cosas desde prismas tan distintos que nos separamos, tanto que a veces ni nos encontramos (y estamos en la misma habitación)…, y crece la rabia, la sensación de fracaso, de desamor.
“Ya pienso que es que no lo quiero…”, pero sí sé que no quiero estar del todo sin él…,¿qué me está pasando?, ¿qué nos está pasando para haber llegado a este punto?

Así nos pasamos la vida buscando y sintiendo que algo raro nos pasa porque no nos sentimos bien, y somos incapaces de mirar hacia nuestro interior oyendo el consejo de ese que nos dice al oído que la persona que tenemos enfrente es la culpable de las situaciones que vivimos. Pero nos callamos y fraguamos dentro tal cantidad de pensamientos irracionales y distorsiones que casi no podemos razonar de una forma positiva. Casi ya ni verbalizamos más que emociones negativas parando el motor de algo tan básico como son la forma de comunicar y la forma de verbalizar hasta el más recóndito de mis sentimientos (emociones).

Tal vez no sepamos que una de las cosas más fundamentales que ayuda a que la relación de pareja mejore, es insistir en practicar, y abrir la mente, para aprender y aprehender las formas para comunicar qué es lo que verdaderamente queremos. Eso que consiste en poner en palabras lo que nuestra mente piensa y siente. Es complicado, como dicen muchos autores, para una personas el tener que adivinar constantemente qué es lo que quiere el otro, y si partimos de esta premisa, se hace conveniente (y justamente necesario) emplear la asertividad,
que no es otra cosa que expresar nuestro punto de vista desde un perspectiva equilibrada, sin caer en la agresividad ni en la pasividad extrema.

Roberto Doussang, entendido en la materia, comenta: “La clave está en la asertividad. Siendo asertivos logramos transmitir directamente nuestros deseos sin el problema del resentimiento o de la resistencia en nuestra pareja.
La gran dificultad radica en que muchas parejas han dejado de ejercitar el músculo de la asertividad en su relación, y dan espacio a las exigencias egoístas y a los sentimientos de incomprensión y victimización.



Es común en una crisis de pareja, que uno de los miembros (o ambos), sientan que el otro “les debe algo” o que no se han comportado “como esperábamos”. Creemos inconscientemente que nuestra pareja debería haberse amoldado a nuestros deseos, o tener una forma de ser que calce con aquello que nosotros consideramos como bueno. Sin embargo, esta visión, que no necesariamente tiene que ser explicita o consciente a nivel mental, encierra mucha frustración y agresividad.


Otra característica que distingue a parejas que tienen conflictos constantes, es que todas estas fantasías mentales de lo que “debería ser nuestra pareja”, suceden a dentro de nosotros mismos, pero no las expresamos verbalmente. No decimos “me gustaría que pasáramos más tiempo juntos” de forma calmada. Sino que comenzamos a dar rodeos enormes en torno a situaciones anexas, esperando que el otro arme las piezas de un rompecabezas que no tiene una conexión aparente.


Por ejemplo, podemos encontrarnos con situaciones donde discutimos con nuestra pareja cuando salimos fuera de casa. Tal vez él o ella se molesten por el clima, la lentitud del tráfico, etc. Puede ser un sinfín de sucesos que nos ponen en un estado negativo e incómodo. Sin embargo, quizás la verdadera causa es que hemos fallado en decir de manera sencilla que no queríamos salir, porque preferíamos estar en casa y compartir otras actividades con nuestra pareja. Pero en vez de eso, elegimos criticar todo, molestarnos porque nuestra pareja “no sabía” que no teníamos ganas de salir de casa.”

La verdad es que el problema fundamental reside en que muchas personas no se atreven a expresar, a verbalizar, las cosas que queremos o sentimos o simplemente aquello que no nos parece bien o nos inquieta.
Siempre digo que en la pareja, entre las personas, nos lo podemos decir absolutamente todo, siempre y cuando la forma de hacerlo cumpla las bases fundamentales del respeto hacia el otro y no avasalle en su expresión.

R. Doussang, continúa en la línea de esta exposición, aseverando que, aunque la asertividad algunos la intentan llevar a cabo, “..muchos confunden la asertividad con ir y decir de forma seca qué es lo que uno quiere. Eso no es ser realmente asertivo. Las personas que actúan de esta forma llevan oculta la pesada carga de la queja constante. Se consideran a sí mismas como “sinceras y directas”, pero en realidad solo crean resistencia en los demás.”

Lo más apropiado, y como dice este autor antedicho, está en poner en práctica, como inicio práctico para conseguir la asertividad, unos consejos que preconiza:


“Pon atención en el otro. Parece ser que el hecho de ser asertivos tiene mucho que ver con comunicar lo que sucede dentro de nosotros. Sin embargo, seremos mucho más asertivos si tomamos en cuenta cómo se siente el otro. De esa forma podremos abordar la conversación desde una ángulo donde el otro se sienta cómodo y recepcione de buena gana lo que queremos decir.

Ten claro cuáles son tus reales motivaciones. A veces tenemos sentimientos confusos acerca de que es lo que realmente quieres. Esto es parecido al ejemplo de la tienda. Si quieres comprar, por ejemplo, zapatos, es de mucha ayuda que tengas en tu mente una idea más o menos clara de tu preferencia. De esa forma evitaras la confusión y la indecisión en tus deseos.

Sé honesto. Esto evitara que tu mensaje llegue sin distorsiones. Si quieres algo, no busques pretextos para conseguirlo.

No juzgues al otro. Si realmente deseas ser asertivo para mejorar tu relación de pareja, entonces no coloques etiquetas mentales sobre lo que tú crees que está sintiendo tu pareja. Decir cosas como “nunca me escuchas” revela que no te importa lo que realmente piensa el otro, si no que estás más preocupado de tus propios pensamientos al respecto. Si dijeras, “a veces tengo la sensación de que no me escuchas con suficiente atención” estas comunicando tu interpretación sin asignarle tajantemente la etiqueta de verdad absoluta.”

jueves, 13 de junio de 2013

Reflexión para el “misterio” de cambiar.

Un gran amigo, experto en coaching, P. Casana, me ha mandado la siguiente historia. Más bien es una pequeña fábula como las que nos contaban nuestros abuelos, de Esopo, de Samaniego, por ejemplo, que tenía su moraleja y que a veces nos dejaban atónitos. Pues bien, eso me gustaría. Reflexionemos y veamos el mensaje que nos quiere dar para llegar a lograr esas actitudes que nos dirijan a nuestro propio equilibrio, para poder cambiar de la forma mejor para cada uno de nosotros.

"Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:

"Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de usted en ésta empresa.

“Está invitado al velatorio, en el área de deportes".

Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa. La agitación en el área deportiva era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila.

Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba:

* ¿Quién será que estaba impidiendo mi progreso?

