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miércoles, 11 de julio de 2007

AREAS DE CONFLICTO EN LA PAREJA


odos estamos convencidos de que la convivencia no es nada fácil y que muchas parejas y matrimonios llegan a un punto en el que se sienten insatisfechos, pero lo curioso del caso es que lo que más acumula malestar individual, desasosiego y ansiedad, hasta el extremo de poder llegar a una situación de no retorno, es, a veces, el no saber precisar exactamente el motivo real de esa insatisfacción.


Nuestra experiencia en Orientación Familiar nos ha enseñado que es del todo necesario (no se hacen ustedes una idea de hasta qué punto) saber identificar los problemas; tal vez, igual de importante es, para poder abordar las posibles soluciones, conocer el origen, dónde está el punto de ruptura en los desacuerdos que provocan que las situaciones que cotidianamente se viven en la pareja, comiencen a llenarse de conflictos no abordados (que luego se cronifican). Por lo tanto se hace necesario trabajar con la Orientación y la Terapia lo que podríamos llamar “áreas problemáticas”.


Creo que todos seríamos capaces, si pensamos y rememoramos nuestras experiencias, de confeccionar una lista de las áreas que se crean al decidirse a convivir en pareja o formar una familia, un hogar, con o sin hijos (aunque no hayan hijos en común no deja de ser un hogar y se puede ver afectado por las mismas áreas que un hogar con hijos)


Las áreas de conflicto que más aparecen, implícita o explícitamente, en las parejas que acuden a consulta, son las siguientes:


Filosofía de vida (diferentes escalas de valores)


Demostraciones de cariño, afecto.


Comunicación


Relaciones sexuales


Educación de los hijos.


Tiempo de ocio


Amistades


Relaciones con los respectivos sistemas familiares de origen de cada uno



Cada miembro de la pareja, como individuo, como ser independiente al otro, suele tener unas expectativas distintas de cada una de las áreas. Lo importante es la puesta en común de esas diferencias, la negociación y los acuerdos; el acercamiento de posturas para llegar a los puntos de unión más cercanos donde poder vivir de una manera sosegada, “tranquila” y feliz, con sueños y con el desarrollo cotidiano de las manifestaciones de cariño y amor que, en teoría, se expresan, ya que por este motivo decidieron unirse. El error, tal vez, se diera en un principio cuando no se planificó un proyecto de vida en común de forma reflexiva. Así que si los acontecimientos van afectando de forma negativa (y no se hablan) porque cada uno lo valora de distinta forma (distintas expectativas), se verán afectadas igualmente nuestras acciones y reacciones.


Algunos estilos educativos pueden resultar muy distorsionantes si tenemos en cuenta que la formación recibida contribuye decisivamente a formar las expectativas de cada uno, pudiendo interferir en un futuro en la manera que afrontamos la realidad e influyendo también en nuestro comportamiento


“Cada uno es de su padre y de su madre”. Esta es una frase que se dice mucho por aquí y significa que cada uno es distinto, es a su manera, es único y no como yo. Es él. Es ella.


En algunas sesiones nos hemos encontrado personas que su educación ha sido sobreprotectora y dependiente. Otros creen que han de ser bondadosos y sumisos y supeditar sus deseos por debajo de los del otro. También hay quienes desean manejar y orientar la relación en todas sus facetas, justificando su autoritarismo (aunque a veces no son conscientes de ello) basándose en que están convencidos de que su pareja es débil e incapaz de asumir determinados asuntos y responsabilidades. Todo esto son ideas erróneas, creencias que conducen los comportamientos a una mala situación emocional.


No puedo dejar de insistir en lo de las creencias irracionales que desvirtúan el pensamiento y las acciones que se desprenden de él. Uno mismo sobre sí o sobre la relación puede llegar a tener también ideas que no son nada positivas a la larga. Ideas como que uno debe ser el compañero ideal; o nunca puedo fallar a los deberes conyugales; o sería horrible decepcionar a mi pareja; o mis intereses y necesidades, porque la quiero, deben estar subordinados a los suyos.


Esto no es ajustarse a la realidad, ya que si observamos estos pensamientos llevan una sobrecarga de idealización y desorbitan la situación, generando una gran dependencia. Pero sí que hay ideas alternativas que podemos intentar introducir sustituyendo las anteriores (no es nada fácil, pero sí necesario) Ideas que te permitan ser humano con posibilidad de errar, de equivocarte y respetar y ser respetado:


Los deberes conyugales no deben estar por encima de todas mis necesidades y preocupaciones


Si mi pareja se siente decepcionada intentaré averiguar los motivos y dialogaremos acerca de qué es lo que podría cambiar en mi conducta y en mi actitud.


A la vez intentaré que conozca y comprenda mis intereses y necesidades principales


Debo intentar ser un buen compañero/a de mi pareja, respetando su manera de ser y analizando las actitudes que puedan desencadenar interrupciones emocionales positivas en nuestra relación. Es mi responsabilidad. Es nuestra responsabilidad.



Nuestro pensamiento es el que nos ayuda, el que nos hace tomar buenas o malas decisiones. No es bueno iniciar nuestras ideas, nuestros diálogos internos para prepararnos con algo parecido a: “si realmente me quiere ha de adivinar lo que quiero y necesito”; “si no se da cuenta de lo que me ocurre es que no le importo en absoluto.”


Estos autoargumentos implican errores. Por ejemplo, la segunda frase: “si no se da cuenta de lo que me ocurre...”; este pensamiento nos suele llevar a situaciones extremas. No hay posibilidad de tonalidades de grises, o sea, es blanco o negro. Todo o nada. Tal vez la solución pasaría por explicar lo que ocurre sin llegar a entrar en el juego de tener que adivinar determinadas cuestiones. Luchar con sentido común por la relación no implica la destrucción de alguno de los miembros de la pareja.


¡Vamos!, ahora os toca a vosotros reflexionar sobre estos aspectos. Lo mismo os sentís identificados en algo de lo que aquí se expone. Nada es para sentirse culpable, sino para ver qué nos puede tocar y qué no. En una ruptura casi siempre hay dos responsables aunque, también a veces, uno de ellos no acepta, no admite su responsabilidad. Intentadlo y acudid, si no podéis solos, a terapia o a Orientación para que os ayuden a abrir la mente y a haceros reflejar en vosotros mismos esas ideas, que si las verbalizais y con perspectiva suficiente, es posible que alguien se dé cuenta que le merece la pena conservar la pareja, si nace y se mantiene en el Amor reflexivo.

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