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lunes, 8 de marzo de 2010

CUANDO EL ALMA SE SERENA

Las emociones son agitaciones del ánimo producidas por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones. Y las percepciones, lo que nosotros sentimos sobre este acontecimiento o suceso que acaba de aparecer en nuestra vida, nos hace sentir, en ocasiones, que todo el suelo se abre bajo nuestros pies y que la vida se nos acaba de poner al revés provocándonos el dolor más intenso que recordemos; hasta nos duele el alma y no somos capaces de ver opciones de salida que nos suavicen este dolor tan intenso.
Nada es, pues, más real que aseverar que todos nos movemos en el mundo de los afectos, es decir, que los afectos constituyen nuestro núcleo más personal y peculiar. Pero no es raro sentirse perdido ante esta situación porque nuestro propio entendimiento se disipa, no sabe pensar de una forma adecuada o no tenemos los recursos para dar a nuestra inteligencia emocional la oportunidad de racionalizar los pensamientos hasta el punto de sentir la emoción pero colocándola en el sitio que realmente le corresponde. Muchos experimentan la rebeldía de no poder controlar sus sentimientos ni comprender su complejidad.
Se agrava el asunto cuando esta situación tan dolorosa está “motivada” por las reacciones de otra persona, del que tenemos enfrente; de la toma de “decisiones desacertadas” que nos afectan de forma tan directa que sería necesario “hacerle entender” que no está haciendo lo mejor para “nuestra situación”.
Estamos verdaderamente desesperados y no sabemos cómo encauzar nuestra vida que se ha ido al garete de una forma tremenda. Llanto, dolor, frustración, desesperanza, desasosiego, decepción, impotencia…soledad. Y, claro, es fácil entrar en un estado de victimización del que nos va a ser muy complicado salir si no reorganizamos las situaciones de otras formas, barajando otros conceptos que nos inoculen el trabajo mental idóneo para probar a salir de esta crisis en la que nuestro “almario” está muy tocado.
Obsérvese que he entrecomillado algunas palabras de párrafos anteriores queriendo indicar que son los pensamientos que solemos tener pensando en una responsabilidad externa a nosotros mismos. Es el otro el que con su comportamiento está poniendo “patas arriba” nuestra propia vida y nada más lejos de la realidad. Cada uno es el único responsable de su vida y ha de pagar el precio por lo actos que viva y decida; y es muy normal que suceda que ante un acontecimiento imponemos el pasado sobre el presente, lo cual quiere decir que si una situación posee alguna característica o rasgo que se asemeje de alguna forma a un suceso del pasado cargado emocionalmente (esto es, que suscitó en nosotros gran emoción), la mente emocional, ante cualquier detalle que considere semejante, activa en el presente los sentimientos que acompañaron al suceso en el pasado, teniendo por añadidura que las reacciones emocionales son tan difusas, que no percibimos el hecho objetivo por el que estamos reaccionando, de una determinada forma, ante una situación que probablemente no comparta más que algunos rasgos, con aquella que desencadenó esa misma reacción en el pasado. Somos así de complejos y seguramente lo que más hace nuestra mente en el terreno de las emociones es hacer que el tiempo no exista para ella y no le importe cómo son las cosas, sino como se perciben y lo que nos recuerdan.
Tal vez no sería necesario pasar por largas sesiones de terapia si fuéramos capaces de aplicar aquello que escribió Lloyd Alexander y puso en boca de uno de sus personajes de Crónicas de Prydain: “Una vez que tienes el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, carece de poder sobre ti y puedes destruirlo"
En cambio, precisamente pasamos por no saber qué está pasando y no logramos convertir en palabras lo que sentimos (verbalizar), no siendo conscientes de que si logramos esto damos un gran paso hacia el control de nuestros sentimientos, que se harán más conscientes y racionales con una actitud crítica hacia el origen de la preocupación. Es duro y requiere energía, pero no hay un buen trabajo que no lleve anexo una gran cantidad de valor, voluntad, inteligencia, deseo y amor, mucho amor.
Para finalizar este artículo, quiero dejaros con unas pautas-reflexiones con el objetivo de allanar un poco el camino para indicar una base que oriente sobre unos puntos a tener en cuenta. No siempre es fácil y he de decir que yo mismo, en ocasiones, necesito constantemente recurrir a esto para desenmarañar la cabeza-mente y convertirla en mi aliada y no en mi enemiga.

1.- Que la reflexión no termine en lamento.
2.- No sólo hay cosas negativas que comentar, también hagamos por resaltar las cosas buenas que nos pueden hacer seguir y centrarse en lo constructivo.
3.- Evitar pensamientos que nos victimicen.
4.- Desahogo con quien nos pueda ayudar. A veces los que creemos amigos son los que menos nos ayudan porque nos hacen afianzarnos en nuestras posturas, ya que no se atreven a decirnos lo que realmente deberían.
5.- Esforzarse en ver lo positivo de cualquier situación.
6.-Descansar.
7.-Pensar en los demás, pero yo sigo siendo la persona importante para mí.
8.-Descargar el enfado casi nunca es positivo. En los momentos de enfado se piensan, se dicen y se hacen cosas de las que nos habremos arrepentido al poco tiempo, pero producen heridas que son difíciles de curar.
Hay que aprender a buscar una salida a los enfados que no perjudique a los demás.

"El descubrimiento de la libertad interior es importante para la maduración de la persona que en sus primeras edades puede identificar obligación con coacción y el deber con la pérdida de la libertad. Pero al ir madurando se aprende que hay actuaciones que llevan a un desarrollo más pleno y otras que te alejan de él porque no es raro sentir que lo que apetece no siempre conviene ya que una libertad sin sentido es una libertad vacía.”(Prof. Alcázar Cano)



Juan José López Nicolás