* ¡Qué bueno que el cabrón la ha “palmao”!

Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban seco. Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma. Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo. Cada uno se veía a sí mismo con el siguiente letrero:

"Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento: ¡TU MISMO"!

Tú eres la única persona que puede hacer una revolución en tu vida.

Tú eres la única persona que puede perjudicar tu vida, y tú eres la única

persona que se puede ayudar a sí misma.

TU VIDA NO CAMBIA CUANDO CAMBIA TU JEFE,

CUANDO TUS AMIGOS CAMBIAN,

CUANDO TUS PADRES CAMBIAN,

CUANDO TU PAREJA CAMBIA.

TU VIDA CAMBIA, CUANDO TU CAMBIAS,

ERES EL ÚNICO RESPONSABLE POR ELLA.

"EXAMÍNATE.. Y NO TE DEJES VENCER"

"El mundo es como un espejo, que devuelve a cada persona, el reflejo de sus propios pensamientos. La manera como tú encaras la vida es lo que hace la diferencia"...

NOSOTROS SOMOS LOS UNICOS QUE PODEMOS CAMBIAR NUESTRA VIDA."

viernes, 31 de mayo de 2013

Sobre la Orientación familiar a parejas

Tengo razones para creer que para que una terapia de pareja tenga éxito es necesario en primer lugar tener en cuenta el propósito que sus integrantes tienen para iniciarla. La razón para comenzar está íntimamente ligada a las dificultades que han tenido en cualquiera de las etapas y planos de la convivencia, y que claramente no han podido resolver, porque les han superado, creando una serie de molestias, enfados y pensamientos circulares y repetitivos que se enmarcan dentro de lo que se convierte en una crisis de pareja.

Como muchos autores apuntan, "estar juntos no es lo mismo que sentirse una pareja, ya que para que exista esta deben darse una serie de elementos o condiciones, y la primera es la presencia de un vínculo afectivo significativo con cierta estabilidad en el tiempo que incluye el ejercicio de una vida sexual sana y mínimamente satisfactoria para ambos."

Tampoco permanecer juntos es lo mismo que ser una pareja porque es necesario conseguir las actitudes y aptitudes que te permiten poder sortear los conflictos que necesariamente se presentan. Porque, como digo, se presentan tan seguro a lo largo de la vida que podemos aseverar que una buena pareja no es la que carece de conflictos, sino la que sabe remontarlos, afrontarlos y solucionarlos, saliendo de ellos fortalecida (actitud resiliente) y con un nivel de conocimiento individual y de conjunto bastante superior al que se daba antes del conflicto.

Las áreas en las que se suele dar las confrontaciones usualmente son las de la comunicación afectiva, la intimidad, el proyecto individual y de pareja, los aspectos de autonomía y dependencia, la educación de los hijos, el manejo y destino del dinero, la fidelidad, las relaciones sexuales, el carácter de cada uno; en definitiva es la diferente expectativa que cada uno tiene en cuanto a cada una de las áreas mencionadas, lo que hace que una buena entrevista con la pareja deba establecer la jerarquía de posconflictos y el riesgo que cada uno conlleva párale futuro de la misma. Si así la realizamos y funciona el binomio Orientador-Pareja, será más sencillo acordar objetivos y comenzar una terapia, porque sin los objetivos la entrevista es solo un intercambio de información, pero no un proceso con comienzo y fin.

La variable “tiempo” es fundamental, porque, como nos recuerda S Minuchin, lo que no cambia a corto plazo no lo hará en el largo, por eso no aconsejo las terapias interminables en las que el Orientador pasa a ser uno más de la pareja, forma parte de un triángulo emocional y a veces un eje de dependencia.

Lo cierto es que siempre es aconsejable que ambos miembros de la pareja accedan de motu propio a ser tratados en conjunto y no como suma de dos terapias individuales en paralelo con el mismo terapeuta, ya que lo bueno de la terapia que defiendo es el trabajo en la focalización en las interacciones presentes, en los múltiples discursos y en las interpretaciones paralelas que ambos practican, pero siempre con la posibilidad de la confrontación de esas posturas en un mismo teatro de actuaciones y no por separado. Y así obtenemos un “darse cuenta” de la relación y de los puntos que les separan y les unen.

La historia de una pareja se inicia en el momento en que ambos se autodefinen como tal (acto de voluntad), y empiezan a construir una trama de relaciones que los lleva a conocer cada vez más profundamente sus necesidades, deseos, límites y aspiraciones en los ámbitos importantes y vitales para la vida de esa pareja. Es precisamente cuando todo esto empieza a fallar cuando la crisis de relación hace acto de presencia, siendo necesaria la atención plena de la personas (él y ella) para poder afrontar, con el más puro estilo amoroso, la solución a los conflictos que comienzan.

"Al principio ambos buscan satisfacer las demandas de su pareja, aunque no coincidan puntualmente con las propias; el conflicto posterior se produce porque no todos logran dar continuidad a esta actitud generosa y comienzan a sentir paulatinamente que el otro no se esfuerza lo suficiente, ni tampoco reconoce el esfuerzo propio." (R. Rosenzvaig)

Lo cierto y verdad es que todo problema se sitúa en un contexto y no puede ser desprendido mecánicamente de las características individuales de cada sujeto ni del tipo de vínculo que tiene la pareja, ni de la historia compartida. De la comprensión de estos elementos surge el diagnóstico de la situación y los pasos para modificarla.

Juan José López Nicolás
Sobre datos de S. Minuchin
y Roberto Rosenzvaig (Psicólogo clínico)

lunes, 13 de mayo de 2013

Solucionar problemas de forma eficaz en pareja

No es raro que en cualquier consulta me digan que ojalá supieran resolver los problemas que les están haciendo meterse “en un gran berenjenal”, y hasta tal punto es así que la propia mente los engaña y creyendo que solucionan algo “no hacemos más que repetir conductas que nos introducen más en el problema.” (Ya es un paso importante darse cuenta de esto)

No me suelen gustar normalmente las “recetas mágicas”; sinceramente creo que no existen porque lo que realmente cuenta para las soluciones es el trabajo individual y en pareja con el mismo objetivo puesto en ir hacia la solución de las divergencias. Pero, ¿qué hacer? La respuesta es introducirse en la misión de:

Cómo solucionar problemas de forma eficaz

Vanesa Narváez Peralta, Psicóloga, en uno de sus artículos tratando este tema nos dice:

“El hecho de que a lo largo de la vida vayamos adquiriendo cada vez más responsabilidades hace que a veces nos encontremos en situaciones ante las cuales no sabemos con certeza cuál es la mejor manera de reaccionar: estas situaciones en las que la respuesta no resulta evidente es lo que solemos llamar “problemas”.

