Muchos me habéis preguntado que qué os pasa cuando
llega el fin de semana, que por una parte estáis deseando que llegue para estar
con vuestra pareja y por otra parece que es el momento que, no se sabe por qué,
es cuando se establecen los rings adecuados para llevar a cabo las peleas más
contundentes y, a veces, más ridículas, pero que dejan una huella profunda, por
la asiduidad con las que ocurren.
El amor que decís que existe se va por la puerta
cuando vuestras discrepancias entran por la ventana…Y cada vez es peor, porque
el deterioro de ese amor se va haciendo más sensible a los pequeños o grandes
altibajos y cambia. Cambia a otros tipos de sentimientos que nada tienen que
ver con el aprecio, la tolerancia, el respeto, etc. Como dice Graciela Moreschi, psiquiatra, los enojos y reproches se convierten en una
constante en el tiempo libre de las parejas.
La mayoría de las veces, las
claves son el diálogo y la negociación, aunque ahora no os lo creáis. Si no os
surten efecto es porque no sabéis desarrollarlos e implementarlos para que os
lleven al puerto de la concordia, el respeto y el equilibrio necesarios para
hacer perdurar ese vínculo que aparentemente os une, que muchas veces es una
necesidad y no una realidad serena que se siente dentro del alma.
La Dra. Moreschi, al respecto,
nos comenta en este artículo, lo siguiente: “Muchas parejas creen que vivir juntos implica tener que hacer todo
juntos. Por más parecidos que fueran (y habitualmente no lo son), es imposible
desear lo mismo y en el mismo momento. Para colmo, las exigencias cotidianas de
la vida actual impiden tener un espacio propio durante la semana laboral. Todos
esperamos el fin de las actividades para poder dedicarnos a nosotros mismos.
Pero no siempre la pareja tiene las mismas intenciones y, si la creencia es que
se debe actuar en conjunto, probablemente surjan diferencias, peleas y
reproches.
Algunos ejemplos de
esta problemática del fin de semana son los siguientes comentarios:
*Estoy toda la semana ocupada con mi trabajo y después,
con la casa. Espero el fin de semana para distraerme y él se va a jugar al
tenis con sus amigos o mira televisión. La estoy pasando peor que mis amigas
solteras. Envidio sus posibilidades de salir y hacer cosas nuevas.
*Estoy cansado de que ella quiera ir siempre a la casa
de su familia. Es un plomo y yo necesito despejarme. Por otra parte, ella dice
que no puede verlos durante la semana, cosa que es real, pero no estoy
dispuesto a sacrificarme.
*A ella le gustan las actividades sociales y, a mí, las
deportivas. Tampoco nos ponemos de acuerdo respecto a las películas que
elegimos, ni siquiera con los amigos. Cada fin de semana es un problema. La
mayoría de las veces terminamos peleados y sin ir a ninguna parte.
En todos estos casos
es evidente que no hay coincidencia de intereses y es lógico que así sea. Son
personas diferentes, con historias, inquietudes y características personales
distintas, pero esto no quiere decir que no se amen o que hayan perdido el
interés en el otro, aunque de persistir la situación, el vínculo podría deteriorarse.
Hombres y mujeres
tienen una actitud diferente ante este problema. En general, ellos son menos
expresivos verbalmente, se repliegan sobre sí mismos, y llegan muchas veces a
la abulia. Al ser incapaces de reclamar por lo suyo, anulan su deseo. Ellas, en
cambio, suelen plantear sus necesidades, aunque la mayor parte de las veces lo
hacen en forma de reproche. Creo que la mejor opción para este problema es que
cada uno tenga su espacio individual. Muchas veces, recomiendo que se pongan de
acuerdo sobre qué van a hacer juntos el fin de semana, como cuando eran novios.
Pueden elegir una actividad para compartir (desde una buena salida hasta
quedarse en casa juntos) y, el resto del tiempo, cada uno podrá emplearlo en
aquello que le sea grato.
Algunos ejercicios
para hacer en pareja
*Cada uno, haga una lista de las cosas que desea hacer.
Diferencien las individuales y las compartidas. Junto a las actividades
compartidas, escriban entre paréntesis quiénes podrían acompañarlos además de
su pareja.
