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sábado, 16 de junio de 2007

CRISIS CONTEMPORÁNEA DE LA FAMILIA


o sé si sería un error pensar que la institución familiar está verdaderamente en crisis por una relajación de la educación en valores, pero no sería descabellado hacerlo si se argumenta que desde que el hombre deja de priorizar en la formación continuada, como cosa elemental, en valores, la familia decae como unidad y según algunos autores, se precipita hacia la desintegración. Se tambalea su estructura y el tipo de relaciones humanas que en ella se dan están altamente deterioradas. Todos conocemos familias que menos FAMILIA puede llamarse cualquier cosa. Ya está bien que cojamos el toro por los cuernos y afrontemos el problema conociéndolo desde la base para poder actuar con seriedad y desde el aspecto más positivo para elevar a la altura que se merece esta institución tan antigua como el hombre y descubrirla como el valor en alza que debe ser. Obviamente influyen diversos factores en esta crisis, que, aun siendo positiva, es totalmente real.



En esta sociedad progresivamente laica, el matrimonio no es más que, en general, un simple contrato, por lo que la unión entre hombre y mujer no puede garantizar su amor “de por vida”, así que cuando éste acaba la mejor solución, parece, es la de separarse y en la mayor parte de los casos los hijos son los mayores perjudicados. Por otro lado está la progresiva liberación de la mujer, que de estar supeditada al marido, ha ido incorporándose poco a poco al mundo laboral, permitiéndole una independencia económica, en casos, con lo que enriquece sus relaciones humanas, pero no favorece la unión conyugal. Al mismo tiempo que se incorpora a este mundo laboral, la liberación femenina hace que acceda a titulaciones superiores, poniendo estos hechos a la mujer cada vez más en un plano de igualdad respecto al varón y en muchas ocasiones, de superioridad. Ahora exige más y su psicología femenina ha evolucionado hacia niveles de mayor altura racional, lo que quizás haga que esta tensión entre la vieja estructura patriarcal y la, cada vez, mayor liberación (ya era hora), sea una de las raíces fundamentales del problema de la crisis de la pareja, del matrimonio y de la familia. Es difícil para el hombre aceptar esta situación relativamente nueva en la que la mujer adopta tareas, funciones y trabajos tradicionalmente masculinos. Es posible que vista mucho socialmente decir que se cree en la igualdad, que la aceptamos como algo natural, pero creo que solo se hace “de boquilla”, verbalmente. La realidad es otra muy distinta; los prejuicios salen en última instancia creando situaciones de peligro para el equilibrio familiar y su subsistencia, sobre todo a niveles emotivos, puesto que racionalmente se suele pensar de diferente forma.



Honestamente creo que hay otro problema mayor que supone una ayuda para la no relación de la familia y que fomenta su crisis. La familia es plural, da y se da, es social, sin embargo en los últimos tiempos ha adquirido un carácter cerrado que limita sus relaciones. Tal vez sea esa limitación de la familia (padre, madre y uno o dos hijos) la que le hace perder los lazos de relación y la amplitud de sensaciones que existían en las familias en las que convivían varias generaciones.



Esta familia actual que suele vivir en espacios reducidos, conoce más las tensiones que la unión de sus miembros. Hay demasiada privacidad en las relaciones, e insisto, en la carencia de la coeducación en valores humanos, lo que hace que la pareja se base casi exclusivamente en una unión erótica sin cimientos de auténtica comunicación. En ocasiones se establecen verdaderos vínculos demasiado perecederos por una simple, o no tan simple, equivocación de sentimientos, llevados por la escasez de conocimiento previo y un inexistente proyecto anterior de vida en común.



Aún así y a pesar de que estos problemas serían suficientes para desintegrar una sociedad normal o una institución o grupo organizado, la familia soporta todo y pervive, y hasta creo que se adapta a los tiempos creando nuevos métodos y nuevas gentes que puedan ir solucionando sus problemas. Al final, prefiero pensar, que la crisis de la familia es un tópico siempre que la identifiquemos con desintegración o falta de futuro. Los tiempos cambian y ante todos los cambios extremadamente rápidos, vertiginosos, que acontecen, las instituciones se van adecuando, o tienen que hacerlo, a esos tiempos, necesitando cada una su “tempo y cadencia” para regularse o adaptarse a ellos. La familia, por tanto, reacciona ante esos cambios y en su aprendizaje y adaptación hay titubeos que algunos, como digo, ven como crisis. No es posible que la célula primigenia, la base desde la que el individuo arranca que en la historia representa el equilibrio para preparar al ser humano dentro de la sociedad, se desintegre.



Conviene añadir que hasta es posible que la crisis en la familia sea buena si este convencimiento nos lleva a intentar solucionar las causas por las que a través de los tiempos, se ha deteriorado la institución familiar. Matrimonio y familia, familia y matrimonio, no pueden ir separados ni estudiarse indistintamente como algo diferente y ajeno en su estructura, como tampoco podemos pretender que los problemas de crisis de uno no lo sean de la otra. Preparémonos, pues, para cambiar o adecuar el comportamiento que lleva a la creación de estos problemas críticos y a tener la suficiente capacidad para poseer la actitud necesaria objetiva según las circunstancias de cada momento.



Así, desde aquí, apoyamos entonces, sobre todo, los valores en los que se sustentaba la familia de ayer y que se acomodan progresivamente a las exigencias de las realidades socioeconómicas de hoy. Y de la misma forma que la sociedad industrial rompió con la familia tradicional, la sociedad actual provoca la emergencia de una nueva familia, hoy todavía indeterminada, pero en un acelerado proceso de adaptación a las necesidades que se van creando.



La familia, entonces, no va perdiendo, bajo mi punto de vista, ese grado de institución, siempre que sea entendida esta como dotación de sentido y significado social, que consolidan sus definiciones y sus representaciones como categoría social específica. Por fin entramos en un proceso que va delimitando los modelos de familia más adecuados y congruentes con la sociedad actual.



GLORIA CONESA ALBALADEJO. Orientadora Familiar


Colaboradora del blog. http://www.terapiayfamilia.blogspot.com

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