Ante la evidencia de que el simple hecho de hacerse mayores no hace por sí solo que nuestras habilidades para resolver problemas mejoren, autores como D'Zurilla y Goldfried han ideado unos sencillos pasos a seguir que facilitan mucho el entrenamiento de las mismas. Aunque los “libros de recetas” no siempre resultan útiles para temas tan complejos como éste, este intento de simplificación es lo suficientemente amplio para que cada uno pueda adaptarlo a sus necesidades y problemas particulares. Estos autores presentaron en 1971 su propuesta dividida en cinco sencillos pasos:

Al primero de ellos lo llamaron Orientación general hacia el problema, refiriéndose a la actitud o predisposición que más facilita que acabemos encontrando una buena solución a nuestros problemas. Un primer elemento de esta actitud es el acto de tomar consciencia de que los problemas forman parte de la vida diaria y de que es posible hacerles frente de una forma eficaz. Esta actitud nos permitirá dejar de auto-compadecernos y culpabilizarnos y concentrar toda nuestra energía en encontrar la mejor solución posible. Sería en definitiva decirnos a nosotros mismos: “Vale, esto es lo que hay. Lo que importa ahora es: ¿qué puedo hacer yo para mejorar la situación?” En esta fase resulta igualmente importante evitar caer en dos trampas muy tentadoras que aparecen cuando uno se enfrenta a un problema complejo: hacer como si este no existiera, y responder de forma impulsiva y sin reflexionar.

El segundo paso en el proceso es Definir el problema y marcarnos objetivos realistas. Esta fase resulta crucial para que el proceso llegue a buen puerto, ya que si no tenemos clara la situación ante la que nos encontramos y a dónde queremos llegar difícilmente podremos hacerle frente con éxito. Para lograr definir el problema con claridad podemos hacernos preguntas del tipo: ¿qué es exactamente lo que no marcha bien? Debemos esforzarnos para dar una respuesta lo más concreta posible a esta pregunta (por ejemplo: sería preferible responder “a causa de nuestros horarios laborales mi pareja y yo no tenemos mucho tiempo para estar juntos” que “mi relación de pareja se está yendo al traste”). Una vez definido el problema, el siguiente paso consiste en determinar cuáles son nuestros objetivos. Es importante que estos sean realistas y que esté en nuestras manos conseguirlos. Recuerda: la solución “perfecta” pero no viable es la más imperfecta de todas.

La Generación de soluciones alternativas es la siguiente de las fases que D'Zurilla y Goldfried nos proponen. Se trata de hacer una “lluvia de ideas” sobre las posibles actuaciones que nos podrían permitir alcanzar nuestros objetivos. Como es fácil suponer, la creatividad en esta parte del proceso resulta de gran ayuda. Para aumentarla puedes seguir tres sencillas reglas: escribe tantas soluciones como te sea posible; no juzgues si son buenas, malas o disparatadas aún (eso ya lo haremos más adelante); y por último, contempla la posibilidad de combinar dos o más soluciones anteriores para crear otras nuevas y más variadas.

Llegados a este punto del camino llega la hora de la Toma de decisiones, en la que valoraremos las consecuencias de cada una de las soluciones pensadas para elegir la que nos permita acercarnos mejor a nuestros objetivos. A parte del grado en que cada alternativa nos permita solucionar el problema, debemos tener en cuenta otros criterios igualmente importantes. Uno de ellos es el cómo va a repercutir implementar cada alternativa en nuestro bienestar emocional: en ocasiones puede ser preferible una alternativa un poco menos eficaz que nos haga disfrutar que otra más eficaz pero que nos genere un alto sufrimiento. Otro aspecto a tener en cuenta es la relación tiempo/esfuerzo de las distintas alternativas: si hay dos igual de eficaces será preferible que nos decantemos por la menos costosa.

La última fase del proceso de solución de problemas es la de Verificación, en la cuál ponemos en práctica la alternativa que hemos elegido durante la fase anterior. Después de ello deberemos felicitarnos por el esfuerzo hecho en el proceso y evaluar los resultados obtenidos. Si vemos que éstos no son los esperados podemos repasar el proceso para introducir los cambios que consideremos necesarios.

Como puedes ver, estos sencillos pasos son aplicables a una amplia variedad de situaciones. Las habilidades de solución de problemas no son algo estático que uno tiene o deja de tener, si no que se pueden aprender y entrenar. Es por esta razón por la que aunque en un principio te pueda parecer un poco artificial seguir este proceso, si lo practicas te darás cuenta de que llegará un momento en que te saldrá de forma casi automática: es entonces cuando podrás disfrutar de su máxima utilidad. La próxima vez que te descubras diciendo “No se como hacerlo” recuerda que tienes esta sencilla herramienta a tu disposición.”

martes, 7 de mayo de 2013

La gestión óptima de los conflictos: cuestión de respeto


Aprender a manejar los problemas y lidiar con las diferencias de la pareja es algo fundamental, tanto como el amor, para lograr un matrimonio sólido, duradero y feliz. Todos intentamos aprender, o por lo menos deberíamos hacerlo, el ver cómo poner fundamentos sólidos para un matrimonio duradero.

Pablo y Betty me dijeron que nunca habían tenido una sola discusión, ni siquiera un pequeño argumento. Dicen que se llevan perfectamente y que esperan que su “performance” continúe de la misma forma una vez casados.

Mientras estaba sentado escuchándolos hablar, pensaba: “¿Qué es lo que anda mal con esta pareja? ¿Por qué tratan tan fuertemente de evitar los conflictos?” Me ponía nervioso ver que iban a casarse sin conocer mucho sobre un aspecto crítico de sus relaciones. No tenían la menor idea sobre sus habilidades combinadas para manejar los conflictos.

Los desacuerdos y peleas en una relación son inevitables, y pueden ser beneficiosos o mortales. Si dos personas saben cómo resolver conflictos y sus discusiones han favorecido la profundidad y la madurez de su relación, pues entonces poseen una habilidad magnífica. Pero si no saben cómo lidiar efectivamente con sus desacuerdos, su matrimonio puede ser que sea destruido sistemáticamente. En mi opinión, la mayor razón por la cual muchos matrimonios fracasan es porque no saben de qué forma manejar sus diferencias. Es precisamente por esa razón que se torna tan importante alcanzar de antemano la habilidad para manejar los problemas. Si usted no sabe esto, está tomando un enorme riesgo.

La mayoría de las personas asumen que el no tener conflictos significa que sus relaciones son mejores que si tuvieses algún conflicto. Sin embargo, no pienso de la misma forma. Por supuesto, cuando hay muchos desacuerdos entre dos personas, puede ser que estas sean muy diferentes, y quizás deban considerar el no casarse. Pero las mejores relaciones que conozco son aquellas en las cuales ambas personas son completamente honestas y auténticas. Y la verdad es que no pueden ser de esa forma sin descubrir sus diferencias.

