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lunes, 21 de mayo de 2007

EL SUBSISTEMA CONYUGAL EN SESIÓN. (Funcionamiento de la pareja)


n nuestro ciclo profesional y clínico hemos podido entrever las características de las relaciones matrimoniales, entre marido y mujer, entre la pareja, que de forma aparente, libremente, ha decidido unirse para convivir, apreciando si estas son funcionales y sanas, y si permiten satisfacer sus necesidades sexuales, sociales y emocionales.

El subsistema conyugal es necesario que presente una limitación clara y bien definida dentro de la totalidad del medio estructural familiar y pueda ofrecer una protección a los otros subsistemas familiares. La comunicación interna marital o de pareja debe ser abierta y directa.
La calidad de las interacciones en la pareja debería dibujar una relación interdependiente de apoyo que constituye la promoción de la misma pareja a través de la individualidad para poder promocionarse a ambos niveles (individual y de pareja). Contrariamente, un subsistema insano o disfuncional presentará una limitación difusa que permite a los hijos interferir en las transacciones de la pareja o bien facilita, incluso, su intrusión. Hay personas que entienden de forma anómala, que el poner límites a las otras subestructuras, a los otros subsistemas, es abandonar y no cuidar, cuando de lo que se trata es de todo lo contrario: de poner unos límites claros llevados por el sentido común, el amor y todos los sentimientos positivos, para que cada estructura interna del sistema familiar funcione de la manera adecuada para ayudar al equilibrio dentro de los ciclos evolutivos naturales del propio sistema.

En estos matrimonios a menudo la comunicación está ausente, o bien, se caracteriza por su vaguedad, o por ser de tipo acusatoria o desvalorizadora. Las pautas de interacción, en estos casos, en la pareja reflejan una relación excesivamente marcada y gobernada por la dependencia o el dominio.

Al valorar el subsistema conyugal debe recordarse que la existencia de una alteración, no significa necesariamente la alteración del conjunto familiar valorado en su totalidad. En algunas familias uno o ambos padres han desertado, en ciertas ocasiones, de sus funciones maritales, pero las funciones parentales pueden permanecer intactas, totalmente funcionales y sanas. Para este tipo de parejas este tipo de relación es satisfactorio y el impacto sobre el sistema familiar es mínimo.
Sin embargo lo más frecuente es que el mal funcionamiento de la pareja refleje resentimiento y malestar hacia el resto del grupo familiar, produciendo, entonces, perturbaciones que se manifestaran en la totalidad de la estructura familiar. No se puede olvidar que el malestar potencial que permite llegar a una separación o divorciarse existe ya con anterioridad en el grupo parental. En estas situaciones la terapéutica familiar-marital es necesaria.



La obtención de información se focaliza en este caso al estudio de las intervenciones, interacciones conyugales y transacciones. La exploración inicial, (entrevista) en la mayoría de las ocasiones, permite extraer alguna valoración preliminar sobre las relaciones y su funcionamiento. Podemos saber si ambos están comprometidos en la misma función o solo uno de ellos, y también hasta qué punto éste queda aislado, y poco aceptado en su función, por parte del otro. Será también de interés, saber hasta qué punto el esfuerzo en la pareja de uno de ellos es abiertamente desvalorizado por el otro o si obtiene un apoyo manifiesto. Se debe valorar si la actividad de la pareja es adecuada a la edad de los niños y si al mismo tiempo que se les protege, se favorece una progresiva autonomía, y fomenta su creatividad, responsabilidad e iniciativa. Si no es de esta manera, tal vez estaríamos entrando en una sobreprotección , generalmente por parte de la madre, hacia los hijos.

En todas las familias, sea de la clase que sean, ya que han sido establecidas por un criterio de voluntad, sus miembros forman coaliciones más o menos duraderas, y estas ayudan y apoyan el funcionamiento sano de la familia. Los niños necesitan tener acceso a ambas figuras parentales y uno de ellos debe ser capaz de tolerar una relación univoca entre un hijo y uno de los padres si esta es sana. Pero debe considerarse también que, a veces una coalición de un hijo con una figura parental puede impedir y perturbar el funcionamiento de una estructura conyugal o de pareja. Las coaliciones que minan la autoridad son muy perturbadoras. Al analizar la comunicación existente, tendremos cuidado en establecer si están claramente manifiestas las funciones que a cada miembro de la pareja se le asigna y si los hijos las tienen bien asumidas, recíprocamente.

Es importante determinar a lo largo de las sesiones de Orientación, de forma cuidadosa, si se detecta una buena relación entre el lenguaje verbal y no verbal, entre lo que se dice y lo que se expresa con hechos, con actitudes. Al explorar la interacción entre la pareja y los hijos se anotará quién facilita y apoya las interacciones sanas de relación y quien las trastorna o las interrumpe bloqueando el proceso, siendo éste tanto el que podemos observar en la pareja como el que se desarrolla entre los subsistemas establecidos.


(Consultadas notas Congreso AEP 2000/Ponencias

1 comentario:

José dijo...

Es interesante descubrir como muchos de los problemas que se presentan al interior de las familias, se gatillan desde el subsistema conyugal, es decir, cuando la relación de pareja se va haciendo crítica va tocando todas las relaciones con los demás subsistemas, lo que genera tención y muchas veces quiebres profundos difíciles de solucionar.

Gracias por el artículo.