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martes, 29 de mayo de 2007

AUTOCONTROL EMOCIONAL (Experiencias 3)


n las últimas semanas, en sesiones de orientación, es curioso, me he encontrado una casuística muy parecida, sobre todo en mujeres entre 40/50 años. El problema fundamental, el implícito, es la culpabilidad.


Su discurso se basaba en relatar que se consideraban víctimas de la inexperiencia y no habían aprendido a decir que no a las personas y las situaciones que le habían hecho daño. En su semejanza estaba la sensación de haber aguantado todo tipo de vejaciones y situaciones no queridas y ahora, en su interior, pasaba factura de una manera que no podían superar. De hecho no podían vivir su propia vida sana, sino que tenían que de algún modo resarcir y compensar a las personas, que según ellas, en aquel tiempo no tuvieron lo que ellas le tenían que haber dado.


Aún siendo totalmente comprensible estas sensaciones desde la óptica y la escala de valores de las clientes, no hay sensación más inútil que la culpabilidad, ya que te lleva a vivir un pasado que ya no existe, negando el presente propio, porque se produce una inexplicable incapacidad para vivirlo. Me hacían sentir que querían aprender de sus equivocaciones, pero es más fuerte la necesidad de “seguir ancladas” que la de moverse y quitarse el velo que las sumerge en tal estado.



Las entiendo porque sufren; quieren vivir, pero no pueden estirar sus brazos y tocar el presente porque para ellas es una situación altamente incómoda por lo que siempre tienen que “dejar atrás”. No suelen soltar nada porque es como si algo suyo se fuera de ellas mismas, su propia alma, si tienen que “renunciar” a algo o a alguien a quien en el “pasado” no les dio lo necesario. Son mujeres que sufren, y mucho; la tristeza se les marca en la cara, pero son ellas mismas las que tienen que decidir en qué época vivir, porque aunque decidan dedicar su vida a aquellas partes de su pasado, nunca mejoran porque siempre tienen la misma sensación recurrente de no haber hecho entonces nada de lo que debían. No se puede borrar el pasado y nunca logran borrar lo que sucedió.



Sólo puedo escuchar, entender, no juzgar y dejar que “escupan su mal” y suelten sus emociones, para que poco a poco vean la irracionalidad de esa actitud y dediquen su esfuerzo a la construcción de la vida que realmente quieren; a construir un presente válido para ellas. Es cierto, que si en vez de ser terapeuta, fuera la pareja de alguien que padeciera esas cuestiones, tendría que coger distancia y aprender desde las vísceras a escuchar, entender, amar y no juzgar. Estoy convencido de ello. Ahora sí que lo siento así.



JUAN JOSE LOPEZ NICOLAS. Orientador Familiar

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