Estas diferencias representan las perspectivas particular que cada uno trae a la relación. Y aunque estas diferencias necesitan ser resueltas, es durante el acto de resolverlas que la pareja puede llegar a conocer y a respetar a su compañero de una forma más profunda.

El grado al que llegue una pareja en su apertura mutua y la autenticidad entre ellos, determinará el grado de complementación y satisfacción. Si esconden sus pensamientos y sentimientos por temor a lo que produzca el conflicto, no pasará mucho tiempo antes de que sobrevengan los sentimientos de pérdida interior y resentimiento del uno hacia el otro.

Las buenas relaciones permiten una cantidad considerable de libertad individual, por una razón u otra. La pareja puede ser que descubra en su honestidad que se parecen mucho, quizás por similitudes culturales y genéticas. O puede ser que descubran que ambos, aunque tienen diferencias, han aprendido a manejar las diferencias para gran beneficio de sus relaciones. Esta es la habilidad que toda pareja debe desarrollar antes de casarse. De otra forma, no podrán tener confianza en la durabilidad de su unión.

El secreto fundamental

Cuando conocí a Russ y a Jamie me quedé impresionado con la forma en que se trataban el uno al otro. Había pasado la primera medio hora de sesión de consejería prematrimonial, cuando llegué a la conclusión de que esta pareja podría resolver casi cualquier diferencia.

A veces hablo conmigo mismo de la siguiente forma: “¿Qué es lo que percibo, qué me hace sentir tan seguro de que esta pareja puede manejar los problemas que vendrán a su encuentro?” Y me sorprendo de lo simple que es mi respuesta: ellos se respetan mutuamente y se respetan a sí mismos. Y es que la solución de los conflictos se encuentra alrededor del respeto mutuo; los conflictos que son dañinos, casi siempre envuelven al menos a una persona insegura y preocupada por sus necesidades individuales.

Pero, ¿cómo sé, con tan poco tiempo, cuánto respeto se tienen las personas por ellos mismos y por los demás? En parte es porque he aprendido a saber lo que estoy buscando. He aquí cómo determino si se respetan a ellos mismos o no: generalmente les formulo ciertas preguntas y observo con mucha atención sus reacciones y respuestas: ¿buscan ellos dentro de sí por las respuestas y toman tiempo para enunciarlas? ¿Parecen estar satisfechos con la forma en que respondieron una vez que terminaron? ¿Dan, acaso, su opinión con confianza? Si lo hacen, lo más probable es que confían en ellos y se respetan a sí mismos.

También observo a la persona que no está hablando para ver cuánta atención presta a su compañero. Trato de observar los gestos de la cara y la cantidad de “contacto de ojos” que mantienen. Esto me dice lo mucho que la pareja se respeta mutuamente.

Las personas se respetan entre sí por la forma en que se hablan y se escuchan, cómo se tocan y hablan el uno del otro en sus conversaciones. La forma en que dos personas se tratan la una a la otra cuando no hay conflictos, es el mejor pronóstico de cómo se tratarán cuando el conflicto ocurra. Y si llego a la conclusión de que se respetan a sí mismos y mutuamente, entonces me siento confiado de que pueden resolver virtualmente cualquier tipo de conflicto que se les cruce en el camino. ¡Así de simple es!

Puede ser que usted se esté preguntando si he simplificado demasiado el fundamento para resolver conflictos. Permítame contarle más de Russ y Jamie. Les pregunté cuán alegres fueron en su niñez, y me contaron honestamente que la mayoría de su niñez fue positiva; también hablaron de algunos momentos negativos. A través de todo esto, se prestaron atención mutuamente como si nunca antes hubieran escuchado la historia.

Luego les pregunté sobre las relaciones con sus padres. La experiencia clínica sugiere que las relaciones de una persona con sus padres –especialmente con su madre– son cruciales para predecir cuán efectivo será él o ella para tener éxito en el matrimonio.

–Era una persona tan cuidadosa... –dijo Russ refiriéndose a su madre-. Tenía ocho hermanos y su familia vivía en una granja. Solo fue a la escuela primaria, pero tenía buenas habilidades para la lectura y la escritura. Ella nunca tuvo mucha autoestima y no me ayudó con mis tareas del colegio, pero siempre estaba apoyándome y elogiando mis logros.

Russ hizo una pausa por varios segundos, para luego continuar:

–Supongo que lo que mejor recuerdo de ella fueron los momentos en que se levantaba conmigo a medianoche cuando me dolían los oídos. Yo estaba en aquella época en quinto o sexto grado. Entonces me sostenía la cabeza, apoyando mi oído en sus faldas y hacía todo lo que podía para consolarme.

Las lágrimas llenaron sus ojos y el nudo en su garganta le impidió seguir hablando.

Jamie no dijo una palabra. Ella solamente se acercó a él y le tomó la mano. A través de su historia los ojos de Jamie estaban fijos en los de él. Ella escuchaba con ese tipo de respeto fundamental para resolver conflictos.

Los problemas son mil veces más fáciles de manejar si dos personas se tienen un respeto profundo una por la otra. Si ese fundamento está presente, las técnicas para solucionar los conflictos pueden ser aprendidas fácilmente. Pero si el respeto no está presente, todas las técnicas del mundo no llegaran a ser suficientes.

Cualquier pareja que pueda lidiar de forma positiva con los conflictos tiene una habilidad de gran valor. Pienso que Daniel Goleman, del New York Times, estaba en lo cierto cuando dijo: “La habilidad de hablar sobre los problemas es más importante que lo mucho que una pareja se ame o lo feliz que eran antes del matrimonio”.

Cuando las parejas no son capaces de lidiar efectivamente con sus diferencias, el matrimonio se convierte en algo muy riesgoso para ellos. Necesitan esperar hasta que hayan remediado sus insuficiencias.

Creo firmemente que cualquier pareja que desea un matrimonio duradero tendrá que aprender a manejar los conflictos de forma constructiva. Si no lo hacen, llegará el momento cuando el camino al amor estará tan sucio con la basura de los desacuerdos sin resolver, que simplemente no podrán caminar por él. Obviamente, el mejor momento para determinar si tienen lo que se necesita para mantener ese camino abierto, es mucho antes de señalar una fecha de boda.

Sobre un artículo de Neil Clark Warren y textos tomados del libro: Cómo hallar el amor de tu vida de Editorial Unilit

jueves, 25 de abril de 2013

Te quiero...¿y nos enfadamos?