*Escojan un papel de calcar (semitransparente) y hagan
un círculo que represente su tiempo de fin de semana. Luego, marquen
proporcionalmente en qué ocupan su tiempo. Hagan abajo el mismo círculo, pero
ahora dibujen cómo les gustaría que estuviese dividido su tiempo. Después,
superpongan los dibujos. Tomen en cuenta los segundos, y revisen de qué manera
deberían hacerlo para que los satisfaga a ambos.”
En el mismo hilo
temático que estamos explicando, John Gottman, científico y profesor emérito de
la Universidad de Washington, creó un "laboratorio del amor". Allí,
después de estudiar a una pareja mientras sus miembros gritan y se enojan,
predice con un 95% de acierto si seguirán juntos o se separarán en los próximos
15 años. ¿Cómo lo hizo? Lo consiguió después de analizar a más de 3.000 parejas
desde 1980. Tiene una fórmula casi infalible: investigar aquellas emociones que
no son "tan evidentes" y sólo se vislumbran al discutir.
El poder del
desprecio
El inventor del
"laboratorio del amor" estudió y profundizó las reacciones de cada
individuo y clasificó aquellas que son decisivas en provocar las rupturas entre
las parejas. Las dividió en cuatro tipos: la defensiva, la crítica, la obstruccionista
(quien trata de impedir o dificultar el desarrollo normal de un proceso) y la
despectiva. Y es esta emoción, el desprecio, la responsable del mayor número de
separaciones. Ser despectivo no es solo criticar, es mucho más. Es responder
desde un lugar de superioridad, lo que hace disminuir al otro como persona
hasta hacerlo sentir excluido.
Es la reacción que
resulta más dolorosa para la otra persona. Incluso, afecta a nuestro sistema
inmunológico y nos hace más propensos a enfermarnos, tener resfriados, o dolores
en el cuerpo. El desprecio es una respuesta de "jerarquía" y no
siempre es generada en forma agresiva. Puede esconderse en comentarios sutiles
cómo: "Sí, sí… ¿y tú qué sabes?", frase que a todos nos resulta
conocida.
Ante un problema y posterior
discusión las mujeres tienden más a reaccionar con la crítica y los hombres al
obstruccionismo. Pero en lo que se refiere al desprecio, parece que no hay
diferencia de géneros.
La fórmula para
discutir
Si queremos que
nuestra pareja perdure en el tiempo hay que ser honestos con lo que sentimos y
hacemos. Nuestras emociones muchas veces son sutiles, pero las exteriorizamos
(conscientemente o no) y la otra persona las percibe.
Por lo tanto, después
de una discusión - y con los nervios más calmados- Gottman recomienda conversar
con la pareja no tanto del problema, sino de las emociones que había detrás de
ésta. Lo que hicimos sentir al otro con lo que dijimos, y lo que el otro nos
hizo sentir a nosotros.
Es importante evitar
el desprecio. Luego de la conversación es interesante identificar si en algún
momento la otra persona utilizó palabras despectivas e hirientes, o si lo
hicimos nosotros.
Una buena receta
Si queremos que
nuestra relación de pareja perdure en el tiempo, tenemos un buen margen de
maniobra. Se basa en cómo hacemos sentir al otro con lo que decimos o, mejor
aún, con lo que expresamos sin que seamos necesariamente conscientes de ello.
Ante esto,
Gottman da un consejo para los momentos de discusión: hagamos sentir importante
al otro. Aún en los enfrentamientos, debemos saber expresar reconocimiento
sincero a la otra persona. En la pelea tiene que haber reproches y pedidos de
justificaciones, pero además debe haber halagos hacia la pareja. Él sugiere una
ecuación entre emociones positivas y negativas que dé como resultado cinco a
una: por cada cinco críticas, se aconseja dar una caricia o mimo.
Recuerda que hay una delgada línea que separa la discusión del
ataque personal o de la pelea, y
hay quienes no saben diferenciarlo. La discusión cuestiona la opinión o la acción, la pelea
cuestiona a la persona.
(Artículo
confeccionado sobre datos extraídos de www.clarin.com)
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