Sé que no es una situación deseable, pero nos enfadamos. Nos enfadamos hasta tal punto que no somos capaces de mantener un equilibrio en nuestras relaciones y estas hacen agua por donde las cojamos, porque algo interno se nos mueve hasta tal nivel que no nos deja controlar las situaciones como deseamos. Nos puede. Nos hace ver cosas que no existen fuera pero sí en nuestro interior, hasta tal punto que nuestra histeria puede llegar a dispararse y matar con las palabras que se exhalan como balas mortíferas.

Y no controlamos. Se nos desfigura hasta el alma porque algo dentro se rompe y nuestro pensamiento nos controla, nos maneja como a marioneta inerme, a su antojo.

“La mayoría de las personas pasamos demasiado tiempo enfadadas, aunque sean sólo explosiones cortas de un grito o dos, pero reiteradas. Nos enfadamos con los hijos, con los amigos, con la pareja, con el trabajo, con la vida. Y el enfado es como una batería que se va cargando, cada vez coloca a las partes en posiciones más enfrentadas y hace nuestros esfuerzos más ineficaces. Por si fuera poco, tiene una incidencia directa en un amplio abanico de enfermedades -incluidas las del corazón, presión arterial y otras.”

En los últimos meses me he enfrentado a personas que se enfadan por cualquier cosa y sobre todo con las personas a las que se quiere sin saber aparentemente el motivo por el que se sienten todo este abanico de sentimientos tan contrarios al puro amor que queremos sentir. Hasta yo me enfado (obviamente soy humano además de orientador familiar), pero intento que la duración, el nivel de descontrol y los motivos, no amenacen en exceso mi equilibrio relacional, tanto interno como externo. Para ello reflexiono, me enfrento a la realidad relativa del acontecimiento (siempre se puede apoyar uno en personas, libros, etc.) para asumir y relativizar la situación a niveles suficientes para que el enfado pueda convertirse en ese malestar que soy capaz de verbalizar y confrontar con la persona o con la situación que me lo provoca.

“El enfado supone una negación de la realidad, que no nos gusta y nos hiere. Nos duele como un golpe y reaccionamos con rabia y con agresividad -si podemos, hacia fuera, y si no podemos exteriorizarla, hacia dentro. En cualquier caso, siempre que nos enfadamos algo se altera dentro y reaccionamos atacando en una actitud de defensa. El problema es que esa supuesta defensa, contra quien primero arremete es contra nosotros mismos, ya que se trata de una emoción con incidencia directa en nuestro estado físico y mental. Como el odio, el enfado es "como una piedra ardiendo que a quien primero quema es a quien la lanza".

Nos enfadamos contra lo que no aceptamos.

Nos enfadamos en relación directa al nivel de nuestras exigencias y nuestras expectativas. Y, por el contrario, es inversamente proporcional a nuestro nivel de aceptación. La frecuencia de nuestros enfados nos proporcionan, pues, una pista clara de nuestra capacidad de tolerancia y aceptación; asimismo, el objetivo de nuestros enfados identifica nuestros puntos flacos emocionales y cuáles son las personas y situaciones en las que deseamos ejercer un mayor control.

Por ejemplo, hay personas que tienen una relativa paciencia en los conflictos laborales y difícilmente pierden la sonrisa con sus amistades y, sin embargo, cuando están con sus hijos, o con la pareja, las explosiones son frecuentes y el grito fácil. Esto no significa que sus hijos o su pareja le traten peor que el resto del mundo -si bien generalmente el enfado va asociado a la autocompasión, la victimización y una idea latente de injusticia contra la que nos rebelamos. Sin embargo, por mucho que insistamos en culpabilizar al objeto de nuestros enfados, el mensaje claro que deberíamos observar es que tenemos un conflicto de aceptación con esa persona o situación en concreto, y más profundo cuanto mayor es la intensidad de nuestro enfado.

El primer test que deberíamos plantearnos consiste, por consiguiente, en detectar las personas o situaciones con las que nos alteramos con más frecuencia.

Si la respuesta es "todo" (las obras en la calle, la escuela de nuestros hijos, los tics de nuestra pareja, o de nuestra expareja, el carácter de nuestros hijos, las "traiciones" de nuestras amigas o las chapuzas del gobierno), significará que necesitamos una buena dosis de reflexión y, probablemente, cierta ayuda externa (libros de filosofía o autoayuda, técnicas de relajación...) que nos posibiliten una perspectiva más abierta y nos aporten una buena dosis de amor para mirar y relacionarnos con el mundo que nos rodea. Si, por el contrario, los objetos de nuestro enfado son pocos y claramente identificados, nos estarán señalando los puntos flacos de nuestra inteligencia emocional. Lo que más nos duele. Lo que no controlamos y queremos desesperadamente dominar.

A mayor ego, más motivos para el enfado.


Otra pista clara que nos presenta la frecuencia e intensidad de nuestros enfados tiene relación con el tamaño de nuestro ego. Cuanto más grande es nuestro ego, más inflado y gigante, más fácil es que cualquier acontecimiento lo perturbe. Cualquier movimiento exterior puede tocar su sensible piel en carne viva. Un gesto de disgusto de alguien es considerado una ofensa (sin pensar que esa persona puede tener un millón de motivos presentes en su vida, aparte de nuestra mera presencia); una mirada puede resultar hiriente, todas las palabras, gestos o actitudes de nuestro entorno pueden entrar en confrontación con un ego demasiado hinchado al que todo le toca.

El filósofo tolteca Miguel Ruiz nos recuerda, en uno de sus cuatro acuerdos, la importancia de "no tomarnos nada personalmente". Cada persona vive su vida como una película en la que ella es la protagonista y el resto son meros figurantes. Cada cual intenta resolver sus miedos, sus carencias y sus pequeñas miserias lo mejor que puede, y sus reacciones ante el mundo y ante la vida tienen más que ver con eso (con sus miedos, frustraciones y, finalmente, con su propia búsqueda) que con nosotros, pobres figurantes que simplemente pasábamos por ahí.

No somos tan importantes, o tan gigantes, o tan presentes en la vida de todo el mundo como para que cualquier cosa que digan, miren, piensen o sientan tenga que ver precisamente con nosotros. Desde el momento en que comprendemos esto (que cada persona está en su propia búsqueda, afrontando unos problemas y unas limitaciones concretas en cada momento dado, y resolviéndolo lo mejor que puede) nos sentiremos menos afectados personalmente por las opiniones o actitudes ajenas. Y probablemente haremos uso de una paciencia más sincera, y sin esfuerzo, asentada en la comprensión y el amor.

Porque al fin y al cabo, ¿no es ésa la propia historia personal, la de cualquiera? El crecimiento es como un parto difícil, una retahíla de contracciones dolorosas, que cada cual vive a su manera. Y en cada una de ellas, a veces perdemos las formas.

Controlar versus reprimir.


Cuando sentimos las consecuencias del enfado (la presión alta, dolor de cabeza, la garganta irritada tras los gritos y, sobre todo, el aplastante peso del mal rollo, la culpa y la ausencia de amor), a menudo nos preguntamos, ¿por qué es tan difícil controlarlo? ¿Por qué se me va de las manos por mucho que me proteja y me empeñe en que "esta vez no me desbordará", que "esta vez tendré paciencia y mantendré la calma"? El maestro budista Kelsang Gyatso considera que la respuesta está en que nuestra paz interior es muy débil, por lo que nos supone un gran esfuerzo alcanzarla, aun momentáneamente, y mucho más mantenerla. Por el contrario, todas las causas de rechazo y sufrimiento que hemos establecido en nuestra mente (ego, apegos, competitividad, territorialismo, exigencias...) son muchas, muy diversas y muy fuertes, presentándonos continuas oportunidades de dolor y frustración.

Nuestros hábitos cotidianos de pensamiento, palabra y comportamiento afianzan continuamente nuestras tendencias más destructivas mientras que el supuesto objetivo primero y prioritario de felicidad/paz interior se pierde en el camino y nos desentendemos de él. Y lo desatendemos.

Cuando el budismo, la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC) la Gestalt o un sinfín de filósofos de todos los tiempos nos recuerdan, por tanto, la necesidad de un pensamiento racional que nos ayude a controlar las emociones que nos traicionan y a fortalecer las que se presentan como nuestras mejores aliadas, nos están señalando una estrategia que no tiene nada que ver con la represión de los sentimientos.

"Controlar el enfado no es lo mismo que reprimirlo. Esto último lo hacemos cuando ya domina nuestra mente, aunque no lo reconozcamos. Pretendemos no estar enfadados y controlamos nuestras acciones, pero no el odio propiamente dicho". (C. Longaker)

Cuando reprimimos los sentimientos, las emociones o los pensamientos, no dejamos de sentirlos. Una amiga nos dice algo que nos molesta profundamente y callamos para evitar el conflicto. Reprimimos un impulso que podría conducirnos a una situación de conflicto que no deseamos, pero no lo controlamos, porque el sentimiento está ahí (nos molesta), y probablemente siga estando con más fuerza, calentándose como una olla a vapor conforme surgen reiteradamente situaciones similares que nos dolerán cada vez más y más, hasta que llega el momento del estallido. Momento que siempre llega, ya sea hacia fuera (con toda la larga lista de resentimientos archivados) o hacia dentro (con dolores de cabeza, insomnio, gastritis y alteraciones varias de la salud).

El control, por otra parte, no implica represión ni dolor alguno. Podemos callar o podemos responder ante el supuesto "ataque" de nuestra amiga, pero no hay molestia ni dolor si simplemente comprendemos y aceptamos. Si no sentimos la herida, probablemente lo que digamos, con amor, no será hiriente. En ese momento en que realmente controlamos nuestra mente (nuestros pensamientos, nuestras emociones) no experimentamos dolor, y por lo tanto no hay nada que reprimir. Y consecuentemente, no hay motivo para el enfado.

El arte de "pensar mejor para vivir mejor" consiste en el arte de controlar nuestro pensamiento (y por consiguiente nuestras emociones) sin olvidar en ningún momento nuestro objetivo prioritario (ser felices, nuestra paz interior). Con la práctica acaba convirtiéndose en una actitud espontánea y sin esfuerzo. Y ya no hay nada que controlar. Ni mucho menos reprimir.

"Nuestra tarea en la vida es aprender a amar. Y los ingredientes más útiles para aprobar la asignatura residen en la comprensión y la aceptación".(C. Longaker)

Con la idea de documentar todo lo que comparto con vosotros (y con mi propio diálogo interno, fundamental) en este tema que trato hoy, me apoyo en los escritos de Christine Longaker, maestra de cuidados espirituales (área que en esta sociedad estamos descuidando en exceso) y en artículos de Marié Morales, en su página http://crecejoven.com.

lunes, 15 de abril de 2013

El milagro y en el momento justo…lo haces tú


Yo mismo podría haberlo escrito y haberlo expresado como lo he leído en un artículo de Graciela Large de 7 de octubre de 2012. Sí, podría haberlo escrito y con las mismas palabras, porque coinciden tiempos de dedicación y experiencias con los clientes que asisten a consulta.
Habla del cambio…; de ese cambio que nadie quiere hacer pero que a muchos se les presenta en sus vidas y aceptan esa oportunidad que les vuelve a brindar para adaptarse. Y ellos creen que es un milagro, cuando realmente son sus mentes, sus corazones y todo su ser los que se han movilizado para crear un mismo yo igual y distinto que aprovecha la fuerza del viento, del suceso, para acomodar sus espejos de forma que, en esa nueva posición, logren captar el sol necesario para calentar sus corazones enfriados por la zozobra. Y lo hacen, lo viven, lo logran al poner su energía y voluntad a trabajar para ellos mismos buscando el principio de la autoconciencia y el autoconocimiento.

"De las personas que vienen a mi consulta admiro dos cosas: se adaptan a lo que pide la situación, y se aceptan a sí mismos. Su propósito es cambiar. Y saben que tal como están ahora no es lo que quieren.

La herramienta es el autoconocimiento. Permite desmotar creencias limitadoras, y sobre todo, encontrarse con la zona en penumbra, lo que, a la larga es el origen soterrado de nuestras crisis, sean afectivas, laborales o personales.

Cierto que un primer momento, la tentación es asociar esa penumbra a algo malo, que además parece que soy yo. Sin embargo, consiguen ir más allá. En ocasiones en una sola consulta algo ha resonado dentro de ellos que les ha llevado a conectar con el Yo puedo salir de esta situación.

Y cada vez que sucede me sorprende.

También me ocurre, que cuando pasado unos años sin contacto y les vuelvo a ver, compruebo que han construido su vida, enriqueciéndola de matices que en un primer momento eran insospechados por ellos mismos.

Me enseñan algo fundamental: el amor por la vida, y de lo que reciben, toman aquello que necesitan. Mi función es facilitar una información que cada uno sitúa en perspectiva, como quiere y puede.

Y cuando esto sucede, aunque la situación haya sido salir de una agorafobia, o una infidelidad que parecía que mandaba todo al traste, o el superar el vivir sumido en una depresión, compruebo que cada uno hace el milagro.

Lo que más admiro de las personas que vienen a consulta es su libertad para asumir riesgos con independencia de lo que aprenden, y sobre todo, el apostar por lo que quieren.

El propósito con el que conectan en el proceso, a partir del autoconocimiento, les da la fuerza para transformar paso a paso aquellas cosas que un principio les limitaban, o para potenciar otras.

Llevo doce años en este proceso de acompañar a las personas y desde el primer instante me siguen sorprendiendo. Al principio tenía algún conocimiento, ahora tengo algo más, y unas cuantas herramientas, y pese a todo, confirmo que son ellos quienes hacen el trabajo.

Y es cierto. Mi propia experiencia me dice que los cambios son como un motor personal que nos sintonizan a uno mismo y a la propia realidad, y son consecuencia de un propósito único que sólo lo entiende y lo descifra quien lo tiene. Y es el tesoro escondido en cada uno de nosotros.

Sin embargo, una palabra, una frase, o una vivencia pueden desencadenar procesos favorables en otras personas, al despertar ese propósito. Y también, esa capacidad de estar en el momento justo, es la cualidad que más admiro en quienes se dedican a acompañar a otros, sea cual sea su actividad.
Algo que hace un terapeuta, un padre o una madre, y también un maestro. Viene bien tenerlo presente."

lunes, 25 de marzo de 2013

Pareja...sí...no...¡Debatamos!


A todos nos gustaría solucionar nuestros problemas con nuestra pareja, es obvio, pero muy pocos deciden invertir su energía y su trabajo en realizar un proceso de reflexión sobre los motivos que nos han llevado a esta situación que nos “revienta el alma” y que nos sitúa en un precipicio del que no sabemos si saltar o disponernos a salvarnos. No sabemos salir y nos regodeamos casi en esta situación llegando a victimizarnos hasta tal punto que llegamos a creernos que la solución pasa por que el otro, nuestro compañero o compañera, cambie su dimensión “egoísta” de ver las cosas y nos de las soluciones que vemos tan sumamente fácil de tomar; él debería cambiar y todo iría bien…

La realidad es otra muy distinta porque nos vemos incapaces de mover nuestras propias fichas y así no conseguimos más que volver a repetir el modelo de conducta, si decidimos romper, con otra persona con la que decidamos volver a iniciar una vida en pareja. Va a ser más de lo mismo. Amar a un divorciado o divorciada puede ser un éxito si ese hombre o mujer ha elaborado su anterior relación, pero un fracaso si cree que es su anterior mujer o marido el o la responsable único/a de la ruptura.

Muchas veces he comentado que uno de los mayores problemas es la no aceptación del otro, el querer, pese a quien pese, cambiar al otro y su pensamiento, para que sea lo que yo quiero que sea. Pero, y según Ángeles Sanz, psicóloga clínica, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en parejas, 'nunca hay que mantener la esperanza de cambiar lo que piensa el otro, porque eso sólo provoca frustración'.

Hemos perdido la capacidad de comunicarnos de forma eficaz, la capacidad de lucha por aquello que nos merece la pena, la capacidad de reconocer que nuestra opinión no es necesariamente siempre la acertada, y, sobre todo, la capacidad de negociación para hacer que la convivencia y el amor sigan confeccionando la urdimbre que antaño se formó para crear aquella célula primigenia que fue nuestra pareja. Amar es un sentimiento pero también es una actitud que se aprende amando.

Ángeles Sanz, aconseja:

- Para hablar de lo que discrepamos hay que empezar por tratar aquello que compartimos.

- Si estamos en desacuerdo en algo no hay que quejarse, sino plantear alternativas con las que estaríamos de acuerdo.

- Hay que evitar la dinámica de decir a todo 'no me gusta', 'no quiero' y 'esto está mal'.

- No debe pensarse: 'Es un imbécil por opinar así'. Él o ella son así porque han aprendido una serie de patrones, que se deben a su evolución y a su educación, y que no pueden evitar.

- No hay que aguantarse y hacer como si nada pasara, porque al final eso pasa factura.

- Hay que ser conscientes de que para llegar a un acuerdo ambos deben ceder en beneficio de la pareja.

- También cree que hay que desmitificar a la pareja: 'Hoy parece que la relación tiene que ser perfecta, y eso no es así. Uno puede vivir bien en pareja aunque no lo tenga todo. Hay días en que el otro te saca de quicio, y eso es normal, no por eso hay que dejarle. Hay que pedir o ir trabajando lo que uno quiere, porque todos cambiamos con el paso del tiempo'.

Juan José López Nicolás

martes, 26 de febrero de 2013

Poner la culpa en el otro


(Enfrentar problemas. Asumir responsabilidades.)

"La culpa es un sentimiento que duele, se siente feo en el cuerpo y en el alma. Tal vez por eso, los seres humanos tendemos muchas veces a poner la culpa y la responsabilidad en el otro.Parece que siempre hay un factor externo, humano o no, que es el responsable de nuestros propios errores y no siempre es así.

Es difícil enfrentar el error, el saber que nos equivocamos, que hemos sido nosotros y nadie más que nosotros los que hemos lastimado a alguien, ofendido, agredido, etc.

Como un mecanismo de defensa, uno tiende a pensar siempre que otro tuvo la culpa de lo que pasó, que alguien o algo es el responsable.
¿Por qué nos es tan difícil asumir nuestros propios errores? Dicen que errar es humano, pero admitirlo y hacerse responsable de ello pareciera que no mucho.
Sería interesante pensar por qué nos cuesta tanto mirar hacia adentro y asumir la responsabilidad de un error.Por más que duela, esto nos enriquecería más, porque sólo siendo consciente de lo que uno ha hecho, puede modificarlo.

¿No sería mejor hacerse cargo de un error y poder pedir perdón por ello? Estoy seguro de que sí; el hecho de hacerse responsable de lo que uno ha hecho nos hace también más humildes. Pedir perdón no es rebajarse ante el otro, por el contrario, es un acto muy grande, muy digno, que reconforta al que ha sido lastimado y al que ha lastimado también.

Asumir una equivocación nos acerca al otro, es como decirle "aquí estoy, con mis errores y limitaciones, éste soy yo". Si ponemos siempre la responsabilidad en los demás, es como estar en la vereda de enfrente a todos. Hay que cruzar la calle del orgullo, hay que unir las distancias que nos marca la soberbia. Así y sólo así estaremos realmente junto a nuestro hermano.

Es una realidad que, en líneas generales, en el mundo que vivimos tendemos a pensar que la culpa (aunque suene fea la palabra) la tenga el otro. Creo que este fenómeno que se está dando tiene que ver también con una gran dificultad en asumir responsabilidades, del tipo que sean. Parece que en ese sentido, hemos involucionado y nos hemos vuelto más reticentes a enfrentar una responsabilidad.

Por ejemplo, de lo malo que ocurre en el país, la culpa siempre es del gobierno, cual si fuera algo extraño a nosotros. No se nos ocurre pensar que, viviendo en democracia, ese mismo gobierno ha sido elegido por nosotros (o la mayoría en rigor de verdad). Más allá de que muchas veces es así, y los gobiernos no cumplen con sus promesas, sería bueno pensar qué partecita de esa responsabilidad nos atañe y lo que sería mejor aún, que parte, por pequeña que sea, podemos cambiar.

Si un niño tiene problemas en el colegio, nos es más fácil pensar que no tiene buenos maestros, que no le enseñan bien, que el sistema educativo es malo y tantas otras cosas. Y, más allá de que algunas cosas podrían cambiarse al respecto -es verdad- deberíamos pensar que el niño se forma primero en el seno familiar y de allí sale al mundo, con las armas que nosotros, como padres, le hemos dado.

Esta conducta también se ve en la faceta profesional o laboral. Repito, más allá que realmente haya muchas cosas que cambiar en el país, que muchísimas personas no tengan condiciones de trabajo dignas y que no haya oportunidades para muchos, en algo, por pequeño que sea, podemos llegar a tener parte de responsabilidad y si logramos verlo, podremos cambiarlo.

Quejarnos de no ganar un sueldo digno, de no tener una realidad laborar como la que creemos merecer es una triste realidad en la Argentina. Sin embargo, creo que en algunos casos, podríamos preguntarnos qué hemos hecho nosotros para lograr llegar al objetivo que perseguimos. ¿Hemos luchado por ello o nos ha resultado más fácil quedarnos con lo que nos tocó y luego quejarnos?

En todos los aspectos de la vida uno acierta y se equivoca. Somos humanos y así funcionamos. Creo que lo realmente importante es tener la suficiente apertura y humildad de corazón para empezar a ver nuestras propias carencias, falacias, etc. Proponernos mirar un poco más hacia nuestro interior y no salir a buscar la responsabilidad por ahí. Es probable que de muchas cosas no seamos los artífices pero de otras sí.

El orgullo y la soberbia no son buenos compañeros, no está mal aceptar que uno se equivocó, no es agachar la cabeza, por el contrario, es erguirla con el propósito de ser mejor. No se es mejor por no equivocarse, se es mejor haciéndose verdaderamente responsable del error y con la intención de cambiar.
Jesús nos enseño a ser humildes, esa humildad de corazón implica saberse cómo uno es: falible, débil, pero por qué no también lo suficientemente fuerte para asumir los errores y pedir perdón si es necesario.

Intentémoslo, miremos un poquito más hacia nosotros y nos daremos cuenta que asumiendo las equivocaciones en primera instancia, tratando de capitalizar lo vivido y aprendiendo de los errores creceremos mucho más de los que pensamos.
No se trata de tener una actitud culposa ante la vida, eso tampoco sirve ni enriquece, pero sí una actitud humilde y responsable.
Tratemos de hacernos cargo de nuestras cosas y ver primero qué parte de responsabilidad tenemos nosotros en aquello que nos molesta, incluso del otro, pensemos también qué actitudes generamos nosotros con nuestras conductas en las demás personas.

Creo que ése será un buen camino para crecer espiritualmente y acercarnos al otro, ya que en la verdadera humildad está la grandeza de espíritu."

No hemos de olvidar que cuando cambiamos nosotros cambia todo lo que nos rodea; si algo no ha salido bien en una planificación, en una labor, y otros han de opinar sobre ella e incluso son los que deciden si seguimos junto a ellos o no, no podemos repudiar ni dejar de contemplar la parte que en nososros ha tenido el efecto de causar esa reacción en los demás. ¿Qué he hecho yo para que el otro reaccione de esa manera?
Miremos nuestro interior antes de sacar las peores expresiones hacia fuera.

Extraído de la página

lunes, 11 de febrero de 2013

Te Amo cuando te escucho


Hace mucho tiempo que no consultaba los escritos de nuestra colega Graciela Large, y en este momento acabo de leer uno que desearía compartir con vosotros. Precisamente trata el tema de la Escucha, pero escuchar de verdad, de esa manera que solo sabe escuchar alguien que no está preparando una respuesta para arrojarte como un arma letal. De esa manera que solo sabe escuchar quien ama al otro, pero de verdad y no de esa manera que creemos que amamos pero realmente nos sentimos dependientes y no tenemos el amor con nosotros; ese amor que rompe las ataduras y te hace sentir libre amando a esa persona que elegiste. ¿Quiero querer o necesito sentir que quiero para no sentirme solo o sola?
Refexión obligatoria pero que no hacemos porque tenemos mucho miedo de encontrar la respuesta verdadera que tal vez no nos guste. Nos engañamos. ¿Nos engañamos?

También se refiere al Amor como instrumento facilitador y elemento acercador de posturas. Que os aproveche y a ver si os es útil.

"La disponibilidad es un valor esencial para acoger al otro y a uno mismo. Una actitud que necesariamente tiene doble dirección: lo hago primero conmigo y luego con el otro.
Un carril con sentido doble cuyo resultado es el Amor. Ninguna persona se siente amada si no hay escucha. Y la escucha es el resultado de ese matrimonio donde estoy disponible y te acuno. Soy permeable a tus palabras, a tu visión de la vida y a la autoridad que tienes sobre lo que quieres.
Es la incondicionalidad del amor cuando nos hacemos adultos.
Suena muy bien. Algo que en el fondo de nuestros corazones deseamos. Sólo que lo deseamos, lo buscamos y hasta lo exigimos para nosotros, sin saber que pedir lo que no estamos dispuestos a lograr, es un mensaje de carencia para cualquier persona y para la propia mente.
Es un mensaje agorero. Alguien vendrá, salvo que esperará lo mismo que tú. La insatisfacción será el virus latente que se encube en cada encuentro.
Si hay alguna exigencia en el amor esta sería la escucha. Una escucha donde jamás uno se pierde a sí mismo para justificar el miedo a la pérdida o el abandono. Entonces se escucha lo que nos hace bien, lo mejor para ambos, enfocados a encontrar soluciones y respuestas.
Si me acostumbré a la crítica, a callarme porque estoy enfocado en ver lo malo, y a no vivir desde lo mejor de mi mismo, mi persona desconoce la escucha como una herramienta del amor a uno mismo.
Una persona que se enfoca en la queja, el reproche y el juicio vive de espaldas a la escucha y no sabrá cómo darla a su pareja.
La Escucha como expresión del amor incondicional sabe que hablar de lo que está mal hace crecer el problema y lo sitúa dentro de las personas. Lo hagamos a solas o con otro. Dentro de cada uno están las respuestas y la solución.
Hacerlo es una pérdida de tiempo que aleja a las personas, polarizándolas, levantando murallas de frialdad e imposibilita encontrar salidas.
La disponibilidad que acoge se orienta a la aceptación de cualquier proceso, reconociendo que éste va unido a cualquier decisión o compromiso que asumamos. Y en ese proceso hay retos, situaciones que nos sacan de nuestra zona de comodidad, y la escucha permite poner el foco en nuestras fortalezas.
Amar incondicionalmente es un ejercicio de darnos y dar Escucha desde lo mejor de nosotros."